Al cumplirse hoy, 10 de mayo, 24 años de su desaparición física, se me hace necesario presentar estás breves memorias a modo de información sobre mi padre, para aquellos que no lo conocieron en persona, y puedan enterarse del ser excepcional e inigualable que parió esta media isla, el doctor José Francisco Antonio Peña Gómez.
Magna tarea está de escribir acerca de mi padre, para un hijo que amo hasta el paroxismo a su progenitor, tratando de hablar de él, apegándose a la verdad histórica, sin caer en una lisonjearía excesiva, que desnaturalice la visión de los hechos y de su correcto comportamiento a lo largo de toda su vida.
Todos los humanos tenemos unos más que otros naturales defectos, pero les puedo decir que mi padre los que tenía resultaban imperceptible frente al montón de virtudes cívicas y morales del que era depositario, porque más que político, papa’ debió ser cura de pueblo, pues en él no existía ni una pizca de maldad, más tenía una vocación de solidaridad, y a la vez de desinterés a lo material, que resaltaba frente a la mayoría de los mortales que he conocido.
Voy a destacar siendo lo más objetivo posible, como era, actuaba y que nos legó a los que sí tratamos al inmenso José Francisco Peña Gómez, con el propósito de que las nuevas generaciones conozcan de cuerpo entero a este revolucionario, la coherencia y honestidad hecha persona, pues les comparto a la distancia de 24 años, la vida, obra y accionar de este auténtico dominicano, que amo a su tierra y a su gente, pero que siempre se consideró ciudadano del mundo, veamos:
- Papá era 100% dominicano, sus padres también lo eran, solo que eran del color de la noche, al quedar abandonado en el año 1937, fue adoptado por un par de esposos de tez blanca, que le criaron, cuidaron y amaron como si fueran sus padres biológicos, Regino Peña y Fermina Gómez, fueron ellos los que le inculcaron esos valores, y su profunda fe cristiana, que siempre le acompañó con especial celo, estos le motivaron al estudio y al trabajo, ya que a temprana edad, producto de la precariedad económica familiar, tuvo que servir de limpiabotas para colaborar con
los gastos del hogar;
Le invitamos a leer: Las “atrevidas reflexiones” de Peña Guaba - Cuentan los que lo conocieron en esa época, entre los años 1940 y 50 en su natal Mao, provincia Valverde, en la lejana línea noroeste, que papá se destacaba por ser estudioso, vivaz, pero pobremente acicalado, porque siempre hubo en él desde pequeño ese interés por vestir adecuadamente, correcto y hacendoso, fue papá un estudiante meritorio, cuya inteligencia prístina sobresalía sobre los demás, condición está que le abrió las puertas, a fin de que sus maestros y el propio Director de la Escuela lo recomendarán, para que sirviera como una especie de monitor, y motivara al estudio a otros jovenzuelos de la sociedad maeña, y así llegó a parar Peña Gómez a la casa de los abuelos del licenciado Fernando Álvarez Bogaert. La casi beata doña, Lola Román de Bogaert, mujer viuda, mística y religiosa, pero con mucha conciencia social, que llegó a tener 12 hijos y que pertenecía a la familia más pudiente en ese entonces de esa provincia noroestana, fue doña Lolita como se le conocía, la que le abrió su biblioteca para
que papá abrevara en el mar del conocimiento, instándole a leer los clásicos casi de manera obligada junto a sus nietos cuando le visitaban o pasaban temporadas acompañándole, llegados a Mao desde la ciudad de Santiago, donde vivían como en el caso de Fernando Álvarez Bogaert, compañero de lectura de mi padre, pese a la diferencia de 4 años de edad que existía entre estos entrañables amigos;
- Instructor de alfabetización y maestro rural en su pueblo, llega mi padre a Ciudad Trujillo en el año 1959 a estudiar Locución en Radio Televisión Dominicana y a matricularse en la Universidad de Santo Domingo, a la par servía de profesor del politécnico Loyola en San Cristóbal, donde fue designado como docente por las excelentes recomendaciones que sobre él hicieron sus maestros, es aquí donde buscando posada de alquiler, cercano a RTVD, que llegó a la pensión, propiedad de mi abuela Crisolia, y conoció ahí a mi madre, una valiente, blanca y bella mujer, que fue su compañera fiel en sus avatares por conquistar la democracia;
- Mi padre era cantor, poeta, lector voraz y políglota, cosa rara en esos tiempos en hombres de color, pero con la chispa política por dentro, asumió una línea antitrujillista, y bien llegó la comisión del PRD al país, se presentó frente a don Ángel Miolán, quien a vuelo de águila, reconoció en él dotes especiales, asignándole de inmediato responsabilidades que lo llevó a ser el presentador del primer mitin que hizo el PRD en el país con las estructuras trujillistas todavía en el poder, y con su brillante oratoria, convenció a los que lo vieron, que una nueva estrella
