El poder del gobierno
Por: José Francisco Peña Guaba
Les trataré descarnadamente un tema que todos conocemos, pero del cual no nos atrevemos a hablar, mucho menos escribir, no por miedo sino por el prurito de que no se nos acuse de alabarderos del gobierno de turno.
Quien aquí escribe ha pasado alrededor del 70% por ciento de su existencia en la oposición. Este es mi “estado natural”, el que más conozco, estando con demasiada frecuencia del lado opuesto a lo que detentan el poder. He aprendido lo difícil que resulta a los que nos dedicamos al oficio de la Política, llegar al gobierno… aunque le resulta muy fácil a los “corchos” u “oportunistas”.
En este “porcentaje vital” de mi rol como opositor no se cuenta el proceso de “España Boba” que nos ha tocado vivir a quienes supuestamente “llegamos”, porque ganó el partido al cual apoyamos, pero de manera alguna fuimos tomados en cuenta, cómo vi que le pasó a mi familia cuando ganó el PRD en el 1978. Para nosotros no hubo cambios significativos, a excepción de que no sufriríamos más persecuciones ni vigilancia de los represivos servicios de seguridad de la época.
Hay que reconocer que los gobiernos del PRD, a excepción en parte del que encabezó Hipólito Mejía, dejaron a la mayoría del perredeismo fuera del poder. Siempre los sectores externos, como en el caso de la “el Grupo de Santiago” o la “Avanzada Electoral”, que se llevaron tajadas amplísimas de cargos públicos, en detrimento de la dirigencia y militancia del partido, quienes eran sus legítimos merecedores.
En mi espacio de participación me di cuenta de que hay 3 niveles en la integración en el tren Gubernamental. Primero, los que solo están en nómina, que son la mayoría. Que lo único que logran es que los designen como empleados, no reciben “el favor presidencial” de un nombramiento, ni ningún otro privilegio. Segundo, algunos que son nombrados por decreto, lo que los hace tener algún nivel de vinculación con sus otros compañeros también designados y que logran acceder a asuntos cosméticos del Palacio. Pero hay otros, la minoría, que están “en el Poder”. De estos no conozco mucho, porque en ese nivel de participación nunca he estado, pero sé de aquellos que gozan de las mayores prerrogativas presidenciales y que sus opiniones son tomadas en cuenta a nivel del Despacho Presidencial. Son pocos los que logran tener ese nivel de influencia.
Los que están en el poder hacen y deshacen, toman decisiones, por su cercanía con “el número 1”, nadie les dice nada ni osa chocar con ellos, para evitar caer en desgracia.
Casi siempre los influyentes de que les hablo, tienen abiertas permanentemente las puertas del Despacho del mandatario de turno y, por ende, sus criterios, informaciones, recomendaciones, chismes y maledicencias llegan rápido. Aunque siempre se ha dicho “que las cosas del Palacio andan despacio”, cuando de destutanar a alguien se trata no hay dilación alguna.
Algunas veces los que están en el nivel de gobierno se salvan de los chismes palaciegos porque, si bien carecen de poder, gozan de cierto afecto o consideración del Presidente de la República, se les escucha ante cualquier desinformación y, por lo general, se salvan de la ira del entorno, produciéndose una especie de “dispensa presidencial”. Claro está, los que se encuentran a nivel de nómina no gozan de esa suerte y, casi siempre, son cancelados en el acto.
Los que hemos estado largo tiempo en oposición sabemos diferenciar a los que, de una manera u otra, logran ser tomados en cuenta y en cualquier nivel participan de los beneficios gubernamentales, porque quien está abajo las tiene todas en contra. Es frecuente escuchar a nivel de pueblo, que quien está abajo está en “el infierno”, mientras el que se encuentra en el gobierno, está en “la gloria”.
Hay que entender el poder del gobierno. Veamos algunas razones:
1- Los que llegan al gobierno están en nómina. Dependiendo su nivel relacional tendrán un buen salario, con ello les darán una tarjeta para cobrar despreocupadamente mientras dure la gestión. Tendrán seguro médico, en algunos casos hasta internacional, y si están pegaos les asignarán vehículo, combustible, dietas y seguridad. En algunas instituciones hasta les pagan el colegio a sus hijos y les dan compensaciones salariales adicionales. Dígame entonces, en un País con pocos empleos de calidad como los que hay en el sector privado, ¡si esto no es la gloria para el que llegue!
