Lo mucho, como dicen por ahí, hasta Dios lo ve. Es por eso que hace tiempo, mucho tiempo, que las dos exoneraciones abiertas que reciben nuestros legisladores constituyen un insulto que nos estrujan en la cara sin que podamos hacer nada para impedirlo a pesar de que se supone no deben legislar en su propio beneficio, un impedimento legal al que le han pasado por encima con impunidad absoluta, y por eso están ahí los barrilitos, cofrecitos y demás privilegios a los que será muy difícil que renuncien por voluntad propia. Por eso está destinado a ser tan solo un deseo expresado en voz alta, que no pasará de ahí aunque lo haya expresado en el país mas presidencialista de la bolita del mundo, la petición del presidente Luis Abinader a los legisladores para que eliminen o limiten las exoneraciones de vehículos que “les tocan” por periodo.
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“Qué bueno que tú lo mencionas porque ese es nuestro deseo, y yo quisiera que los legisladores asumieran esa idea nuestra de limitarse las exoneraciones, limitarse a una y limitar el monto también”. La respuesta a su petición llegó de inmediato desde un diputado de su propio partido, el representante de Monte Cristi Roseny Polanco, quien propone que al sacrificio que pidió el mandatario se sumen también, renunciando a sus privilegios, funcionarios públicos y sectores de la vida nacional, como por ejemplo las exenciones fiscales y las subvenciones de combustibles.
Y como todos sabemos, empezando por quien hizo la petición desde el Palacio Nacional, que eso no va a suceder, mucho menos después del fracaso estrepitoso de la reforma fiscal, volvemos a la posición anterior, y también a la indignada irritación que provocan en los que no tenemos tanta suerte, pero no nos subsidian ni la esperanza. Moraleja: no hay quien toque los privilegios que se autoasignaron nuestros legisladores, los que hacen las leyes y sus trampas, pero tampoco las de los sectores que se benefician de exenciones fiscales que, a estas alturas, alcanzan esa irritante categoría.