“El éxito es una palabra engañosa y su breve y fulgurante brillo a veces nos ciega, y nos impide ver en qué consiste realmente; el éxito económico que es un éxito difuso, pues como todo en esta vida, pasa y muere, como pasa y muere la espuma de la ola sobre la arena de la playa”, dijo ayer el empresario José Luis Corripio Estrada al recibir un reconocimiento en el Senado.
Estas palabras, dichas por alguien que ha sido indiscutiblemente exitoso, debería llevarnos a reflexionar porque todos nos hemos dejado seducir, en algún momento, por ese brillo que nos guiña el ojo a la distancia y nos lleva a olvidar -en el afán por llegar a él- lo esencial.
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Dentro de lo esencial están, sin lugar a dudas, los demás. Tras dar las gracias a quienes lo han acompañado a lo largo de su fructífera trayectoria, el señor Corripio lo recordó de la siguiente manera: “Y es que, recordemos, nuestra gente constituye nuestra mayor riqueza”.
Por ello, asegura que su deber es contribuir a construir un país en el que la gente tenga derecho al trabajo, a la educación, a la salud, a la alimentación y a todo aquello que hace felices a los seres humanos. Lograr ese objetivo debería ser una misión de todos. De hacerlo, sí alcanzaremos el éxito. Felicidades, don Pepín, y gracias por la lección. Sus palabras enseñan a vivir.