§ 6. Cuando hayan aparecido todos los papeles e informes secretos locales y extranjeros, así como los testimonios orales o escritos de la vida y época del general Imbert Barrera, a los futuros historiadores que dentro de 75 o 100 años establecerán la valoración definitiva de las acciones y discursos de este personaje que gravitó de forma preponderante en la política y la milicia dominicanas en el siglo pasado y en el presente, solo les llamarán la atención cinco momentos históricos de este político y militar dominicano: 1) la gobernación de Puerto Plata en 1947-49; 2) su participación en el magnicidio del 30 de mayo del 1961 y su calidad de miembro de los dos Consejos de Estado; 3) su participación o no en el golpe militar en contra del gobierno de Juan Bosch en 1963; 4) su participación como jefe del Gobierno de Reconstrucción Nacional impuesto por la ocupación militar estadounidense para liquidar a los combatientes constitucionalistas durante la guerra patria antimperialista de abril de 1965; y 5) su participación en varios cargos civiles y militares en los gobiernos de Balaguer y Antonio Guzmán, en los que administró fondos públicos como encargado del sistema de presas en el gobierno de los Doce Años, luego como administrador de la compañía aurífera Rosario Dominicana y finalmente secretario de Estado de las Fuerzas Armadas. Esos historiadores del futuro deberán determinar si hubo o no transparencia en el manejo de los dineros públicos y contrastarán las declaraciones de bienes del héroe ante la DGII con la finalidad de deslindar la frontera entre lo público y el patrimonio privado.
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§ 7. En relación con la gobernación de Puerto Plata, al ser tan corta, es poco lo que los historiadores encontrarán de novedad en un país donde todo se desenvolvía dentro de un riguroso protocolo dictatorial. Pero deberá contrastarse las medidas adoptadas por Imbert a través de su correspondencia oficial con Trujillo o con los superiores inmediatos en la Secretaría de Interior y Policía, así como los testimonios orales o escritos acerca de la persona del gobernador. También determinarán esos historiadores del futuro la veracidad o no del antitrujillismo tanto de Imbert como de su hermano Segundo, de quienes se ha dicho que estuvieron en tratos con la oposición interna previo al desembarco de Luperón en 1949 y posteriormente, según testimonio del propio Imbert, en una conjuración para matar a Trujillo con una bomba preparada en la empresa Mezcla Lista, donde era administrador. Y finalmente, deberán establecer la veracidad o no de la pertenencia de Imbert al movimiento clandestino 14 de Junio y su confirmada cooptación por Antonio de la Maza en la conjuración del 30 de mayo de 1961, según información suministrada por el propio héroe.
§ 8. En el punto 2, los historiadores del futuro deberán concentrarse en la participación de Imbert en el magnicidio del 30 de mayo para deslindar la paja del grano y situar los mitos y leyendas generadas a través del tiempo por el desconocimiento cabal de ese hecho debido a que quienes tramaran la conjuración, responsable de la ejecución del plan político de la toma del poder, murieron todos a manos de Ramfis Trujillo y de los servicios secretos del régimen. De modo que, del hecho, tales historiadores deberán sopesar la versión solitaria de Imbert, quien fue el único sobreviviente al magnicidio, pues el otro sobreviviente, Luis Amiama Tio, no participó en el magnicidio, porque formaba parte del grupo político encabezado por Juan Tomás Díaz, Antonio de la Maza, Modesto Díaz y José René Román Fernández, secretario de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, los historiadores del futuro se centrarán también en los testimonios escritos y orales de familiares y amigos de los conjurados con la finalidad de establecer verdades y falacias, pero muy importante aún es la masa de documentos, desclasificados o no, de los archivos de la CIA, el FBI, el Departamento de Estado y el Pentágono con respecto al hecho y determinar por qué falló la segunda parte del plan, sobre el cual Imbert se ha preguntado insistentemente por qué fracasó. Es posible, y eso hay que determinarlo, que el fracaso se debiera al retiro del apoyo estadounidense a la toma del poder por parte de los conjurados de quienes no poseía absoluto control, algo que se demostró cuando le comunicaron a la Embajada que actuarían solos al enterarse del abandono de los Estados Unidos y es posiblemente a esto que Imbert se refiera como la primera traición. Otro argumento que han aducido muchos cronistas que han tratado el tema quizá se deba al temor de los Estados Unidos a un segundo fracaso del plan de matar a Trujillo luego del primer fracaso de la invasión de Bahía de Cochinos (Playa Girón). El espía de la CIA Lorenzo Berry (Wimpy) supo la muerte de Trujillo a través de una llamada telefónica de su enlace con el grupo de acción. Con toda seguridad este comunicó la información a la estación de la CIA en la Embajada Americana y esta, a la CIA y al Departamento de Estado, lo cual le permitió a Pierre Salinger anunciar, al día siguiente 31 de mayo, la muerte de Trujillo desde París, donde se encontraba junto al presidente Kennedy, de visita oficial en Francia. Y habrán de determinar esos historiadores si a partir de este conocimiento del magnicidio, los Estados Unidos ordenaron ejecutar el fracaso de la toma del poder por los miembros del grupo político. Deberán establecer si ese fracaso fue planificado con los colaboradores dominicanos de la CIA, toda vez que uno de ellos, el general Arturo Espaillat (Navajita) afirmó en alguna entrevista posterior que esa noche él no se encontraba por casualidad en el restaurante El Pony, lo que explica su presencia en el escenario minutos después del magnicidio, porque vio pasar el carro de Trujillo en dirección a San Cristóbal y oyó el estruendoso tiroteo de esa noche, aunque estuvo ahí por coincidencia, según dice en su libro de memorias Trujillo, el último de los césares del Caribe. Santo Domingo: Editora de Santo Domingo, 1967 [1963] (cito la ed. de la revista Renovación s/f, p. 25), (primera edición en inglés, 1963). También deberán rastrear los historiadores del futuro toda la correspondencia de los embajadores y cónsules acreditados en el país, así como las cartas privadas que contengan información significativa acerca de la era de Trujillo desde 1930 hasta 1969, año este último de la muerte de Ramfis Trujillo en Madrid, a fin de contrastar los hechos con las falsedades.
