Por años, los barrios expresaron los niveles de exclusión y concentración de amplios segmentos poblacionales. Ahora bien, el proceso de transformación desorganizada de los grandes centros urbanos incorporó nuevas modalidades de convivencia que, atomizadas por la pobreza y servicios básicos deficientes, condujo por los senderos de la descomposición y sus niveles de conflictividad aumentan como resultado de la profundización de las desigualdades.
El núcleo esencial de cercanía y vinculación primaria que caracterizaban las relaciones entre los habitantes de un mismo sector, fueron sustituidos por desplazamientos masivos hacia los grandes centros urbanos que abrieron sus brazos al ejército de ciudadanos llegados de zonas rurales, seducidos por el sueño de progresar e insertarse social y económicamente.
La lógica de recomposición de los principales barrios capitalinos en las últimas cuatro décadas pasó de articular la inconformidad social vía actividades deportivas, políticas, culturales al interés productivo. De paso, escenario por excelencia de la informalidad laboral donde los ingresos se caracterizan por su baja calidad y diminuto salario. Así el dirigente clubístico, militante partidario dejó su tradicional influencia porque las urgencias de sobrevivir provocaron que un altísimo porcentaje de los habitantes priorizaran las modalidades para sostenerse financieramente, sin detenerse en parámetros éticos respecto de la fuente para su sustento.
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La dinámica del cambio estructural del barrio también modificó los referentes de respetabilidad. Ahora, el exponente de mayor “importancia” lo representa el aventajado y hábil en exhibir su éxito económico que, al constituirse en un Robin Hood, suple las falencias de toda índole en el sector, creando una solidaridad y/o fuente para constituirse en el ídolo que todos aprecian, protegen e intentan emular. Ya los barrios dejaron de representar la fuente por excelencia de respuesta a la inconformidad política canalizada en una militancia aguerrida, dándole paso y cancha abierta a modelos urbanos desconocidos por la lógica social tradicional y de enorme arraigo en capas excluidas que hicieron del “punto” su fuente de acumulación original y la melodiosa “lírica” del hip hop y dembow, el trampolín de modificación patrimonial sospechoso.
Entender el barrio requiere un contacto con una nueva realidad, distante del ejercicio académico y análisis seco de cifras sobre pobreza y desigualdad. Aquí se construyeron las bases de una cultura de los de abajo que, desde la poblada de 1984, exhibe los diversos rostros de años de indignación acumulada y con enorme capacidad de respuesta frente al orden establecido que no los visibiliza.