Reseña del libro: “Antonio Imbert Barrera. Su vida y su obra”

Reseña del libro: “Antonio Imbert Barrera. Su vida y su obra”

§ 12. Al destruir el mito de que las fuerzas regulares de San Isidro saldrían victoriosas en contra de los constitucionalistas sin la ayuda militar estadounidense, Brian J. Bosch dice lo siguiente: «En 1971 el coronel Ramiro Matos González explicó que un simple error a nivel táctico resultó en la cadena de eventos que culminó con la necesidad de una intervención militar de los EE. UU. el 28 de abril.» (Op. cit., pp. 27-28). Como si un error táctico no formara parte de cualquier guerra.

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§ 13. Brian Bosch, agregado militar de la Embajada estadounidense en Santo Domingo de 1971 a 1974 continúa hundiendo el mito de Wessin y compartes: «El día 27 unidades del CEFA provenientes de San Isidro cruzaron el puente Duarte. Sin embargo, los que iban a la cabeza se desplazaban mucho más rápido de lo que podía hacer la infantería. Consecuentemente, los blindados llegaron al otro lado del río sin ninguna protección. Al principio los rebeldes, la mayoría de ellos civiles, al encontrarse de pronto con los tanques, se quedaron pasmados y pensaron en escapar. Sin embargo, la situación cambió rápidamente cuando un pequeño grupo de insurgentes más valiente atacó a los AMX-13 con cócteles Molotov. Al no contar con la infantería del CEFA, los tanqueros se sintieron abrumados y la turba comprendió que tenía más poder de lo que pensaba. A partir de ese momento los rebeldes establecieron una decidida defensa alrededor del tambaleante CEFA en la cabecera del puente en la ribera del río, del lado de Santo Domingo, lo que resultó en el colapso de la fuerza blindada. La una vez potente CEFA se retiró a la ribera del Ozama del lado de San Isidro. Sus oficiales nunca se recuperaron.» (Ibíd., p. 27).

§ 14. Lo mismo que acaba de escribir Brian Bosch lo copia a regañadientes el biógrafo anticomunista de Imbert: «Al finalizar la batalla del puente, como grandilocuentemente designaron los constitucionalistas al pleito, festejaron su triunfo sobre las fuerzas de San Isidro. Fue una lucha desigual entre jóvenes sin entrenamiento y algunos izquierdistas contra soldados profesionales. Aprovecharon errores de los soldados para rechazarlos. La moral de los boschistas fue rescatada por su desempeño. Las tropas de Wessin no tomaron la ciudad y debieron regresar vencidas a su base militar en San Isidro. Los revolucionarios capturaron tres tanques que habían cruzado el puente y no pudieron devolverse.» (Báez Guerrero, op. cit., p. 271).

§ 15. Vergüenza para esos “soldados profesionales”. Ante esta cruda realidad, los militares e intelectuales ancilares de la oligarquía, con la finalidad de justificar su solicitud de intervención militar de los Estados Unidos en nuestro país para que salvaran a la oligarquía de una derrota segura, se inventaron, al igual que en el caso del golpe de Estado en contra de Bosch, el mito de que la revolución constitucionalista había caído en manos de los comunistas. Los perredeístas y los militares constitucionalistas nunca perdieron el control de la revolución.

§ 16. Con respecto a que no hubo batalla en el puente Duarte, los militares y los intelectuales ancilares de la oligarquía no pierden oportunidad para retorcer lo que sucedió históricamente, contrariando por los menos a nueve historiadores y periodistas extranjeros que afirmaron que sí hubo batalla y que el CEFA de San Isidro fue totalmente derrotado y que no se recuperaron nunca de semejante humillación. Entre esos historiadores y periodistas extranjeros, los historiadores del futuro, llamados a establecer el juicio sereno de la verdad, están, en primer lugar.

1) Dan Kurzman (La revuelta de los condenados (Barcelona: Martínez Roca, [1965] 1966):
«Pero repentinamente sucedió algo notable. Cerca de la entrada al puente [Duarte] una docena de cañones de 75 mm. yacían abandonados. De pronto, un hombre no identificado se lanzó desde una casa próxima a uno e los cañones y apuntó al primer tanque que avanzaba por territorio rebelde. Disparó y hubo una explosión. La bala había dado milagrosamente en el tanque y lo había destrozado. Durante unos segundos se hizo un terrible silencio. Luego la gente se materializó saliendo de todas partes, al parecer, y empezó a atacar a los tanques restantes, disparando las armas. Los soldados de infantería de Wessin iniciaron la retirada, y lo mismo los tanques. La gran fuerza militar había empezado a desintegrarse ante unos 3.000 soldados (Caamaño hizo subir la cifra a 10.000 profesionales y amateurs. Con sus rifles anticuados y explosivos caseros.» (P. 172);