§ 9. Los historiadores del futuro deberán afinar bien la puntería acerca del inicio del verdadero papel político de Imbert Barrera, el cual comienza con los cargos desempeñados en los dos Consejos de Estado como encargado de los asuntos de interior y policía (el primero presidido por Balaguer, que le ascendió a general y ya escudriñarán las motivaciones) y el segundo por Rafael F. Bonnelly, que le encargó de los asuntos de interior y policía, lo cual vinculó indisolublemente a Imbert Barrera con la Agencia Internacional para el Desarrollo, la cual era, junto a la Agencia Central de Inteligencia (CIA), el verdadero poder político en la República Dominicana), encargadas ambas con la Embajada de reconstruir el frente oligárquico dominicano ante el temor infundado de que el comunismo se apoderara del país y esta vinculación con la AID llevó al general, al decir de Esteban Rosario, a ser uno de los colaboradores de la CIA entre 1961-65, junto a otros dominicanos encumbrados, (La CIA en la República Dominicana. Santo Domingo: Argos, 1919, p. 75).
§ 10. No hay mucho que decir en cuanto a la participación del general Imbert Barrera en el golpe de Estado en contra de Juan Bosch el 25 de septiembre de 1963. Imbert siempre negó su participación en ese hecho que cercenó la incipiente democracia en el país. Esa negativa la reiteró el general en la biografía por encargo que acaba de publicarse en este 2024, a pesar de que fue, junto con Amiama Tio, uno de los firmantes del comunicado de los militares justificando las razones por las que tumbaron a Bosch. Esa firma, aduce el biógrafo, la estampó Imbert -argumento baladí cuando existe coherencia interna entre el decir-hacer-vivir-, porque dado el golpe «no podía por sí mismo oponerse a los jefes de las Fuerzas Armadas, pues apenas habían pasado dos años del ajusticiamiento de Trujillo y todavía muchos altos oficiales le tenían gran desconfianza.» (Biografía citada, p. 231). Otro argumento baladí propalado por los oligarcas y sus intelectuales ancilares ha sido que no hubo golpe de Estado en contra de Bosch y que él mismo se tumbó, según confesó al biógrafo de Imbert Fabio Herrera Cabral, viceministro de la Presidencia de Bosch (Ibíd., p.227). El propio Herrera Cabral deja caer inconscientemente el argumento de los golpistas: «… esa acción -de deportar a los empresarios que financiaron la huelga contra Bosch- confirmaría la influencia de marxistas anti-empresariales dentro del Gobierno» (Ibíd., p. 223). Esa desconfianza de los militares en Imbert la experimentaron también Balaguer, Jorge Blanco e Hipólito Mejía, excepto Guzmán. El biógrafo explica esa desconfianza y recelo: «Balaguer y otros políticos temían que la Policía Nacional pudiera convertirse en un feudo o frente de base política para Imbert Barrera.» (Ibíd., p.323). Un último argumento para exculpar a Imbert de participar en el golpe de Estado fue la solicitud de Bosch para que el general le acompañara en fragata Mella que le llevó al exilio, lo que testimoniaba la amistad y confianza que el expresidente le tenía a Imbert. Pero Bosch ofreció, posteriormente, otra versión del hecho. Dijo que pidió que Imbert le acompañara, porque nadie osaría hundir la nave que le transportaba a la isla de Guadalupe. Y lo que cuenta Imbert que le dijo Francis Caamaño al enterarse de que Bosch se negaba a compartir mesa con el hijo del general Fausto Caamaño, llenó de ira al coronel, quien profirió esta amenaza: «¡ Yo quisiera que me dejaran a mí a ese ovejo de mierda, para tirarlo al agua, aquí mismo! (Miguel Guerrero (1993: 267)., citado por Báez Guerrero, p. 232) y otra versión más aséptica de Frank Rainieri confirma lo dicho por Imbert sobre este incidente: «… déjenme tirarlo por arriba de la borda y decimos que se suicidó. ¡Ese es un loco!» (p. 233).
§ 11. De los cinco momentos históricos de la vida del general Imbert, los historiadores del futuro deberán concentrarse con más ahínco en el Gobierno de Reconstrucción Nacional, impuesto por los invasores estadounidenses con el propósito único de enfrentar y exterminar la revuelta constitucionalista de abril de 1965 o, de no lograrlo, al menos contener su avance y su reprimido apoyo en el interior debido a la incapacidad demostrada por las tropas de los generales Elías Wessin y Miguel Atila Luna Pérez de derrotar en el puente Duarte a los constitucionalistas y la inoperancia de la Junta Militar formada como traje de sastre. Solo los militares y analistas estadounidenses y otros extranjeros que han estudiado la revolución de abril dirigida por Caamaño están contestes en afirmar rotundamente que, sin la intervención militar de los Estados Unidos en el conflicto, las tropas regulares no hubiesen podido enfrentar con éxito a los constitucionalistas. Con las obras de Brian J. Bosch y las de otros investigadores y periodistas se liquida el mito de Wessin, Imbert y sus intelectuales ancilares, sean civiles o militares, en el sentido de que las tropas regulares hubiesen exterminado a los constitucionalistas, debido a su apabullante y moderno armamento y al número enorme de soldados. (Continuará).