La separación de poderes que contra la concentración unipersonal de mandos sin contrapesos se procura constitucionalmente en muchas partes del mundo incluyendo República Dominicana debería salir robustecida de la próxima consulta electoral. Contra ese propósito de sumar autenticidad a la democracia obran los usos y costumbres de someterse a la preponderancia del Ejecutivo de la que ya los votantes deberían poner distancia valorando a conciencia las ofertas a funciones legislativas para favorecer a los candidatos en atención a los supremos intereses de sus provincias y del país independientemente de sus preferencias para la jefatura del Estado. Una cosa no debería seguir teniendo que ver con la otra. Ninguna «disciplina» partidaria que respete la legítima discrecionalidad de los hacedores de leyes, que reciben mandatos directos de los ciudadanos en las urnas, debería fomentar la incondicionalidad y obediencia a las superioridades políticas, aunque el último vigoroso activismo proselitista de líderes mayores podría determinar la suerte de aspirantes al Senado a la hora de contar los sufragios con riesgos para la independencia de criterio.
Puede leer: Los Haitises y las Dunas en el cuento de nunca acabar
La carísima campaña electoral, criticada esta vez por voces calificadas por el poco valor específico y diferenciador del debate, debería ser cuidada por los liderazgos altos desautorizando la compra y venta de votos, el transfuguismo al que todos han apelado en algún momento; abanderándose en contra del uso de recursos públicos y en pro de poderes separados.