Por Alfredo Cruz Polanco
En estos momentos cruciales por los que atraviesa nuestro país, la ciudadanía y todos los sectores económicos, políticos y sociales están a la expectativa de lo que pueda ocurrir con la próxima reforma fiscal que el Presidente de la República, Luis Abinader está obligado a someter de inmediato al Congreso Nacional, la cual resulta forzosa, irritante y obligada.
La misma, como lo hemos expresado en otras oportunidades, no debe hacerse a la carrera, aprovechando una mayoría calificada en ambas cámaras legislativas; habrá que tomarse el tiempo necesario, ser prudente, justos y no excluyente a la hora de aprobarla; necesariamente ésta tendrá que ser bien ponderada, discutida y consensuada por todos esos sectores del país.
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No debe ser única y exclusivamente para crear más fuentes de ingresos (más impuestos); debe ser integral, es decir, para corregir todas las distorsiones e irregularidades existentes en nuestro sistema tributario; requerirá la revisión y modificación de la estructura tributaria completa; revisar y desmontar aquellos privilegios, subsidios, exoneraciones y exenciones autorizadas a sectores económicos poderosos que ya no proceden, así como aquellos impuestos que resultan lesivos para los sectores de menos ingresos. Esta no tendría sentido si no es para que los de mayor ingresos paguen más impuestos, que contribuyan a mejorar la calidad del gasto público y la vida de todos los dominicanos.
Los diputados y senadores electos, sobre todo, los del Partido Revolucionario Moderno (PRM), son los más llamados a ser cuidadosos y prudentes al momento de aprobar dicha reforma, pues es injusto y abusivo que se cargue a los sectores de clase baja el peso de la crisis, del derroche, del despilfarro y malversación de los recursos públicos.
Estos solicitan sacrificios pero que ese sacrificio no toque sus intereses y privilegios personales, como son las exoneraciones de vehículos, barrilitos, planes sociales, etc.
Es frustrante solicitarles a los sectores de la clase baja y media más sacrificios en medio de este barril sin fondo, cuando se mantienen tantos privilegios a los sectores poderosos, con un nivel de evasión fiscal tan elevado, ascendente a un 40%, según la propia Dirección General de Impuestos Internos.
Es bueno señalar que esta no actúa cuando se trata de los sectores poderosos y de los que tienen padrinos. Dicha reforma debe crear los antídotos y mecanismos necesarios para evitar dicha evasión.
En vista de que el Estado dominicano no le garantiza al ciudadano común la mayoría de los servicios básicos como: agua potable, electricidad, educación, salud, seguridad social y ciudadana, transporte, etc. este tiene que tratar por todos los medios de propiciarse los mismos; encima de eso, también les quieren obligar a pagar más impuestos.
En conclusión, las reformas fiscales siempre han contribuido a hacer a los ricos más poderosos y a los pobres cada vez más vulnerables, pues los primeros tienen capacidad para evadir impuestos, los segundos, aunque quisieran, no pueden.