2) Piero Gleijeses. La crisis dominicana (México: Fondo de Cultura Económica, [1978] 1985):

«Las tropas de Wessin abandonaron el terreno tan penosamente ganado esta tarde. Cruzaron una vez más el puente Duarte, pero esta vez en dirección a San Isidro. Poco después de las seis, se retiraban a la ribera oriental del Ozama. La ofensiva ‘leal’ terminaba en derrota; la Operación Limpieza había salido al revés.» (P. 254);

3) Abraham F. Loewenthal. El desatino dominicano (Santo Domingo: Editora de Santo Domingo, [1972] 1977);

«Por el Este, en el lado occidental del puente Duarte sobre el río Ozama, las tropas del general Wessin fueron forzadas a retirarse de su punto de mayor avance por el contraataque de las tropas rebeldes del ejército (…) Reducidas por deserción y fatiga, no acostumbradas a la oposición ni siquiera a la acción, y sabiendo que sus tanques no eran medios muy efectivos para someter a una población civil para entonces bien armada y excitada, las asustadas tropas de Wessin fueron detenidas.» (P. 109);

4) El jesuita José A. Moreno. El pueblo en armas. Revolución en Santo Domingo (Santo Domingo: Comisión Permanente de Efemérides Patrias [1973] 2015);

«La mayoría de los líderes -encabezados por los coroneles Caamaño y Montes Arache- volvieron al campo de batalla. Todos, en general, habían quedado indignados por la actitud del embajador americano [Tapley Bennett]. Sin otra solución que la deshonra o la muerte, los rebeldes hicieron un contraataque desesperado. Los ataques aéreos continuaron todo el día, pero los tanques de San Isidro, una vez en la ciudad, fueron atrapados por los rebeldes. Algunos de los tanques fueron destruidos, algunos capturados y otros volvieron a San Isidro. A las siete de la noche los rebeldes, una vez más, contralaban la ciudad.» (P.6-87);

5) Jerome Slater. La intervención americana. Los Estados Unidos y la revolución dominicana (Santo Domingo: Comisión Permanente de Efemérides Patrias [1976] 2015);

«…cuando Bennett calificó la revolución de ‘comunista’ e instó a los líderes a rendirse, un hombrote de pecho abarrilado, a quien no había visto nunca, se incorporó de repente y exclamó: ‘Hijo de puta. ¡Yo sé lo que yo voy a hacer!’. Era Francisco Caamaño y su propósito no era estrangular a Bennett allí mismo, como muchos de los asombrados presentes temieron por un momento; por el contrario, se dirigió al puente [Duarte] a reunir a sus fuerzas para resistir hasta el final (… Armados únicamente de armas cortas y cócteles Molotov, se aprestaban a enfrentarse a las fuerzas de Wessin. A medida que los tanques cruzaban el puente eran de inmediato acorralados en las estrechas calles de la ciudad vieja y, o los destruían o los obligaban a rendirse. Si eran capturados intactos, los combatientes constitucionalistas los tomaban y los ponían de nuevo en acción, esta vez con las palabras ‘Pueblo’ pintarreada en los costados. Al otro lado del río, el resto de las fuerzas de Wessin se negaba a cruzar el puente y muchos empezaron a desertar (…) Esa noche, al llegar a San Isidro el primer contingente de la 82 División Aerotransportada, encontraron al ‘hombre fuerte’ de las fuerzas armadas dominicanas, al temido Wessin y Wessin, llorando: Si ustedes no hubieran llegado’, sollozó, ‘nos hubieran matado.» (P. 67-68);

6) Theodore Draper. La revuelta de 1965. Un estudio de caso de la política estadounidense en la República Dominicana (Santo Domingo: Comisión Permanente de Efemérides Patrias, [1968] 2015);

«El general Wessin afirmó que ‘de haber fracasado en convencer a los reluctantes jefes de la Fuerza Aérea y del Ejército de atacar a los comunistas a las 6 a. m. del lunes [28 de abril], los rojos habrían obtenido el poder esa noche.» (P. 122 n. 2). Más adelante agrega Draper, anticomunista al igual que los otros autores que cito más arriba: «No obstante, la teoría del ‘milagro’ comunista nunca fue muy convincente. Si en cuestión de horas los comunistas, que contaban solo con cócteles molotov, algunas ametralladoras y pequeñas armas a su disposición, pudieron superar a un regimiento de infantería y tanques de San Isidro, más otro regimiento de infantería de San Cristóbal, más la fuerza y la Marina dominicanas, ciertamente ellos habrían tenido que ser lo suficientemente fuertes y obstinados como para atacar a los primeros cientos de marines que desembarcaron el 28 y 29 de abril.» (P. 126);

