(y 4)
§ 17. El segundo momento más importante en la vida del general Imbert Barrera fue su participación como presidente de un llamado Gobierno de Reconstrucción Nacional (GRN). Los historiadores del futuro se afanarán por demostrar si fue o no una creación del poder imperial de los Estados Unidos con el objetivo de liquidar, o al menos obligar, a los constitucionalistas a negociar el fin de la guerra patria con la formación de un gobierno provisional que llamara a elecciones en 1966 como paso previo a la retirada de las fuerzas invasoras.
§ 18. Los historiadores del futuro deberán determinar si la obsesión compulsiva del general Imbert por controlar el poder político de su país obedeció a la paranoia de un atentado contra su vida proveniente de Ramfis Trujillo o de los militares neotrujillistas balagueristas cuyo jefe visible, el general Neit Rafael Nivar Seijas, amenazó con matar a Imbert si este cumplía su amenaza de matar a Balaguer si entraba al país desde su exilio en Nueva York. La amenaza de Nivar Seijas a Imbert se encuentra documentada en el libro de Cándido Gerón (Juan Bosch. Exilio, el golpe de Estado de 1963 y la revolución de abril de 1965. Santo Domingo: Centenario, 2008 p. 208).
Puede leer: Reseña del libro: “Antonio Imbert Barrera. Su vida y su obra”
§ 19. Los historiadores del futuro aclararán si el atentado en contra del general Imbert en marzo de 1967 fue encargo de Ramfis Trujillo o si el coronel Luis Ney Tejada Álvarez actuó motu proprio o por encargo de los militares trujillistas que siempre recelaron de la gran concentración de poder acumulada por Imbert, sobre todo de su dominio de la Policía Nacional desde los tiempos del Consejo de Estado. Aclararán o no si la caída del avión en que viajaban a Puerto Rico esposa, hija y hermana de Imbert fue accidente o atentado. ¿A quién beneficiaba la muerte de sus familiares?
§ 20. Sobre la invención de la leyenda de que el poder imperial de los Estados Unidos no creó el GRN, constaten qué dicen periodistas e historiadores extranjeros:
1) John Bartlow Martin. Overtaken by Events (New York: Doubleday, [1966] 1975 ed. española: El destino dominicano. La crisis dominicana desde la caída de Trujillo hasta la guerra civil (Santo Domingo: Editorade Santo Domingo, 1975:
«Yo ayudé [a formar el GRN] porque veía que la situación exigía una tercera fuerza. Íbamos a conseguir que los dominicanos hiciesen la paz. Caamaño y los rebeldes no llegarían nunca a un entendimiento con Wessin y los generales de San Isidro. Además, los Estados Unidos no deberían relacionarse con San Isidro, símbolo de la represión.» (Pp. 644);
2) Bruce Palmer. Intervention in the Caribbean. The Dominican Crisis of 1965 (Kentucky: The University Press of Kentucky, 1989):
«By this time Colonel Caamano had been proclaimed the presidente of the Constitutionalist Government; shortly thereafter the loyalists junta, with the support of Ambassadors Bennett and Martin, succeeded in forming a ‘Government of National Reconstruccition’ (GNR) headed by Antonio Imbert, one ot the heroes of the Trujillo assassination and a self-proclaimed general.» (Pp. 52-53). —Traducción brevísima: El gobierno de los EE. UU. creó el GRN de Imbert.