2- A los que “están abajo” se los lleva preso hasta un raso, pero a los que “están pegaos en el gobierno” los respetan hasta los generales.
3- Los que están en la oposición tienen que tener al día todos sus papeles, hasta la revista del vehículo. A los que están en el gobierno nadie les pregunta por papel alguno.
4- A los que “están abajo” los “amarran” de mala manera si andan, aunque sea con una pistolita de mito, mientras los del gobierno pueden andar hasta con metralletas sin permiso.
5- A los que “están abajo” les mantienen pinchados los teléfonos y son muy conservadores con lo que hablan, mientras los del gobierno dicen “de todo” porque se sienten inmunes.
6- A los que “están abajo” se la ponen difícil hasta para obtener cualquier permiso, del tipo que sea, pero a los del gobierno se los entregan con mucha facilidad.
7- El que es de oposición y le deben en el Estado “se embromó”, porque sacarle un pago a un opositor es tan trabajoso como ir a pie de Santo Domingo a la Basílica de Higüey.
8- El que está “abajo” tiene automáticamente todos los poderes en contra, porque en estos países de régimen presidencialista es muy difícil que nadie se quiera poner en desgracia en el Palacio, ni siquiera aquellos que tienen una alta posición en el poder legislativo o judicial.
9- Los primeros que le temen al poder son los empresarios. Le tienen un miedo “como el diablo a la cruz” a las revisiones fiscales de la DGII, y es por eso que al que está “abajo”, muy difícilmente le den la mano, salvo que se vea inminente su triunfo, solo ahí se la juegan.
10- Jamás piensen que los derechos del “ciudadano en oposición” son iguales que los “derechos” de quienes están en el gobierno. Ahí se cumple la máxima de que “a mis amigos, todo; para los indiferentes, la Ley y para los adversarios, nada.”
Por razones como estas es que todos los dominicanos reconocen las bondades de estar en el gobierno, y las profundas desventajas de quien no lo está. Al que está “abajo” se le alejan amigos, compadres, familiares y novias. Se trata del “sentido práctico de la oportunidad”, que acompaña casi siempre a los que han nacido en esta media isla. Me imagino que será así también en otros países donde sean débiles los mecanismos institucionales y donde todo depende del providencialismo presidencial.
La capacidad camaleónica de la mayoría de la gente nuestra nace de una necesidad de sobrevivir a esta realidad, de tratar de mantenerse en una suerte de neutralidad que les permita ponerse la chaqueta del momento, para subsistir en esta “selva de cemento.”
Al que está en el gobierno le sobran invitaciones, al que está abajo nadie lo quiere cerca; al que está arriba todos lo saludan, al que cayó abajo le guardan distancia; los que están arriba viven pródigos de afectos, a lo que están abajo solo los muy leales se lo demuestran.
A los que están en el gobierno las mujeres suelen sonreírles, a los que están abajo “hasta la mujer se le niega.”
Ambos, los de arriba y los de abajo tienen estrés, salvo que los de arriba son “por presión” y los de abajo, por “depresión.”
Al que está arriba cualquiera le presta, pero al que está abajo hasta el colmadero le cierra la cuenta.
Son todas esas razones que hacen que el partido más grande del país sea el de los “oportunistas”, que se han hecho expertos en sobrevivir a la crisis y sacarle el cuerpo a la miseria y a las dificultades opositoras.
Una de las cosas que más fomenta la corrupción es precisamente esa, la diferencia tan drástica entre los que están arriba y los que están o van para abajo, si bien a quienes les toca “volver al abajismo”, se preparan para pasar a su etapa de opositores con los menores apremios económicos posibles.
A los que quieren ser coherentes la vida opositora se les hará difícil, pero les resultará digna. Soy consciente de que con dignidad no se va al supermercado, pero hemos de aceptar que la realidad nuestra es la lucha por la subsistencia y, por eso, no ha de criticarse cuantos medios se utilicen para sobrevivir. Lo que sí es importante es que quienes apuesten a construir un proyecto desde abajo, cuando ganen que sean solidarios y leales con los que estuvieron a su lado, haciendo suya la frase “jamás olvides al que caminó contigo cuando todos los demás inventaban excusas.”