¿Quién no ha tenido problemas? De salud, económicos, familiares, amorosos, problemas existenciales, sociales y muchos más.
No hay dudas de que estos pueden angustiarnos y hundirnos, pero no es de dudar, tampoco, que estos nos humanizan, nos educan, nos maduran, desarrollan nuestra comprensión y nuestro sentido de la comunidad humana.
Krishnamurti era consciente de la ambivalencia de los seres humanos hacia sus problemas, y escribió: «Luchar con un problema es para la mayoría de nosotros una indicación de existencia. No podemos imaginar la vida sin problemas; y cuanto más ocupados estamos con un problema, más despiertos creemos que estamos.»
Los problemas -como dicen comúnmente- son la sal de la vida. Podemos verlos como retos y como obstáculos superables en nuestro camino hacia los objetivos, pero al agilizar nuestra mente y expandir nuestra imaginación, los problemas nos educan.
Una información importante que encontré leyendo hace unos días sobre el tema, es que en la época actual ha crecido al infinito el número de situaciones problemáticas. Los motivos:
a. Los cambios de todo tipo son más frecuentes y numerosos que en las épocas que nos precedieron: usos y costumbres que sirvieron a nuestros abuelos.
b. Las ideas democráticas, que cada día prevalecen más en las sociedades: las personas tienen el derecho y el deber de afrontar situaciones.
c. Los componentes del mundo moderno son grandes y complejos: Ciudades, gobiernos, empresas. Las situaciones requieren actitudes más dinámicas y una elevada capacidad de decisión.
d. La complejidad lleva a las empresas a gastar infinidad de recursos económicos en consultores y asesores. Pagan por ayuda profesional para solucionar problemas. Si resolver problemas es difícil, advertirlos y reconocerlos puede ser aún más difícil.
Los problemas han dado lugar a la formación de una nueva área de especialización: en los psicólogos y administradores que se dedican al manejo de problemas, lo último en el mercado mundial, los COACH.
La realidad es que estamos familiarizados con los problemas, nuestra mente se alimenta de ellos y, aunque podamos estar angustiados a causa de nuestra preocupación, quizás en el fondo tememos que estaríamos aún más angustiados y perdidos si no los tuviéramos. Disfrutamos con el psicoanálisis y/o con nuestro coach buscando las causas, desenterrando material psíquico subconsciente y sometiéndolo al escrutinio de nuestra conciencia racional, esperando así encontrar soluciones a los problemas que tenemos con nosotros mismos o con nuestras relaciones. Podemos contratar a profesionales, psiquiatras o terapeutas, para que hagan el psicoanálisis por nosotros, pero si no reconocemos que somos criaturas complejas y que la comprensión correcta de nuestras complejidades necesita un tipo concreto de aptitudes, nunca podríamos llegar a conseguir nuestra meta establecida ni el desarrollo de esas habilidades específicas.
Indiscutiblemente buscar una respuesta es evitar el problema, que es precisamente lo que la mayoría de nosotros desea hacer. Pero entender un problema es arduo, requiere sin duda alguna un planteamiento diferente, un planteamiento en el que no haya un deseo oculto de respuesta. Uno mismo debe establecer una relación correcta con el problema, ese es el inicio de la comprensión; ¿pero cómo puede haber una relación correcta con un problema, cuando sólo te preocupa deshacerte de él? La percepción de tu planteamiento proporcionará la relación correcta con el problema, el cual lo crea uno mismo, y, por tanto, debe haber conocimiento de sí mismo.