Hoy 
Los dominicanos del fervor patriótico que hicieron posible en sus inicios la existencia de la República merecen de las generaciones que les han sucedido el reconocimiento que consiste en completar su obra de libertad no solo de dominios extranjeros; también de lacerantes problemas sociales por insuficiencia de desarrollo y debilidades institucionales que limitan el usufructo de la emancipación que como pueblo fue emprendida con el trabucazo de Ramón Matías Mella en el marco de acciones impulsadas por la sociedad La Trinitaria tendentes a superar la ocupación haitiana. En toda época los beneficiarios de esa gloriosa lucha deben rendir honores a sus héroes abogando con desvelos por el respeto a la dignidad humana y la suma de valores culturales, políticos, jurídicos y de equidad social haciendo posible desde distintos roles y estatus dentro y fuera del Estado, que éste sea manejado con integridad y eficiencia; que con pasos firmes y actuaciones decisivas esté en marcha acelerada la superación de la pobreza, la ignorancia, la corrupción y las causas de una emigración que ha obligado a residir fuera de su patria a millones de dominicanos.
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Que para pertenecer auténticamente a todos sus habitantes, el país debe hacer posible el bienestar a la mayoría de sus hijos. Un entorno de conflictividad internacional y drasticidades en las relaciones internacionales con tendencia a expulsar inmigrantes y a cambiar el orden mundial con impredecibles consecuencias, obligan a fortalecer las instituciones democráticas, la convivencia y la autosuficiencia dentro de estos límites territoriales para el desafío de avatares externos. Oportuno que el Gobierno se trazara el objetivo de restringir aun más los ingresos irregulares a través de la frontera (que han persistido como fallidos) ante la posibilidad de que la repatriación de medio millón de haitianos desde Estados Unidos exacerbe hacia esta parte de la isla el éxodo mayúsculo desde la vecina nación que cada día se hunde en pérdida de civilización. Por todos los medios, y en todos los órdenes, la soberanía ganada en 1844 debe ser defendida con el espíritu con que fue fundada la República un día como hoy.
