El tiempo pasa volando. Sobre todo para las personas que contamos con cierta edad. Lo digo, porque dentro de aproximadamente cuatro meses tendremos elecciones municipales y tres meses después elecciones presidenciales y congresuales. En tal sentido, siempre es aconsejable reflexionar sobre estos acontecimientos. Y recordar, además, pensamientos expuestos en ocasiones anteriores sobre el mismo tema.
Muchas veces, a consecuencia de los problemas que prácticamente todo el mundo tiene en mayor o menor medida, se escapan cosas que tienen que ver con el acontecer político. Y aunque algunos entiendan que les son ajenas las cosas que ocurran en los procesos electorales, de alguna manera influyen en la misma cantidad de personas cuyas preocupaciones cotidianas no les permiten dedicarle mucho tiempo a estos procesos.
Si se analiza detenidamente el comportamiento de una parte de los dirigentes de las organizaciones políticas, se podría notar que en muchas ocasiones hay cierto divorcio entre sus conductas con relación a las de la gente común. Y se hace mucho más notorio dependiendo de la naturaleza de las organizaciones y los dirigentes. Matizadas, unas veces por intransigencias e incoherencias y otras por determinado grado de intolerancia.
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En una ocasión escribí que a muchos líderes y dirigentes les falta lo que al pueblo le sobra. Porque a veces, en esos dirigentes se produce una especie de arritmia entre lo que dicen y hacen en determinadas posiciones, frente a las que exhiben en otras. Y a pesar de lo que algunos pudieran entender, este es un pueblo generoso, tolerante, racional pero con sentido común. Por eso, ellos les viven dando lecciones a muchos dirigentes que olvidan que la gente casi siempre escoge el camino más corto entre lo que desea y las posibilidades de alcanzarlas.
En virtud de eso, la experiencia que a los pueblos casi nunca les gustan las sorpresas. Por el contrario, las sorpresas se las viven llevando los que pretenden retorcer lo natural, lo posible y lo lógico.
Hay dirigentes que tratan de buscarle explicaciones al comportamiento de los pueblos. Sin embargo, no solo dejan de autoanalizarse, sino que muchas veces olvidan que los pueblos actúan imbuidos por las circunstancias que les prevalecen. Por motivaciones que pueden considerarse irracionales, pero son propias del medio en que viven.
Hay dirigentes e incluso analistas, cuyos estatus social y económico ha cambiado tanto que no les permiten ver la verdad de manera objetiva. Su forma de pensar y actuar, al cambiar, los distancia de la forma de pensar y actuar de la gente común. Por eso, muchas de sus acciones y análisis resultan erráticas. Y aunque algunos no se den cuenta, el país está harto de oportunismos, incoherencias, y mezquindades. Sobre todo de los que solo piensan las conveniencias grupales. Y es una lástima.
En las democracias institucionalizadas, cuando hay temas que tienen que ver con la nación, se producen afinamiento y unificación de criterios. Comenzando por los políticos, los sectores de poder, las iglesias, las agrupaciones profesionales. Porque es un el deber patriótico unificar el país cuando se trata de la imagen y futuro de la Nación. Pensando y actuando con sentido humano y equilibrado. Con humildad, prudencia y tolerancia.