Pobreza global: crisis y esperanza

Pobreza global: crisis y esperanza

¿Qué simboliza la pobreza? ¿Qué idea indeterminada puede configurar o determinar la pobreza? ¿Quién pensó aquello que determina tal desigualdad? ¿Quién pensó en algo tan monstruoso, inadecuado, e injusto? ¿Quién marca la diferencia entre los seres humanos? ¿Quién determina la falta de luz, la oscuridad total, el caos original? Y es que la mente pensante se encierra en un círculo vicioso donde nadie es libre de la sensación de desamparo, frustración, desconsuelo que provoca la pobreza. Se trata de un callejón que parece no tener salida.

La pobreza puede ser abordada desde múltiples vertientes: desde el análisis sociológico, gubernamental, político, empresarial, filosófico, religioso, espiritual… Pero el verdadero abordaje es el que se realiza desde la experiencia misma: desde la marginalidad extrema que se vive como una maldición. El no tener que comer, ni con que pagar un espacio para vivir con un techo sobre la cabeza es la más baja e indigna de las situaciones. Es mirar directamente al abismo. Es el vacío existencial diferenciado proveniente de la ausencia de medios para sobrevivir. Es el sufrimiento producido por un bolsillo vacío, por el llanto desesperado de un niño con el estómago henchido de aire. Es la respiración entrecortada y el corazón acelerado de los padres que no encuentran solución.

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El asunto empeora cuando corren las habladurías de los ignorantes: que el pobre es un inconsciente; que es pobre porque quiere, porque no se faja, porque se lo bebe todo en romo, porque es un vago; que no tiene trabajo porque no lo busca. Respuestas fáciles de los que viven en la clase de los consumistas, los nuevos ricos y los multimillonarios de nacimiento o no. Pero el pobre tiene el poder de captarse a sí mismo y de captar todo lo que le rodea; capta además en su exteriorización que a los otros su presencia molesta; que se lo encuentran sucio, hediondo y desvergonzado. Y poco a poco se desarrolla en su alma un resentimiento social inevitable. La experiencia del pobre viene marcada por una realidad constituida por la carencia extrema, la falta de oportunidades, trabajo, educación y salud. El pobre no puede negar su condición, es demasiado obvia, está expuesta a la luz del día y la noche no es capaz la ocultarla. La exhibición externa de su pobreza es su realidad y el que la niega queda como un enajenado. El fenómeno de la aceptación de su terrible condición es esencial como único requisito o vía para superar su condición.

Al pobre le toco nacer en un lugar donde rápidamente nota la falsedad de la aseveración: “Todos los hombres son iguales”. Y es apartándose de esa falacia cuando conoce lo verdadero: “Todos los hombres no son iguales. Y es que como bien dijo Hegel (p. 85) “desde lo falso no se conoce lo verdadero”. La aceptación del concepto pobreza y sus implicaciones, permite conocerse y comprenderse a sí mismo. Desde su verdad interior, desde la idea que tiene del mundo y su relación con él; desde el “Absoluto indeterminado” que se determinó en pobreza, en un ser sin medios para una subsistencia digna. El pobre consciente de sus circunstancias y su situación en el mundo se convierte en una conciencia despierta sobre el saber de sí mismo.

El pobre intenta salir de la situación que lo oprime. Trata de avanzar en su devenir y liberarse de las cadenas sociales y del obtuso destino que lo atan. Sus facultades y potencialidades parecen insuficientes. La frustración se incrementa. Parecería que hay una verdad oculta en la naturaleza que imprime un sello y marca cada vida: un karma, un pecado original, una reencarnación previa, un deseo no realizado, un parto en plena marginalidad en que el nuevo ser humano que llega al mundo desnudo, jamás encuentra una vestimenta que le permita ser y evolucionar, más que el paño lleno de sangre en que lo envolvieron al nacer y que marcaría su dolorosa existencia. “Pero bajo la determinación abstracta el alma es solamente el sueño del espíritu, el nus pasivo de Aristóteles que según la posibilidad lo es todo” (Hegel, 683).

La relación entre las contradicciones y los opuestos en relación a la pobreza puede analizarse desde diferentes perspectivas. Desde la naturaleza dual de la existencia, el budismo enseña que la vida está llena de opuestos y contradicciones, como el sufrimiento y la felicidad, la riqueza y la pobreza. Estos pares de opuestos son parte de la naturaleza impermanente del mundo. La pobreza, al igual que la riqueza, es una condición transitoria que puede cambiar. Entender y aceptar esta naturaleza dual puede ayudar a aliviar el apego y la aversión, promoviendo una visión más equilibrada de la vida. Igualmente, el “camino medio” evita los extremos de la indulgencia y la privación. Esto significa buscar un equilibrio en la distribución de recursos y en la satisfacción de las necesidades básicas sin caer en la codicia o la avaricia. La pobreza extrema y la riqueza extrema son opuestos que crean sufrimiento y desequilibrio en la sociedad. Pero recordemos la interdependencia de todos los fenómenos. La riqueza y la pobreza están interrelacionadas; la existencia de una está a menudo condicionada por la otra. La comprensión de esta interdependencia puede fomentar una mayor solidaridad y compasión hacia los pobres, promoviendo acciones colectivas para reducir las desigualdades.

Por otro lado, desde la perspectiva sociológica la pobreza puede verse como una consecuencia de contradicciones estructurales en la sociedad y el sistema económico. Karl Marx (1844), por ejemplo, argumentó que la riqueza y la pobreza son productos de las contradicciones inherentes al capitalismo, donde la acumulación de riqueza por parte de unos pocos genera pobreza para muchos. Pero, además, impera la polarización y desigualdad. La existencia de opuestos económicos (ricos y pobres) crea una sociedad polarizada. La polarización económica lleva a tensiones sociales, conflicto de clases y puede generar inestabilidad política. Las contradicciones entre las necesidades de los pobres y los intereses de los ricos son una fuente de desigualdad y conflicto continuo. Abordar la pobreza implica enfrentar y resolver estas complejas contradicciones a través de reformas políticas y económicas. Las políticas redistributivas, como la tributación progresiva, el acceso universal a la educación y la salud, y la creación de redes de seguridad social, son intentos de reconciliar estos opuestos y reducir la brecha entre ricos y pobres.

Al integrar estas perspectivas, se puede avanzar hacia soluciones más justas y equitativas para reducir y eventualmente erradicar la pobreza. Pero… ¿Por qué unos nacen en la abundancia y otros en la extrema pobreza? Ni la experiencia ni la conciencia inmediata, ni el raciocinio nos brindan respuestas satisfactorias. ¿Acaso será posible que con el obrar de la inteligencia se pueda conocer, intuir, representar, recordar, o imaginar la gran respuesta. ¿Sera posible el conocimiento de la verdad pura?