Probablemente sea más fácil convertirse en Bestseller mundial que conseguir el amor de una ciudad, el respeto de un país, la admiración de los estudiantes, el agradecimiento de los lectores y la reverencia de sus pares.
Y sin embargo, no ha sido nada para Rhina P. Espaillat, quien dice que lo único que ha hecho es trabajar. Nacida en Santo Domingo (1932) y formada hasta los 7 años en La Vega, la que reconoce como su patria chica y el origen de sus mayores alegrías y a la vez de sus mayores tristezas, y Jarabacoa, pueblo de su abuela materna, “mamá Julia» y sus familiares Batista y Piña.
No es fácil crecer en el centro de familiares numerosos, gente unida y divertida, al estilo de todas las casas son mi casa… Con la naturaleza rebosante de alegría, formas y colores, llena de cantos de pajaritos y gallos. Abundancia de amor por todas partes y a la vez una red enriquecida por el noble arte de la poesía y la música como divertimento del espíritu de su abuela Apolonia Brache y sus amigos, quienes sin advertirlo, se convertirían en inspiración para la mujer completa y poeta que llegaría a ser.
Se recuerda intentando entender por qué tocaban mientras alguien hablaba -recitaba- pero su cuerpo bailaba al compás de la guitarra y otros instrumentos de percusión. Desde que tuvo oportunidad, con su pequeña voz le preguntó a su abuela: ¿qué es eso? Y ella le explicó la melopea, o de cómo la poesía se hace mejor cuando las cuerdas de una guitarra la acompañan.
Esa experiencia le sembró, a la vez, la pasión por el baile de los caribeños y la devoción por la poesía, tanto que probablemente cree mucho más en Homero y en sus textos que en los dioses y sus religiones. Basta escucharla decir que hasta la Biblia está escrita en versos, que considera muy hermosos y que la comunicación empezó con la poesía en las piedras (Altamira): “todo arte es poesía”.
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Esa sensibilidad le viene de una niña que tuvo que separarse de sus padres a los 5 años, emigrados por problemas políticos. Que tras dos años de ser acogida y formada con esmero y pasión por su abuela, quien le entregó la poesía por el cuerpo. Aún recuerda el viaje junto a su tía Rhina Espaillat, la también notable maestra de La Vega, al puerto marítimo, donde abordó el Life Erickson, barco que la conduciría a reencontrarse con sus padres, en la ciudad de Nueva York.
La alegría de volver a los brazos de sus padres le secó el llanto de haber dejado a sus amadas abuelas, tíos, tías e innumerables primos y primas. De hecho, uno de sus primeros descubrimientos, de los que le devolvieron las ganas de sonreír fue cuando en la escuela su “teacher” empezó a leer poesía en inglés.
Desde entonces, la poesía la reunió para siempre con el espíritu de su abuela.
Ahí descubrió -cuenta-, que hay poesía en todos los idiomas. En ese pequeño detalle con importancia estuvo el génesis de su largo oficio como traductora de textos de español a inglés y viceversa. Logrando importantes traducciones que la han hecho adepta de poetas como San Juan de la Cruz, Sor Juana de la Cruz, Juana de Ibarborou, Gabriela Mistral en sus traducciones al inglés y de su poeta de cabecera al que tradujo al español, Robert Frost, al que considera su favorito entre muchos otros que ha traducido, entre los que se encuentra el dominicano Manuel del Cabral.
Si la traducción es delicada y lo hemos visto en algunas traducciones infames y algunas otras decepcionantes, que matan la esencia, el lenguaje y el espíritu de algunos autores, porque aunque alguien sea un buen traductor de un idioma a otro, Rhina explica que hay que considerar también los aspectos culturales y espirituales de un pueblo, que se reflejan en la literatura de quien escribe.
Eso lo aplica muy bien, por lo cual no se presta a traducir si no conoce el contexto histórico en el cual el autor creó su obra. Y a esta delicadeza se agrega el hecho de que se ha convertido en una de las pocas traductoras de poesía que conserva la rima en la nueva versión de un texto.