acababa de nacer, así se le hizo saber de inmediato al profesor Juan Bosch, líder en el exilio de los blancos, que desde que pisó tierra dominicana colocó a su lado a papá, asumiéndolo como su principal discípulo; de él me dijo mi padre, de don Juan, su maestro y compadre, asumió como bandera la honestidad y el internacionalismo, condiciones innegables del líder histórico de los morados; - Papá siempre fue desinteresado, se negó a ser candidato diputado con apenas 25 años para las elecciones de 1962, que a la sazón ocupaba el cargo de Secretario de Prensa y Propaganda del PRD, pero que apenas un año después, pasó a ser Secretario General del partido, a la salida del cargo del doctor Washington de Peña, un gran amigo de toda mi familia, es ahí el despegue meteórico de su carrera ejemplar, y de su recio liderazgo, ya que a pocos años era reconocido como el segundo líder, detrás del profesor Bosch, de esa organización, hasta la renuncia de don
Juan en el 1973 del partido, que llevó al liderato principal a mi padre, que demostró de que madera sólida y noble estaba hecho, ya que en apenas 5 años destronó del poder al neotrujillismo, representado en la dictadura híbrida de los doces oscuros años del doctor Joaquín Balaguer;
Puede leer también: Los aportes municipales de José Francisco Peña Gómez y los nuevos retos de la democracia local - ¡Qué tiempos aquellos! donde hacer política era jugarse la vida, porque las huestes incontrolables del régimen, diezmaron lo más granado de la juventud dominicana, solo la bravura de mi padre y de sus inseparables amigos en el PRD le plantaron cara al doctor Balaguer y reconstruyeron el partido hasta hacerlo opción de poder en el 1978, para llevar en hombros al Palacio Nacional a don Antonio Guzmán, un hacendado perredeísta de corazón, para el cual mi padre trabajo como nadie para llevarlo a la Presidencia de la República;
- El joven y fogoso líder como se le llamaba a papá, no amaba el poder, su pasión y amor era la política, y solo era celoso con su imagen y liderazgo, era de la escuela europea, donde las verdaderas cabezas eran los líderes, y los cargos de los gobierno eran efímeros o temporales, les puedo decir con sinceridad que mi padre temía que el poder desnaturalizaría su criterio, el apoyo y la confianza popular que nunca defraudaría, es por eso que no aceptó el poder impuesto ante el fraude colosal del 1994, ante el apoyo resuelto de los norteamericanos, donde nos expresó a varios de sus más cercanos colaboradores, “que él no era Endara, refiriéndose al expresidente
de Panamá”, que fue juramentado en una base militar de los Estados Unidos, por razones similares, pero más de corte histórico, se negó al acuerdo del 2 y 2 con el doctor Balaguer, simple, papá, pese a la oposición de muchos, que queríamos que fuera Presidente por encima de todo, cosa a la que se negó por su alto sentido histórico, porque entendió que no podía terminar su carrera en un antihistórico pacto de poder con el doctor Balaguer, razones de sobra tenía para ello;
- Papá era un hombre sin fronteras, tenía amigos y leales compañeros de lucha a escala planetaria, en los cincos continentes era reconocido como un gran líder, un internacionalista, un sólido intelectual y mejor orador, le sirvió a las mejores causas, y desde su posición de Vicepresidente Mundial y Presidente del Comité de América de la Internacional Socialista, se ganó un sólido prestigio, consultor de presidentes, primeros ministros, líderes; éste dominicano sin par, puso en el mapa mundial a la República Dominicana, todavía 24 años después, le recuerdan sus amigos internacionales con nostalgia y profunda admiración, sabedores de que esos liderazgos como el de él hoy son inexistentes;
- Honesto, cabal, cumplidor de la palabra empeñada, leal y agradecido y valiente hasta la temeridad, ese eran los tintes distintivos de Peña Gómez, de un alma noble, no existió en él espacio nunca para el odio, por eso perdonó las mayores ofensas y altero planes contra éste, prisionero de sus ideas, tenía principios cardinales irrenunciables, como también lo era el compromiso de representación y su matrimonio con los sectores populares, porque nunca se
encumbró, y siempre fue orgulloso de sus orígenes humildes y de negritud; - Como padre, siempre fue responsable, afectuoso, pero estricto en la formación, siempre nos daba consejos y nos llamaba la atención cuando entendía que no hacíamos lo correcto, no nos dejó nada material, porque nada tenía, sin embargo nos dejó un legado de rectitud, de la que toda su descendencia se siente orgullosa, reconozco para que no me lo tengan que decir mis críticos que algunos, como quien esto escribe, no somos poseedores de las innatas condiciones de mi progenitor, pero con mayor pragmatismo siempre fui crítico de la mansedumbre y del desinterés de mi padre, puesto que llevó al poder a gente que hizo de todo, hasta traicionarlo y apostrofarlo, después de que los llevó ahí y cuál fue el pago recibido, en eso discúlpenme, porque así se lo hice saber, en vida en múltiples reuniones a papá, mis profundas diferencias;
- Impertérrito nunca le temió a la muerte, si cuidaba con celo su impronta, para cuando cerrara los ojos como solía decir, se sabía de un liderazgo formador, ideológico y ético, por eso cuidó sus acciones y compromisos, con el objetivo de que ninguna mancha dañara su prístina existencia, nada lo envaneció ni las pompas, ni el oropel, y mucho menos el dinero, ya que siempre uso las colaboraciones, para ir en auxilio de sus compañeros o de cualquier ciudadano que se le acercó y le solicito ayuda, generoso, todo lo daba, y nada se guardó para sí, porque siempre vio la plata como un medio más, no como un fin.
