Pedro Vergés: Los 17 Cuentos de intensidad variable

Pedro Vergés: Los 17 Cuentos de intensidad variable

§ 8. El fracaso de los proyectos mesiánicos y redentoristas de la izquierda dominicana comenzó con el restablecimiento del segundo Consejo de Estado, mediante un contragolpe al golpe de Estado propiciado por Balaguer y Pedro Ramón Rodríguez Echavarría, su secretario de las Fuerzas Armadas en enero de 1962 y la revolución de abril de 1965 hasta la caída del socialismo en 1992 en la Unión Soviética y los países del Este europeo. La caída del muro de Berlín, la perestroika y la glasnost decretaron la disolución del socialismo o el comunismo como la solución a la explotación del hombre por el hombre por el capitalismo y su última fase, el imperialismo. América Latina y el Caribe no fueron una excepción y mucho menos la República Dominicana.

§ 9. Toño es el personaje que simboliza perfectamente en Cuentos de intensidad variable este fracaso de los proyectos político-sociales de nuestra izquierda. Víctima del síndrome del “viento frío”, de René del Rico, vivido como depresión y pesimismo profundos por varios personajes de nuestra narrativa escrita desde 1966 hasta hoy, Toño sintetiza a los demás personajes de Cuentos de intensidad variable, porque la escritura de Vergés como sistema muestra los estragos de esa pequeña burguesía dominicana en sus múltiples facetas: entrega a los vicios sociales como el alcoholismo y la prostitución, las drogas, el juego, la vida de los personajes sin propósitos ni proyectos, asunción de la cultura frívola y sus cuatro nociones fundamentales: consumismo, permisividad, hedonismo y relatividad, enlazados por el materialismo, su síntesis.

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§ 9. La huida de los derrotados hacia ciudades como Nueva York, Miami, Boston, San Juan de Puerto Rico, Madrid y otras urbes españolas y europeas simboliza el triunfo del capitalismo en su fase imperialista sobre los proyectos sociales y políticos de la dictadura de partido único del proletariado internacional. Aunque ninguno de los personajes del cuento “Héroes del ayer” huye a Nueva York, Evangelina, la agitadora izquierdista abandonada a su suerte por los mozalbetes que huyeron despavoridos al ver llegar a los policías antimonotines mientras ella les guiaba durante un micromitin frente al Baluarte del Conde, se inscribe en el proyecto fracasado de los que creyeron que la revolución estaba a la vuelta de la esquina (pp. 121-130), al igual que en “Lucha de clases” (pp. 141-162), texto en donde Ramón, líder izquierdista, parigual de Evangelina, dirige un grupo de mozalbetes de San Miguel a quienes entrena un boxeador improvisado con el pretexto de enrolarse en la revolución, pero también con el confesado propósito de ganar peleas de barrio. El narrador visita a Chano en su tugurio de Villa Francisca, entre Caracas y Barahona, intrigado por conocer la vida de Chano, el entrenador de boxeo. Al ver la miseria extrema en la que vivía el boxeador, el narrador abjura de sus convicciones izquierdistas y asustado por el ambiente espantoso en que vivía Chano con su abuela, abandona sus ideas mesiánicas a causa del pánico que le causa la oporofobia y decide, por miedo a proletarizarse, volver mansamente al redil de la zona cómoda que le brinda el hogar familiar.

§ 10. Aparte de la estratificación funcionalista del pequeño burgués creada por Juan Bosch en Composición social dominicana (1970) y en La pequeña burguesía en la historia de la República Dominicana (1985), Andrés L. Mateo ha trazado un perfil poético de este sujeto: «Si todo pensamiento es respuesta a la experiencia, es claro que las palabras no bastan para abarcar las miles (sic) de peripecias del pequeño burgués dominicano para sobrevivir. Héroe y villano, mártir y verdugo, grandioso y mezquino, a lo que no puede renunciar es al carácter singular de su proyecto» (“La invención del otro”, Clave, 6 de agosto de 2009, p. 25). A despecho de Mateo, las palabras sí han bastado en ese discurso para entender las estrategias de la contrainsurgencia que posibilitan la sobrevivencia precaria del pequeño burgués dominicano.

§ 11. Como la escritura inaugural del primer cuento es un sistema, el personaje de Toño, víctima de sus boleros y del prostíbulo de Doris, empalma con otros cuentos del libro, verbigracia “Como a un perro”, donde vuelve a aparecer el personaje de Doris con el mismo funcionamiento de propietaria de un prostíbulo, especie de regalo envenenado que el personaje de Luisa le dejará a su vecina, la madre del narrador, al alquilar su casa a la dueña del lenocinio. Luisa es una de las tantas fracasadas que huyen, en el texto, hacia Nueva York (p. 29). Otra relación estructural de “Como a un perro” con los textos donde aparece la sirvienta como personaje, queda documentada en “Solo con sus boleros”, porque una de las estocadas que Leticia le propina a su marido Toño es la siguiente frase de esta mujer llena de justa ira: «–Toma ‘Cenizas’, sinvergüenza, gran abusadorazo, buen hijo de tu madre» (p. 23). Su reminiscencia con Solo cenizas hallarás es patente. Las demás estocadas que dejan a Toño bien muerto son las siguientes: «–Ten ‘Dos gardenias’, mal nacido, cabrón –masculló en voz muy baja, y se lo hundió [el cuchillo] en el vientre» (Ibíd.): «–¡Coge ‘La Barca’, coño, ¡puñetero! –gritó esa vez, fuera de sí, entre dientes, mientras se la clavaba [el arma homicida] en el medio del pecho y lo veía desplomarse a sus pies, y ya sin vida–. ¡Mal marido, mal pai!» (Pp. 23-24). Con ese portuguesismo de “pai” el narrador muestra a través de la oralidad un estado arcaico del español dominicano todavía al uso en algunas regiones del país.

§ 12. Otra relación estructural con Solo cenizas hallarás la encontramos a partir del cuento “Como a un perro” con la aparición del personaje de la sirvienta Concha, quien juega un papel sistémico emblemático con el personaje de Lucila, la sirvienta de Solo cenizas…, y con los otros textos donde aparece este tipo de personaje, verbigracia las sirvientas sin nombre de “Selva y bosque” (p. 53) y “Autoayuda”: «… que alguien apareciera, una hija, la sirvienta, y llamara en seguida una ambulancia» (p. 137), Matilde, otra sirvienta de “Ni una lágrima más: «… la sirvienta Matilde, asombrada y confusa, preguntando qué pasa, si se había muerto alguien, asustada de verlas» (p. 182); y, finalmente, otra sirvienta sin nombre en “Intuición femenina”: «Solo la cocinera trajinaba en la casa, pelando plátanos, fregando cacerolas, sacándole los machos al arroz» (p. 255). Esta misma acción le fue atribuida a Lucila, en Solo cenizas… al cumplir el texto con estos roles sociales atribuidos a las domésticas. (CONTINUARÁ).

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