Todos hemos conocido, tratado o socializado con personas que viven limitadas, en muy bajo perfil, refugiadas en su soledad, con sentimientos de inutilidad, minusvalía y con baja autoestima. A veces nos preguntamos las causas, o los verdaderos motivos que empujan a una persona a compararse, o sentirse en desarmonía o aversión contra su cuerpo, sus emociones, su autoestima y su propio merecimiento personal.
A veces, los sentimientos de vergüenza y autorechazo pueden deberse a los estereotipos construidos por la sociedad que laceran su autoestima, el autoconcepto y su autoestima para sobrevivir en una sociedad de muchas exigencias, de exclusión, de requerimiento y de mucha presión sociales.
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Las personas acomplejadas han vivido traumas o crianza donde fueron comparados o les enrostraron no tener habilidades, talento o inteligencia de los hermanos, amigos o primos; pero también, donde los padres fortalecieron la figura del hijo predilecto, o la maestra, al alumno brillante, y, por demás, los amigos tienden a excluir o rechazar por algún tipo de condición en la personalidad.
La exclusión, el rechazo, la marginalización y el acoso recurrente a una persona le construyen la indefensión aprendida: un estado de minusvalía, impotencia, sentimiento de inutilidad y pesimismo, donde la persona aprende y refuerza las emociones negativas.
Las personas acomplejadas, de forma inconsciente, van fortaleciendo refugios negativos: se aíslan, se limitan socialmente, tienen dificultad para conectar y reconectar con las demás personas, aceptan el conformismo, el acatamiento social de donde se hacen pasivos y de actitudes pesimistas.
Otras de las implicaciones psicológicas, emocionales y sociales de las personas acomplejadas son: la dependencia emocional, la falta de creatividad, el pobre desempeño y la pobre productividad, o el temor a expresar su inconformidad, su indignación por los maltratos y desconsideraciones a los que son sometidos.
Puede que la persona acomplejada tenga buen coeficiente intelectual, talento o creatividad, pero su inseguridad, sus miedos y la baja autoestima, lo limita, lo paraliza y le hace invisible frente a las demás personas.
¿Qué hacer? el acompañamiento debe ser psicoterapéutico, de programa de crecimiento, de construcción y aceptación de su autoestima, de la autoconfianza, de su gratitud y su fortaleza emocional.
¿Cómo superar los complejos? En el acompañamiento se debe trabajar la culpa, la vergüenza, los pensamientos irracionales y lógicos sobre el molestar con su propio cuerpo; además, fortalecer la autocompasión, la gratitud, el auto merecimiento y valoración personal para aumentar confianza y seguridad.
Nunca se debe permitir los maltratos, ni la exclusión, ni comparaciones; sencillamente se debe poner límites, decir no, reclamar derechos y nunca aceptar que las demás personas sean los que decidan las motivaciones o decisiones y resultados de vida.
En la adultez no se puede llegar a los extremos de aislarse, permitir que lo pongan en fila y le administren su proyecto de vida. Sencillamente, hay que “dejar ser” y “dejar llegar” para conectar con la vida y el bienestar social a lo que todos tenemos derechos.