Personas amargadas

Personas amargadas

Por Julio Ravelo Astacio

Los estados anímicos al igual que las enfermedades infectocontagiosas, se contaminan, se transmiten y propagan con similares características, aunque el agente causal en las últimas pudiera ser más específico, mejor definido e incluso poder apreciarse en estudios precisos para cada caso: virus, bacterias, etc.

Cuando de la mente humana se trata, el asunto puede resultar más complejo, múltiples variantes pudieran incidir, desde el inicio de la vida, hasta el adulto.

Cualquier observador habrá concluido, con la apreciación de que juntarse, compartir, divertirse, vivir con algunas personas, resulta harto difícil. No es fácil entender cómo existen seres que: tratarles, ayudarles, disfrutar con ellos, apoyarles incluso, sea un acto prácticamente imposible.

Debemos admitir que existen personas que pudiendo ser miel que todo endulza y engalana, prefieren aliarse con el acíbar y convertirse en personas amargadas, que todo amargan, comenzando con su propia existencia y la de aquellos que con los que comparte.

Pero, ¿es que a ellos les agrada esa forma de existencia, están a placer sintiéndose así y afectando a familiares y amigos con su forma de ser? Claro que no, de ninguna manera.

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Las personas amargadas escogen una forma inadecuada de respuesta ante un conflicto, una frustración, un hecho relevante o no, que modifica quizás sin percibirlo, su modo de respuesta: un divorcio, la pérdida del trabajo, de un esperado ascenso, de una causa que consideraba ganada, pero se revierten los resultados y de ganador pasa a ser gran perdedor, arruinando su existencia.

Entre sus múltiples manifestaciones tendremos: estar siempre malhumorado, incómodo, a disgusto, quejoso, irritable, agresivo, sin iniciativas, molesto con todos y consigo mismo, agrio de carácter, triste.

Pero tenemos que reconocer como estas personas sufren. Que no es agradable estar triste, tener agrio carácter, aburrida la existencia. A ellos al parecer, nada les halaga. No existe el disfrute. Nada les provoca reír de buena gana, sentarse a la mesa en buena compañía, disfrutar una buena comida, un rico postre, una festividad familiar, parecería más que agradarle; molestarle.

Como expresamos en los inicios de este trabajo, los estados anímicos contaminan y se proyectan. Esa imagen de lo que usted siente interiormente es la que percibe todo el que se le aproxima: una vida de un ser inconforme, hastiado, parecería estar harto de sí mismo, de todo y de todos.

Hagamos un alto. ¿A estas personas les place, agrada, disfrutan estar así?

Sabemos que no. Ha errado el camino. Perdido las perspectivas. Se encierra en ese círculo de incapacidad, insatisfacción y desesperanza que lo vuelve persona “Non grata”, sin que nadie lo declarase.

Todo en la vida tiene su día. Los amargados también tiene el suyo: el recién pasado 3 de septiembre. Los dominicanos podríamos pensar en los estragos causados por el “Ciclón San Zenón”, ocurrido en esa fecha en 1930. Ese hecho amargó la vida de muchos de nuestros conciudadanos, algunos podrían pensar que, esa es la razón para que muchos hayan elegido esa forma de vida. Pero resulta que los seres amargados existen en todos los países, en la geografía mundial.

Entonces, ¿Cómo interpretar el hecho? Personas existen cuya capacidad para enfrentar dificultades, conflictos, adversidades, barreras, sea tan frágil que les resulte imposible encontrar una buena salida, una solución a un conflicto o dificultad. En todo, primero llega la negación, que la actitud positiva para buscar la solución.

En cambio, todos conocemos o vamos a conocer, otros seres que luchan desde sus primeros años, enfrentando adversidades, malos tratos, dificultades materiales, sin medir sus dimensiones, y logran salir victoriosos, con satisfacción y sano orgullo, al superar las duras pruebas que les impone la vida.

Tenemos que apelar a la resiliencia, resistir los embates, con la seguridad de ver al final logrados nuestros objetivos.

Convienen precisar que no todas las puertas están cerradas para los amargados.

Una buena atención psicoterapéutica, con orientaciones adecuadas y claras, más según necesidad alguna medicación, puede establecer la diferencia entre el antes y un después.

No podemos permitir a nadie que nos dañe la fiesta de existir. Tampoco vivir a espaldas del dolor y el sufrimiento de los demás.

Vámonos con una nota optimista, ayudemos a conocer y disfrutar las mieles de la vida a esas personas amargadas.