Es imposible no mirar hacia Santiago y la hemorragia de renuncias que está desangrando al PLD en esa provincia, que periodistas locales atribuyen al disgusto que generó en esa importante plaza la elección del alcalde Abel Martínez como candidato presidencial, estampida que empezó con la renuncia del exsenador Julio César Valentín para crear su propio proyecto político: el movimiento Justicia Social. La renuncia de Valentín, archirrival político del alcalde de Santiago, se produjo hace ya casi un mes, pero desde entonces no ha cesado la salida de los que le siguen los pasos; hace una semana pusieron su renuncia 200 dirigentes peledeístas del distrito municipal Hato del Yaque, incluido su director Fermín Noesí, y el pasado martes anunciaron que abandonaban su casa política otros cien dirigentes y militantes, entre los que figuran síndicos, regidores, excandidatos a cargos públicos y presidentes de distritos municipales.
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La dirección del PLD ha minimizado esas renuncias y su impacto, pero es evidente que son tan solo síntomas visibles de un malestar más profundo, que necesariamente empieza con la aparente incapacidad del candidato presidencial de ser el factor unificador (por cierto, ¿por donde anda Margarita Cedeño?) que tanto están necesitando los peledeístas para poder volver a tener un partido grande, fuerte e influyente en la vida política dominicana.
Algunos advertimos sobre los riegos, de cara a la necesaria renovación del PLD, de que Abel Martínez se convierta en rehén de la vieja guardia, temor que se acrecentó con la designación de Francisco Javier García como su director de campaña. Pero sus errores y meteduras de pata cada vez que abre la boca hacen pensar que está huérfano de un asesor inteligente y con experiencia; o si lo tiene no le hace caso, lo que es peor.
Y esas son muy malas noticias para el PLD y su futuro, pero sobre todo para los peledeístas de alma y corazón que todavía siguen aferrados a sus siglas y lo que alguna vez significaron.