Promesas y agobio

Promesas y agobio

Carmen Imbert Brugal

Ineludible recordar hoy, el asesinato de los sobrevivientes de la conjura que culminó con el magnicidio el 30 de mayo del 1961. Ramfis Trujillo Martínez completó su hazaña sangrienta, iniciada horas después de la muerte del tirano y, acompañado por sus secuaces, asesinó en Hacienda María a Pedro Livio Cedeño, Salvador Estrella Sadhalá, Huáscar Tejeda Pimentel, Roberto Pastoriza Néret, Luis Manuel Cáceres Michel y Modesto Díaz Quezada. Crimen impune, a pesar de una condena en contumacia.

Y entre los pendientes históricos y el detalle cotidiano de la violencia, el desastre del sistema carcelario, sin dolientes, pero con muchos responsables, acecha el agobio que produce el trajinar por calles y avenidas, sin olvidar el arriesgado tránsito interurbano con los conductores suicidas empeñados en mantener el lúgubre mérito, avalado por la OMS, que coloca a la República Dominicana en la cima planetaria de mortalidad por accidentes de tránsito.

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Existe una especie de resignación mórbida colectiva que asoma convertida en indignación, menjurje de rabia e impotencia. Rodeados de la plaga salvaje, reivindicada durante la campaña electoral cuando los motoncochistas se sumaron al proyecto triunfal que le garantiza impunidad, mascullamos la desesperación, detenidos en los embotellamientos. Mientras tanto, los autores del fallido o suspendido proyecto de la semaforización comparten su gozo con el público motivado en la variación de la medida de coerción que les permite trabajar, estar con su familia, como debe ser y como no ha sido para otros. Entonces se suma a la risa la convicción de que nada terrible acecha y el director del INTRANT, tan locuaz como uno de sus predecesores, elige el camino de las promesas.

Cuatro años después de iniciado el Cambio, ahora período reformador, poco le ha importado el caos en el tránsito. Para contrarrestar las cifras espantosas de muertos y mutilados, víctimas del incumplimiento de la ley, el presidente habló de multiplicar los hospitales traumatológicos, para tratar las consecuencias no para evitar las causas.

El director de Intrant, quizás inconsciente del riesgo que asume, retoma el estilo grandilocuente, deja atrás el “terrorismo” atribuido a Transcore, titubea con el negocio de Parquéate Bien, trata de conquistar a los motoristas, posterga aquellas promesas de transformación para el 2025, extendidas al 2030 y sorprende con un acuerdo, suscrito con la Agencia de Cooperación Internacional de Japón, para mejorar el tránsito y el transporte en el Gran Santo Domingo. Inútil parece preguntar por el destino de otros proyectos, como el Plan de Movilidad Urbana Sostenible, con respaldo de la Agencia Francesa de Desarrollo y de Unión Europea. Sería conveniente saber qué pasará con los semáforos inteligentes, aunque las señales emitidas ayudan a interpretar su destino. El antiguo gerente de EDESUR, como si quisiera conjurar torpezas pasadas, pretende: “transformar el sistema de transporte dominicano, para que sea más seguro, eficiente, accesible y sustentable. ”Para lograrlo tendrá que transar o callar. Fue en su gestión que alguien quiso exhibir poder y paralizó el tránsito en el Gran Santo Domingo, poderío más que confirmado después. Ojalá esta vez, el fundador de País Posible, pueda demostrar que su voltaje es alto.