3) Piero Gleijeses. La crisis dominicana (México: Fondo de Cultura Económica, [1978] 1985):
«Washington, empero, no permaneció pasivo. Puesto que la junta militar [presidida por Benoit] estaba demasiado desacreditada, había que encontrar otro Gobierno que desafiara al de Caamaño. John B. Martin, embajador con Kennedy y ahora enviado especial de Johnson, se hizo cargo de la tarea. Actuó con rapidez. Sus principales fuentes de información eran la Embajada norteamericana y su viejo amigo Tony Imbert Barrera. En pocas horas, Martin lo ‘entendió todo’. El 2 de mayo convocó una conferencia de prensa para anunciar sus conclusiones: ‘Lo que comenzó como una revuelta del PRD había caído, en los últimos días, bajo el dominio de castrocomunistas y otros extremistas violentos. Sentí que la situación exigía una tercera fuerza’, escribió más tarde. El presidente del Gobierno de esta ‘tercera fuerza’, Imbert Barrera, estaba a mano, como lo estuvo un segundo miembro, el coronel Benoit.» (P. 264):
Los otros dos compañeros de ruta de Imbert fueron el golpista Carlos Grisolía Poloney, exsenador de la UCN por Puerto Plata en 1962 y exsecretario de Trabajo en el gobierno de facto del Triunvirato; el segundo fue el ingeniero hidráulico Alejandro Zeller Cocco y el tercero el librero y líder de la Iglesia Evangélica, Julio Postigo:
4) Dan Kurzman (La revuelta de los condenados (Barcelona: Martínez Roca, [1965] 1966):
«Martin [John B.] entonces se dispuso a ayudar a Imbert a formar gobierno, invitando a los prominentes dominicanos a su casa, donde intentó persuadirles de que se unieran a la proyectada junta.
(…) la misión Bundy, al llegar a Santo Domingo, perdió poco tiempo en visitar a Imbert en su intento de persuadirle de que dimitiera. Imbert se negó en redondo: —Ustedes, los americanos, fueron los primeros en decir que Caamaño estaba controlado por los comunistas —dijo— Y ahora quieren que yo me una a los comunistas. Imbert, que había conseguido su posición después de años de complot, de planes e incluso de jugarse la vida, se proponía resistir todas las presiones para derribarle por parte de los EE. UU. Hizo discursos pro-Imbert y anti-América en varias ciudades. Envió hordas de mujeres armadas con pancartas que decían ABAJO EL COMUNISMO a la embajada americana, para protestar de los esfuerzos de los EE. UU. por tratar con los rebeldes.» (Pp. 224, 276).
Los Estados Unidos le regalaron la presidencia del GRN: El que otorga el poder tiene poder para quitarlo. Eso le sucedió a Imbert cuando los Estados Unidos decidieron poner fin a su impopular ocupación militar y para salir del atolladero nombraron una dictadura comisaria encargada de celebrar elecciones en junio de 1966:
5) Abraham F. Loewenthal. El desatino dominicano (Santo Domingo: Editora de Santo Domingo, [1972] 1977):
«Los funcionarios americanos luego insistían en que el gobierno de los Estados Unidos no tenía candidato para encabezar un nuevo gobierno dominicano, ni deseaba sugerir candidato alguno, aunque el exembajador John Bartlow Martin trabajaba en la casa del general dominicano Antonio Imbert ayudándolo a formar gobierno. No bien había anunciado la formación del gobierno de Imbert cuyo reconocimiento diplomático había recomendado el embajador norteamericano W. Tapley Bennett, Jr. que Washington parecía determinado a ignorar y hasta socavar al régimen de Imbert.» (P. 4);
6) José A. Moreno. El pueblo en armas. Revolución en Santo Domingo (Santo Domingo: Comisión Permanente de Efemérides Patrias [1973] 2015):
7 de mayo de 1965: «El embajador Martin logra establecer una junta integrada por cinco hombres y encabezada por el general Imbert, para reemplazar la junta militar de San Isidro. Hay ahora dos gobiernos en el país: el gobierno constitucionalista encabezado por el coronel Caamaño, y el gobierno de reconstrucción nacional encabezado por el general Imbert (…) La junta de Imbert renuncia en abierto desacuerdo con las negociaciones del Comité Ad-Hoc. Sesenta disparos de motero son lanzados durante la noche contra la zona rebelde.» (P. 350, 352);
7) Jerome Slater. La intervención americana. Los Estados Unidos y la revolución dominicana (Santo Domingo: Comisión Permanente de Efemérides Patrias [1976] 2015):
