Comentaré el libro En el crisol, de Giordano Encarnación, el cual representa un excelente ejemplo de las inquietudes espirituales e intelectuales de este médico ocoeño retirado, pero activo como profeta del Altísimo. La temática del libro es la persistencia de la luz. La luz es el más elocuente símbolo para representar a Jesucristo y todo lo que Él significa, por ejemplo, la luz es redención, vida, salvación.
Apreciemos estos versos:
“La luz de este verano alumbrará en otoño
el sol de primavera siempre estará presente.
La luz que yo conservo es mi luz interior”. (página 99).
El fuego ablanda hasta a los metales, pero un crisol es un artefacto hecho de un material refractario, es decir que resiste la acción del fuego sin alterarse. Del fuego sale el calor y también la luz, para Giordano, estos elementos son factores de gozo porque apuran la purificación del alma, como prueban estos versos:
“En mi interior hay fuego
Igual que sintió Elías
Cuando subió a los cielos
En su carro de amor”. (pág. 102)
El fuego más la luz es lo contrario del frío; el verano, el sol significan luz, el otoño y el invierno significan niebla, opacidad y frío. Este poeta empareja las estaciones del año no solo con al ciclo vital del hombre, sino con estados del alma.
¡Cuánto frío hace fuera!
En mí, cuánto calor.
En el ambiente hay frio,
Propio de la estación. (101).
La de Giordano se trata de una poesía religiosa que por momentos admite asomos místicos. La mística es la expresión superior de la poesía. Si ser poeta es un don divino, escribir poesía mística es un don adicional porque la poesía mística incluye una vinculación estrecha con lo sagrado, la poesía mística constituye en muchos casos efluvio de lo divino. La mística aparece en poetas de las diferentes culturas. En la lengua castellana, tenemos ejemplos de poetas místicos en cuyas cumbres aparecen San Juan de la Cruz y Teresa de Ávila, pero también entre los dominicanos, con todo y que somos un pueblo alegre, jacarandoso, merenguero, tenemos poetas místicos destacados, como Máximo Avilés Blonda, ya fallecido, y poetas actuales como Tulio Cordero, Jit Manuel Castillo, Freddy Bretón Martínez y Josanny Moní, entre otros.
En algunos momentos, la poesía de Giordano Encarnación ronda la mística, se acerca a ella y casi la toca. Miren este ejemplo:
“Ya no le temo al frío
que se acerca en octubre.
Ni le temo a la nieve
que pronto llegará.
El fuerte calor que siento
profundo aquí en mi pecho
hace que no le tema
a la nieve polar” (pág.98).
El soporte del fuego que proclama el poeta lo acerca a la actitud de los místicos. Por ejemplo, Teresa de Jesús manifestaba de este modo su aspiración de la vida eterna, porque los poetas místicos asumen una actitud de entrega basados en la confianza de esperar una vida mejor después de la terrenal:
“Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, /que muero porque no muero. / Vivo ya fuera de mí, después que muero de amor; /porque vivo en el Señor…”
Por esa actitud del poeta Giordano Encarnación es que la luz aparece desde el inicio del libro hasta el final. Esta poesía constituye un elogio del fuego y, ya lo he enunciado, la vida del cristiano es comparable al crisol y de ahí el temple y la fortaleza para esperar el encuentro con el Creador. Para alcanzar la santidad es preciso pasar por el crisol.
Observo que Giordano Encarnación compone sus versos a partir de una estrecha relación con Jesucristo. Quiere saborear las cosas del cielo y tan cercana es la relación con el Maestro de Galilea que siente que sea éste quien escribe a través suyo, por eso no se atreve a corregir sus versos, por miedo a borrar algo que haya puesto Jesús. Esto dice:
“Jesús es la poesía.
El núcleo de la ciencia.
Y Él es la inspiración
de sabios poetas” (pág. 28).
Giordano es un mensajero de la luz. La luz es símbolo de sabiduría y de santidad, de salvación. Jesucristo se constituyó en luz del mundo y en varios pasajes de los evangelios reclama también la importancia de la luz, por lo cual advirtió a sus discípulos: “Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa”. (Mateo 5, 12-16).
El volumen está dividido en cuatro libros y el contenido de cada cual hace juegos con las estaciones y con la edad cronológica del autor. Predomina el énfasis en el tiempo cálido porque del calor nace la luz y Giordano describe el proceso de pasar por el crisol que es calor y luz. El frío del invierno puede aludir a un alma en pena, el calor de verano es igual a luz.
Estos poemas religiosos, que el autor llama de amor, están libres de sectarismo, más bien se observa una clara tendencia al ecumenismo. Ese espíritu de unidad entre cristianos se aprecia, por ejemplo, en el poema “Canto al verano”, cuya última estrofa reza:
“Oro por todo el mundo:
por padres de familia.
por el papa, por Clinton
y también por Fidel.
Mi oración es por todos,
Todos necesitamos”. (pág. 91)
El aliento ecuménico se muestra en el hecho de que el poeta ora por personas que no necesariamente comulgan con su práctica religiosa, e incluso el ecumenismo se refleja en el uso de símbolos como el pan y el vino, que están muy ligados a los ritos litúrgicos del catolicismo. Veamos estos versos:
“También este verano
segaremos el trigo.
El trigo que alimenta
con un pan exquisito.
Un trigo que alimenta
y también vivifica.
Todo aquel que lo prueba
no vuelve tener hambre”. (pág. 94).
La religiosidad de Giordano Encarnación le dicta sus poemas, por eso se perciben sus vibraciones espirituales y funge el poeta como heraldo de la Divinidad para transmitir sus vivencias, por eso advierte: “Mis versos son de Dios, ya no son míos. Inspirados por Él han sido siempre, yo solo he puesto pluma y pensamientos; la inspiración es suya eternamente”. (pág. 11).
E poemario refleja el pensar, el hondo sentir y el acrisolado vivir de un hombre plenamente convencido de sus ideas y que escribe porque vive lo que escribe. Estamos, entonces, en presencia de un libro auténtico, obra de un autor auténtico e inquieto que se mueve de aquí para allá sin importar su edad y las diferencias que encuentre a su pensar ni a su sentir durante el trayecto. Por encima de todo, sobresale la sensibilidad espiritual que ha permitido a Giordano Encarnación componer estos poemas cristocéntricos. Enhorabuena.