§ 1. Los miembros del partido del signo, enemigos rabiosos del partido del ritmo, creen ingenuamente que la poética inventó la teoría de que el valor de la obra literaria se encuentra en la orientación de sus sentidos en contra del Poder, sus instancias y las ideologías de época y personalizan en Henri Meschonnic y sus continuadores el odio a este discurso antimetafísico.
§ 2. Error craso. Ese concepto de la obra literaria como valor si orienta sus sentidos en contra de los poderosos está en el origen mismo del surgimiento de la literatura en Grecia con la fábula de Esopo, su formalizador sistemático en cantidad y calidad, sino antes con Hesíodo y Arquíloco, género que, primeramente, oral, originará el cuento, la novela, la comedia (Aristófanes) y luego los géneros de peso como el drama y la lírica, pero no la épica que desde Homero hasta el siglo VI no contiene fábulas.
Oigamos lo que dice Gonzalo López Casildo en su introducción a las fábulas completas de Esopo: «A él se han ido atribuyendo todas las fábulas griegas que, en realidad, son anónimas y pertenecen a un género popular y tradicional, cuya amplia difusión se fue realizando de forma oral.
Estas fábulas más tarde fueron recopiladas en colecciones que se conocieron como fábulas esópicas.
Se trata de fábulas generalmente de animales, que en Hesíodo y Arquíloco contienen una fuerte crítica social, con un ataque directo a la arbitrariedad de los poderosos frente a los más débiles, pero que poco a poco fueron sufriendo transformaciones y se convirtieron en transmisoras de enseñanzas morales y también en ejercicios para las escuelas retóricas». (Esopo. Fábulas. Madrid: Alianza, Col. El libro de bolsillo, 2015, pp. 22-23).
Las fábulas son de tres tipos, según López Casildo (Ibíd., p. 29), definiciones que sigue al pie de la letra Almudena Zapata Ferrer en su introducción a las fábulas de Fedro (Madrid: Alianza, colec. El libro de bolsillo, 2021, pp. 20-2)1: las de confrontación o agonales; las de situación (se presenta al personaje ante un problema y se sacan las conclusiones) y las etiológicas (estas “explican la causa de algo”.
Es con estas ideas que estudiaré, oportunamente, las fábulas escritas por José Núñez de Cáceres antes de proclamar nuestra primera independencia.
§ 3.¿Dónde se origina la fábula y cómo llega a la cultura occidental? Se origina en la Mesopotamia, al igual que las grandes religiones que analicé en una serie anterior, migra a Persia y Egipto hasta recalar en Grecia (Esopo tiene una fábula, la 45, p. 59, sobre un hombre comido por un cocodrilo en el Nilo) y de ahí a Roma, imperio en el que Fedro la mantendrá viva como crítica a los poderosos, pero Babrio y otros poetas más conservadores le darán dos perfiles definitivos: el de enseñanza y diversión, con lo que se la despolitiza y se la vuelve frivolidad.
Dice López Casildo que en la Edad Media conservará su carácter satírico, aunque predominará desde el Renacimiento hasta el absolutismo el rasgo moralizador y divertido.
En los siglos XVII y XVIII, Francia, con Jean de la Fontaine, reivindica el género y en los siglos XII XIII «España recibe y, a su vez, trasmite los fabularios orientales» (p. 23). Pedro Alfonso, Alfonso X y el Infante D. Fadrique, al año siguiente -1252-, traduce al castellano, a través de un texto árabe, el Sendebar indio…» (Ibíd.) Los siglos XVIII y XIX serán el reino de Tomás de Iriarte y Félix María Samaniego, imitadores de La Fontaine, pero creadores de fábulas nuevas.
§ 4. De modo que desde la más remota antigüedad hasta su declinación en el siglo XIX, luego de haber dado origen a las literaturas modernas a través del lazo del griego al latín y de ahí a las lenguas romances, la obra literaria de valor se mide por ese carácter fundador de crítica a los poderosos, pero como los Estados favorecen siempre las obras literarias que son didácticas o divertidas (pan y circo, se decía en Roma), los autores que escogen la vía de la crítica al Poder, sus instancias y sus ideologías se ven marginados o perseguidos y sus obras invisibilizadas, cuando no censuradas o quemadas en la hoguera.
Pero modernamente, luego de que el capitalismo tomó el rumbo que le ha llevado desde finales del siglo XIX hasta hoy a su planetarización, ya a partir de los años 1880 a 1910 la presencia del intelectual y el escritor en la política no será tan necesaria como lo fue en período romántico liberal y si la obra mantenía durante el período del modernismo y el arielismo su carácter crítico, su autor era visto como un estorbo o la obra se reducía a un objeto de adorno inofensivo.
§ 5. Ese proceso de desplazamiento del escritor como el sujeto necesario al funcionamiento del Estado romántico liberal fue destruido abruptamente por la irrupción del capitalismo en su fase expansiva e imperial en la que estará necesitado de una nueva burocracia más ligada a la tecnología y no a las letras como era antes.
Es frente a este acoso y este peligro de desaparición del poder burocrático del intelectual del viejo proyecto romántico liberal que surgirá en toda América Latina, el Caribe y España la respuesta del arielismo y el modernismo como estrategia de sobrevivencia, sobre todo a partir de los años de 1920 hasta el decenio de 1950 y se iniciará con la creación por parte de Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes y los demás escritores que se sumaron a este proyecto, impulsados por Rodó y su libro Ariel, que sellarán una alianza con los intelectuales de más viso en España, acantonados en el Centro de Estudios Históricos de Madrid, creado por la Junta de Ampliación de Estudios, con el apoyo decidido de Marcelino Menéndez Pelayo y luego por Ramón Menéndez Pidal y su equipo, proceso que estudia Consuelo Naranjo Orovio en su libro Cartas con historia. Pedro Henríquez Ureña entre América y España (Santo Domingo: Archivo General de la Nación, 2021).
§ 6. La ideología del proyecto modernista que se armará con el nombre de “la magna patria latinoamericana” fue analizada primero por Françoise Pérus en su libro Literatura y sociedad en América Latina: el modernismo (México: Siglo XXI, 1976) y luego por el suscrito para Santo Domingo y el resto de América Latina en “El efecto Rodó: nacionalismo idealista vs. Nacionalismo práctico. Los intelectuales antes de y bajo Trujillo”, en Política de la teoría del lenguaje y la poesía en América Latina en el siglo XX. Editora de la UASD/La Trinitaria, 1994).
Al estudiar el problema de la democracia en Rodó y el mito del intelectual desplazado, escribí lo siguiente: «El modernismo y el arielismo serán, entre otras formaciones discursivas latinoamericanas de esa época, lo que, como discurso y acción, mito y símbolo, movilizarán ideológica y políticamente a los intelectuales pequeños burgueses latinoamericanos en lucha por lograr su reinserción en la nueva estructura social de poder en proceso de consolidación en América Latina». (Op. cit., p. 140).