¿Por qué las vacunas contra el coronavirus se ponen en el brazo y no en otras partes del cuerpo?

¿Por qué las vacunas contra el coronavirus se ponen en el brazo y no en otras partes del cuerpo?

El ritual se repite en la mayoría de los países: largas filas de personas que esperan su turno, se levantan la manga y reciben la vacuna contra el coronavirus en la parte superior de su brazo.

Pero ¿te has preguntado alguna vez por qué las vacunas contra el coronavirus se inyectan en esa área del músculo conocido como deltoides?

¿Por qué no van a la vena, como algunos antibióticos con los que se busca un efecto rápido, o en los glúteos, como gran parte de las inyecciones?

Lo cierto es que no todas las vacunas se inyectan en esa área del brazo: la de la polio, por ejemplo, se administra generalmente por la boca mientras en algunos lugares la vacuna de la rabia se pone en la barriga.

Recientemente, países como Estados Unidos también han comenzado a probar la vacunación contra la influenza por vía nasal, y otros, como Cuba, han prometido una de igual tipo contra el coronavirus, lo que es un alivio para muchos temerosos de las agujas.

Sin embargo, para una gran variedad de vacunas, como las aprobadas actualmente contra el covid-19, la recomendación es administrarla por «vía intramuscular» y para ello, a través de los años, el deltoides se ha convertido en el lugar privilegiado.

Según explica a BBC Mundo el doctor René Nájera, epidemiólogo y editor del sitio de educación para las vacunas History of Vaccines, del Colegio de Médicos de Filadelfia, se trata de una combinación de razones fisiológicas y prácticas.

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El beneficio de los músculos

De acuerdo con Nájera, con vacunas como las del covid-19 se busca la presencia abundante de tejido, o músculos, que permitan la activación posterior de los anticuerpos contra la enfermedad.

«En el músculo hay mucha vascularización, mucha sangre, y eso hace que haya mayor presencia de células inmunes», señala.

«Esas células son las que pueden recoger la vacuna, ya sea el ARN mensajero en el caso de las vacunas de Moderna o Pfizer o el ADN por medio del adonovirus, en el caso de la de Johnson and Johnson y llevarlas a la célula donde se requieren», explica .

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En esta ilustración se ven células plasma (células B, en naranja) produciendo anticuerpos (en blanco) para combatir un virus (en azul).

Algo similar ocurre con las vacunas china Sinovac y la rusa Sputnik V, que se administran en varios países de América Latina.

«En la vacuna contra el coronavirus se busca despertar las células T y las células B, que son las que atacan el virus. Estas células son como soldados que están en su fuerte, esperando la llamada, y el fuerte en el que se encuentran son principalmente los músculos», agrega.

El experto señala que esto hace que inyectarla directo a la sangre, como algunos sueros, no la haría efectiva, dado que allí no se encuentra la cantidad de células que hay en los músculos y el líquido de la sangre podría diluir rápido algunos componentes de la vacuna.

Un estudio publicado en la revista de la Biblioteca Nacional de Medicina de EE.UU. indica que la administración de las dosis en el área del deltoide «optimiza la inmunogenicidad (la activación de la respuesta inmune) de la vacuna» y «minimiza las reacciones adversas en el lugar de la inyección».

La publicación señala que inyectar la vacuna en otras áreas sin llegar al músculo hace que la presencia de los anticuerpos en la sangre sea significativamente más baja y lleva a «una disminución más rápida de la respuesta de anticuerpos».

¿Es posible utilizar otras zonas del cuerpo?

De acuerdo con Nájera, otras partes del cuerpo, como los glúteos o los muslos, también podrían ser efectivas, dado que son zonas ricas en músculos.

«A los niños, por ejemplo, las vacunas intramusculares se le suelen poner en las piernas, porque es donde generalmente tienen más tejido», señala.

«En los adultos, los glúteos también podrían ser una opción, pero no resulta conveniente porque en ocasiones presentan tejido de grasa, lo cual hace que la vacuna sea menos efectiva», señala.

El estudio de la Biblioteca Nacional de Medicina coincide en que, aunque tradicionalmente se pensaba que los glúteos eran un sitio apropiado para la vacunación, las capas de grasa presentes allí en algunas personas no contienen las células apropiadas que son necesarias para iniciar la respuesta inmune.

«El antígeno también puede tardar más en llegar a la circulación después de haber sido depositado en la grasa, lo que lleva a un retraso en el procesamiento de la respuesta inmunitaria», indica.

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La ilustración muestra anticuerpos atacando al virus que produce la enfermedad covid-19

Nájera señala que a nivel de logística, el antebrazo también resulta más práctico, dado que se perdería más tiempo si una persona se tiene que desvestir para ser vacunada.

Señala que cuando se requiere vacunar a la mayor cantidad posible de personas en el menor tiempo, como en una campaña de vacunación, el hecho de solo tenerse que levantarse una manga suele ser más efectivo, e incluso más práctico para muchas culturas, donde desnudarse puede ser visto como tabú.

¿Por qué han variado los sitios de vacunación?

El experto en historia de la vacunación señala que encontrar los lugares apropiados para inyectar las vacunas y las mejores formas de inoculación ha sido resultado de más de 200 años de historia.

«Para la primera vacuna que se inventó, que fue contra la viruela en 1797 en Inglaterra, se utilizó otro virus que venía de las vacas -de ahí la palabra vacunación- y se inyectaba no con jeringas, sino con una aguja de metal con dos puntas (aguja bifucarda)», recuerda.

La aguja y la jeringa como la conocemos ahora llegarían a mediados del siglo XIX, cuando se utilizó por primera vez para la vacuna contra la rabia.

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Las características de las vacunas también determinan la naturaleza de la respuesta a nivel de los anticuerpos.

«En ese entonces, ya se pensaba en cuál lugar sería mejor para las vacunas. Louis Pasteur la dio directo al abdomen, porque entendió que estaba usando un virus atenuado y por tanto necesitaba un lugar cálido para que se multiplicara. Se dio cuenta que el abdomen era el lugar ideal», señala.

Las vacunas orales, según el experto, llegaron cuando se descubrió que el cólera era trasmitido por una bacteria y se pasaba por alimentos o bebidas contaminadas.

«A inicios del siglo XX se comienza a entender mejor cómo funciona el sistema inmunológico, sus diferentes componentes y reacciones y ahí se va entendiendo el potencial de la vía intramuscular para algunas vacunas», dice.

En el futuro, Nájera espera que las vacunas encuentren también nuevas formas y lugares de administración que incluso superarán las actuales jeringas o gotas.

«Ya tenemos una vacuna contra la influenza que se da por medio de la nariz. Actualmente se están haciendo ensayos de vacunas que se administran a través de parches, o con espray o aerosol que te lo ponen y respiras. También con algún aditivo en la comida o la bebida en lugar de la inyección», apunta.

«Es muy significativo el número de personas que tiene miedo a una inyección o las que no tienen acceso a una clínica para que los inyecten y con estas nuevas formas se garantizaría el acceso a las vacunas a miles de personas sin necesidad de médico», agrega.