7) Tad Szulc. Dominican Diary (New York: Dell Publishing, 1966);

«In war-torn Santo Domingo the battle for control of the Duarte bridge raged all afertenoon and early in the evening as tank-supported Wessin forces sought to thrust across the bridge and bread into the city. But the rebel army forces an their civilian allies, armed with weapons of every description and the gasoline bombs known as Molotov cocktails, fougth hard and the tanks do not make much headway, tought several times Wessin armor crossed the bridge.» (P. 36). –traducción sumaria: Los tanques de Wessin no pudieron entrar a la ciudad-.

Es evidente que Tszulc escribe por fuente vicaria, porque no vio con sus propios ojos lo que sucedió en el puente Duarte. De ahí su aséptico relato. Debo consignar que Szulc fue uno de los 33 periodistas reclutados por la CIA para atacar y acusar inmisericordemente de comunista al gobierno constitucional de Juan Bosch (Véase la lista completa en Eliades Acosta Matos, 1963: De la guerra mediática al golpe de Estado de 1963. Santo Domingo: Ediciones Fundación Juan Bosch, 2015, pp. 215-230 y que reproduce Esteban Rosario, op. cit., p. 74).

8) John Bartlow Martin. Overtaken by Events (New York: Doubleday, [1966] 1975 ed. española: El destino dominicano. La crisis dominicana desde la caída de Trujillo hasta la guerra civil (Santo Domingo: Editora de Santo Domingo, 1975;

«Ellos [los militares dominicanos] y también los militares norteamericanos, a quienes conocía de la base, y también me enteré de ello en entrevistas posteriores, de que las fuerzas armadas dominicanas se estaban desintegrando prácticamente: de casi treinta mil hombres que comprendía el ejército en mi época, los generales de San Isidro ahora contaban solamente con la fidelidad de menos de mil quinientos hombres en el ejército de tierra, novecientos en el de aire y, probablemente, ciento cincuenta tanques, parte de la Armada, varios miles de soldados prácticamente inútiles, esparcidos por guarniciones diferente, y, aproximadamente mil policías. Los generales mismos estaban desmoralizados. Un oficial del MAAG dijo disgustado que no querían luchar. Me dijo que Belisario Peguero había ido corriendo y llorando a San Isidro. Ni Wessin y Wessin quería luchar. Había retirado a sus tropas de la cabeza del puente del otro lado del puente Duarte. Nuestras tropas aéreas la mantenían. Ahora que habían llegado nuestras tropas, Wessin y los otros jefes hablaban de nuevo con mucha valentía, pero yo sospechaba que ellos querían que nosotros les ganásemos la guerra.» (P. 628, ed. dominicana).

Y, por último, la versión del comandante general de las tropas interventoras estadounidenses, quien edulcora la derrota de las tropas del CEFA, pero afirma que no hicieron el trabajo esperado:

9) Bruce Palmer. Intervention in the Caribbean. The Dominican Crisis of 1965 (Kentucky: The University Press of Kentucky, 1989);

«Within the U. S. bridgenead around the Duarte Bridge, there had been a small CEFA force under a Dominican coronel. Earlier, it had been hoped that these government troops would move west and fill the gap in the city between the U. S. paratroopers and marines, but for reason no comompletely known this never happened. Perhaps the Dominican commander felt that the rebels were too strong for his force to handle, or perhaps he had received orders to return to the CEFA base at San Isidro and leave the problem to the intervening American troops.» (P. 36) (…) «That same day, the Dominican navy again fired a few futile rounds at the palace, but the air force did not fly army operational sorties.» (P. 24).

Esto se debió a que el jefe de la Fuerza Área, Juan de los Santos y el jefe del Ejército esperaban a ver de qué lado estaría la victoria. Pero Wessin confesó luego: «Mandé dos oficiales con metralletas a confrontarlo en su oficina de la base de San Isidro y a punta de pistola lo convencieron de unirse a nuestra resistencia.» (Draper, 76).

Termina el relato del general Palmer, estratega militar del imperio junto al procónsul Martin.

Aplíquese a los intelectuales ancilares de la oligarquía lo dicho por el cantautor Facundo Cabral: «Coman yerba. Millones de vacas no pueden estar equivocadas.
(Continuará).

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