El plátano es un símbolo de nuestra cultura alimentaria, el cual se toma muy en cuenta, especialmente cuando escasea, como en el momento actual, cuando prácticamente ha desaparecido del mercado. Aquellos que tienen la oportunidad de ofrecerlo lo hacen a precios de monopolio; por ello, este alimento casi ha desaparecido de muchos barrios, dado que los dueños de los colmados sienten remordimiento al pedir entre 25 y 30 pesos por una unidad de esta musácea.
He escrito varias entregas relacionadas con este tema y, siempre que podemos, añadimos el comentario de que, siendo una isla, no deberíamos depender de las importaciones para garantizar nuestra seguridad alimentaria, especialmente en el caso de los plátanos, para así mantener nuestra soberanía.
Hicimos el ejercicio de visitar algunos colmados en barrios como Capotillo, Ensanche Espaillat, Buenos Aires de Herrera y 27 de Febrero, donde encontramos que los plátanos estaban excesivamente caros y de tamaño muy pequeño. Los dueños de los colmados consultados expresaron que sus consumidores no pueden adquirir el producto al precio actual.
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En invierno, nunca hay plátanos, ya que, aunque este fruto necesita mucha agua, prefiere el calor y no el frío para su producción. Lo novedoso es que en el invierno de 2022 dijimos lo mismo y nos quedamos esperando a que los precios bajaran al menos a partir de abril de 2023, lo cual no ocurrió, manteniéndose los plátanos caros durante todo el año. Así, hemos tenido dos inviernos y veranos bajo la misma situación.
Nuestro discurso respecto al no es nuevo, pero sí lo es el decreto del presidente para crear una comisión que proteja el plátano. Esto no está mal, pero no solo el plátano está caro y escaso, también lo están sus sustitutos, como la yuca y la batata, entre otros rublos.
En general, la producción nacional no ha sido una prioridad, y la misma situación que afecta al plátano también la sufren los porcicultores, los ganaderos y otros productores, quienes el año pasado lanzaron la alarma por la cantidad de productos importados que compiten con la producción nacional.
El punto número 12 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible prioriza la producción sostenible para garantizar alimentos seguros para los consumidores globales. Que las grandes economías subsidian a sus agricultores es la razón por la cual, por muchos años más, la tierra será la gran proveedora de alimentos.
La soberanía y sostenibilidad en la producción de alimentos requieren de políticas públicas serias para garantizar la provisión de alimentos básicos que sustentan la cultura de nuestros pueblos y hacerlos sostenibles para que las futuras generaciones puedan acceder a ellos.
La producción sostenible no será posible con los esquemas que hemos mantenido hasta ahora; se requiere una renovación de la producción que incluya apoyo técnico, económico y una política pública coherente que estimule la disponibilidad de alimentos soberanos en nuestras mesas.
Siempre que enfrentamos una crisis, los gobernantes de turno decretan la creación de una comisión para enfrentarla, pero al final, debido a la gran cantidad de integrantes, nadie toma acciones concretas. Ojalá que la creada bajo el decreto 62-24 sea la excepción. La soberanía alimentaria es la libertad de consumir todo lo que produce nuestro país, razón por la cual debe ser protegida y estimulada desde la administración del Estado.