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En este recuento le hago conocer como era el padre a quién tanto amo, de cuyas reprimendas recibí en algunos momentos, pero del que llegué a ser uno de sus principales colaboradores, porque siempre me escuchó con atención, y del cual logré, por mi consabido pragmatismo y vínculos extrapartidos, me consultara para temas delicados e importantes.
Está fresca en mi memoria ese fatídico 10 de mayo de 1998, cuando cumpliendo instrucciones de papá establecía contacto con las fuerzas externas, para su apoyo electoral en mi calidad de Director de Relaciones Interpartidarias de la campaña, cuando en la explanada del parque Eugenio María de Hostos, donde hice presencia, ya que se celebraba un acto de la JRD, coordinada por mi hermano Tony, y se me acercó un compañero para decirme que mi padre estaba grave, al enterarme salí raudo y veloz para la casa de Cambita, con una especie de pálpito voceador de malas noticias, al sentir que ya papá no estaba en el mundo de los vivos, al llegar molesto a la casa por no enterarme antes de la situación, porque su cuerpo estaba sin vida, y le reclamé a su compadre y asistente, mi buen amigo Enrique Gil, por qué no se me había llamado, me explicó que temprano me había mandado a buscar, pero que mi celular no le
entraba, al pasar las horas, mi padre, sabiendo el desenlace que le esperaba, prohibió que me llamarán para que no lo viera agonizante, tal vez, porque sabía que mi corazón no aguantaría esa pérdida, e hizo su último gesto de amor hacia un hijo, protegerlo más allá de la vida, al saberlo perdoné de inmediato el ocultamiento, y lo entendí por la consabida bonhomía de papá, él conocía que su gordito no soportaría tal pesar, al verlo en sus últimos hálitos de vida.
Ninguno de sus hijos ni de sus discípulos le cargamos la maleta a José Francisco Peña Gómez, es muy pesada la carga que lleva en ella, querer emular su ejemplar vida es tarea ciclópea que por mezquinos intereses, ninguno hemos logrado, nos dividimos y cada quién tomó su camino, unos con el resentimiento de saber que muchos lo traicionaron desde que los encumbró en el poder, y solo los humildes le fueron leales siempre, otros solo les utilizaron, y todavía solo lo utilizan para hacerse del poder en su nombre que tiene tras de sí una aureola mágica de seguidores, que le creen inmortal y que desean serle leal a sus principios y legado, hoy sus discípulos están en todos los litorales, ¡y, qué bueno sea así!, porque con nuestras diferencias, la mayoría le amamos, e inspirados en su memoria, hacemos
política recordando su complicidad de clase con los más desposeídos.
Para los que no lo conocieron, solo le puedo decir, que su carismática presencia es tema de conversación diaria en cualquier mentidero de la República, sus sacrificios para legarnos vivir en democracia es el mayor aporte de papá, me alegra que muchos han oído hablar de él, y que deseen ser como él, que desafió al destino y se labró un camino de éxitos, y, también, por qué no decirlo, de espinas.
A 24 años de su ida al mundo de lo ignoto, puedo sentir el orgullo de ver como sus ideas permanecen, porque aunque no llegó al cargo de Presidente de la República, es recordado y admirado más que muchos Presidentes que hoy son de triste recuerdo, él que fue el más grande líder de masas de la República Dominicana, no se equivocó cuando prefirió mil veces su sitial en la historia que el ostentar el más alto cargo público, sabía que el liderazgo tenía jerarquía frente a los desvaríos de los que acarician el poder, y así lo expresó José Francisco Peña Gómez con sus palabras, citó “ El liderazgo legítimo es un don de Dios, que no se compra con dinero ni se aprende en las universidades, los estudios académicos y el dinero pueden fortalecer el liderazgo, nunca sustituirlo”.