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Una de las tareas a la que dedica su tiempo y talento en la actualidad es a la traducción de autores dominicanos, en su mayoría de la diáspora, a los cuales lleva y trata con su arraigada vocación de madre y con admiración por sus obras como el caso de César Sánchez Beras, Juan Matos, Diógenes Abreu, entre muchos otros: “eso lo hago por mi país porque me hubiera encantado ser una poeta dominicana en un idioma vivo, que recoge el habla de los jóvenes de hoy”.
Precisamente, su alianza cultural con Juan Matos, José Reyes, Juan Freddy Armando, los profesores Eugenio Marcano y Belén Atienza y el apoyo de Rossina Anglada y Mercedes Cabral la han hecho parte del interesante proyecto poético virtual llamado Miercoletras.
Así mismo formó parte fundacional de la legendaria Tertulia Pedro Mir en Lawrence y desde que se mudó a Newburyport, a principios de los 90 constituyó un grupo de lectura y creación literaria denominado The Powow Riververs Poets, que inició con 4 miembros y ya tiene 28: “Ya todos han publicado libros y todos lo acompañamos en la supervisión de lo que cada quien escribe, se enmiendan errores, se dan sugerencias… sin que nadie se ofenda. Es un grupo conocido y reconocido en todo el país”, nos cuenta sin ocultar el orgullo que le produce.
En este pequeño y bello pueblo marino, todos quieren y admiran a Rhina Espaillat, a quien le han rendido múltiples honores. Uno de ellos, un árbol con su nombre frente a la Biblioteca Pública de Newburyport, frente al cual posamos.
Rhina es probablemente la dominicana más premiada en Estados Unidos, donde ha sido reconocida con varios premios por sus libros y por su entrega a la literatura, a la promoción de la lectura, a la enseñanza y a la cultura. Pergaminos y placas los hay por cientos en su casa, colgados, sin colgar, en rincones, mesas, etc.
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Ella mentiría si dijera que no le satisface, es una mujer honesta y dice que aunque no ha trabajado con este propósito, se pone contenta cuando los recibe, “especialmente cuando viene de mi pueblo dominicano”.
Estando en su casa le llegaron varios reconocimientos desde la ciudad de Nueva York, ella los colocó cuidadosamente en una de sus mesas. Le acaban de dedicar la feria del libro de LACUHE, donde Juan Matos tuvo la cortesía y amabilidad de representarle.
Su agenda de trabajo está llena, tiene lecturas y coloquios casi a diario. La mayoría de ellos son virtuales, gracias a las nuevas posibilidades de presencia heredadas de la virtualidad.
Tiene su casa llena de libros, un espacio para trabajar sus traducciones y otro para escribir y hacer sus reuniones por zoom. También tiene un hermoso patio interior con plantas provenientes de La República Dominicana, que, junto con algunas muñecas sin rostros y variadas artesanías componen su jardín de infancia vegana.
También tiene un jardín con plantas tropicales conocidas en las islas del Caribe. Asimismo, una colección de esculturas heredadas de Alfred Moskowitz, quien fuera durante 63 años su esposo. Maestro, como ella y artista visual dedicado a la figura humana, plasmando generalmente modelos profesionales, y algunos amigos y familiares, algunos en interesantísimas poses que enuncian lo difícil que pudo haber sido su modelado.
Rhina vive sola desde que Alfred murió hace 6 años, pero sus hijos Phil y Warren con sus esposas y familias viven cerca. Además, dos nietos viven cerca y dos nietos mayores viven en New York, donde también vive un nieto adoptivo, quien fuera una vez su alumno, con su esposa.
Los escritores dominicanos y los académicos que circundan el área, la quieren, le sirven y ella trabaja; escribe, lee, traduce, cocina y mantiene su casa como un museo o una librería bien organizada. Se mueve de una planta a otra, se agacha a recoger algo o se levanta para colocar algo en alguna estructura que le excede en tamaño.
Sonríe, canta, declama un poema y da cuenta de que a pesar de haber sufrido dos accidentes cerebrovasculares tiene aún muchas ganas de vivir y tantas metas por cumplir que cuando le pedimos un consejo para la juventud responde con ahínco: “hay que decirles que no pierdan el tiempo”.
Gracias a Rhina y sus hijos escritores por dejar que penetrara su privacidad y descubriera tantos aspectos de su identidad,