La vida es corta y poca gente lo sabe. Pocas personas llegan a conocerse y muy pocas saben cómo quieren se recordadas, cómo desean terminar sus vidas y quiénes son sus compañeros de viajes.
Las personas viven tan distraídas que, muchas se olvidan de las prioridades, las propuestas y lo que es significativo en sus vidas. El entretenimiento, las gratificaciones inmediatas, el deseo, la búsqueda del placer y de la cultura del goce, más la sociedad del consumo, son los que mueven y crean necesidades a las personas, hasta convertirla en su prisionero o su esclavo.
Hoy, la gente evita el dolor, el sufrimiento, la soledad y el silencio; prefiere el autoengaño, la distracción, los refugios tóxicos, el escapismo social y vivir del “parecer y no del ser”.
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El colmo de los colmos es que existen personas emocionalmente víctimas de las decisiones de otras personas, ya sea por manipulación, influencia o por asignaciones de roles, donde se vive, se piensa o se tienen resultados esperado por los demás, pero no construidos y priorizados por el dueño de su vida.
Estos motivos y otros invisibles son los que llevan a personas en todo el mundo a buscar soluciones inadaptables, disfuncionales e inmaduras, a refugiarse en las drogas, en el juego o en una religión de forma dogmática o fanática.
Pero también existen las que son víctimas del algoritmo, la tecnología, la publicidad, el neuromarketing y del gasto y consumo excesivo, buscando notoriedad, validación, aceptación social y el nuevo éxito del mercado.
Mientras otros prefieren la belleza, inflar los músculos, maquillar el rostro, intoxicar el cuerpo y vivir del autoengaño, la apariencia y a vanidad de la existencia insatisfecha y de la agonía por el estatus y prestado.
Como psiquiatra y psicoterapeuta, recomiendo las recetas sociales para alcanzar una salud integral en lo físico y en lo emocional.
El ejercicio físico y mental: meditación, yoga, relajación, caminar, moverse o practicar un deporte, son de las mejores recetas sociales.
Otras: bailar, reír, escuchar música; pero sobre todo leer mucho, ayuda al cerebro con la reconexión, la estimulación y la activación química y hormonal.
El abrazo, la caricia, el beso, las palabras que refuerzan y reconocen acciones de la vida de las personas aumentan la oxitocina, serotonina, dopamina y endorfinas, activando el parasimpático, para producir relajación, tranquilidad y paz.
El asumir espacios espiritualmente sanos, trabajo armonioso, amigos saludables, grupos oxigenantes y nutrientes; parejas sanas y divertidas, son recetas para la vida.
Recetas sociales y personales como el auto merecimiento, la autocompasión, la bondad, la fe, la misericordia, la reciprocidad, el altruismo, la solidaridad, el acompañamiento sano, son recetas que permiten que las personas fluyan en la vida, que alcancen el bienestar, la alegría y la felicidad.
Cada quien es responsable de su proyecto de vida, de su felicidad y de una existencia saludable y espiritualmente satisfecha, Son tiempos para fluir, y no para curitas o parches y, menos, para prótesis en el espíritu.
El mundo, la conflictividad, el individualismo y la pérdida del humanismo, han reproducido la epidemia de depresión, ansiedad, estrés, insatisfacción vital, infelicidad y pérdida de la empatía y del compromiso social.
Cada persona es capitán de su propio destino, y de los propósitos de vida que le permitan fluir y ver feliz.