«El gobierno de Imbert, fue, por lo tanto, creación de John Bartlow Martin y no de la Embajada Americana, del Departamento de Estado ni del gobierno de Johnson. Además, el propio Martin, por supuesto, no tenía como objetivo establecer una dictadura militar; solo se dirigió a Imbert porque veía en él ‘un hombre de acción, un ente activo, y, por otra parte, un’ proamericano’ y podía, por lo tanto, ser controlado: ‘Tony nunca iría en contra nuestra’, expresó Martin a un amigo dominicano.» (P-112);
8) Theodore Draper. La revuelta de 1965. Un estudio de caso de la política estadounidense en la República Dominicana (Santo Domingo: Comisión Permanente de Efemérides Patrias, [1968] 2015):
«Y, hasta donde los lectores de Life podían saber, así fue cómo Antonio Imbert solicitó el empleo para formar y encabezar otra junta. El hombre que se había involucrado en el desorden del asesinato de Trujillo, que se había metido como uno de sus siete miembros en el desorden del consejo de Estado posterior a Trujillo, que había sido uno de los principales empresarios del desorden que había dado como resultado el golpe contra Bosch y que había hecho del desorden de la Policía dominicana su feudo privado, fue persuadido, con reluctancia, a unirse al desorden de la toma comunista del poder de mayo de 1965 —por su país, por él mismo—.» (Pp. 141-42);
Esta invitación a Imbert a unirse a la revolución la documenta la carta sin fecha de Emilio Rodríguez Demorizi al magnicida, sin duda aprobada por Caamaño (Silveria y Emilio Rodríguez Demorizi. En la revolución constitucionalista. Santo Domingo: Taller, 1995, pp. 144-45); y,
9) Tad Szulc. Dominican Diary (New York: Dell Publishing, 1966); Friday, May 7th: «In the late afternoon the junta headed by Colonel Benoit obediently resigned and shortly afterward ‘Tony’ Imbert was sworn by Supreme Court President Julio Cuello as president of what was to be known henceforth as the ‘Government of National Reconstruction’ (…) Actually I have sound reasons to believe that the Embassy and the Administration did not expect the Imbert junta -as it invariably called despite its formal title of ‘Government of National Reconstruction’- to be in business for a very long time.» (Pp. 164-165, 166). —Traducción brevísima: El gobierno de los EE. UU. creó el GRN de Imbert.
§ 20. Como se aprecia, sin el apoyo militar, logístico y político de los Estados Unidos, Imbert jamás lograría vencer a los constitucionalistas. Los Estados Unidos eran el único poder militar capaz de aniquilar a los constitucionalistas, pero el costo político hubiese sido muy alto: la destrucción de la ciudad y sus primicias culturales y una gran matanza de parte y parte. Además, aparte de la paranoia anticomunista, ese no era el objetivo capital de la ocupación militar estadounidense, sino este que señalan varios autores (Loewenthal, op. cit., pp. 206-07): «… mientras Kennedy y Johnson utilizaron mecanismos diferentes para dominar la sociedad dominicana (…) su objetivo fue siempre el mismo (…) mantener un lugar seguro para las inversiones con una alta tarifa de beneficios, desarrollar un mercado para productos y servicios, (y)…asegurar una fuente de materias primas y mano de obra baratas.» (Fred Goff y Michael Locker, “The Violence of Domination: U. S. Power and the Dominican Republic”, en Irving Louis Horawitz, Josué de Castro y John Gerassi, ed. Latin American Radicalism: A Documentary Report of Left and Nationalist Movements (New York, 1969 pp. 249-291).
§ 21. Para concluir, cito a dos historiadores dominicanos exentos de sospechas comunistas o antiestadounidenses, intelectuales ancilares de la oligarquía, pero como investigadores, ideológicamente bastante independientes. El primero, Frank Moya Pons, dice sin tapusos lo siguiente: «Entre mayo y septiembre de 1965 hubo dos gobiernos militares en la República Dominicana: uno, llamado ‘gobierno constitucionalista’, presidido por el líder militar de la revuelta, el Coronel Francisco Alberto Caamaño; y el otro, llamado ‘gobierno de reconstrucción nacional’, presidido por uno de los matadores de Trujillo, el General Antonio Imbert Barreras (sic), un enemigo declarado de Bosch y de los comunistas, a quien los Estados Unidos escogieron e instalaron como presidente para manipular la política local.» (Manual de historia dominicana. Santo Domingo: 11ª ed: Centenario, 1997, p. 535). El autor repetirá tal cual esta misma afirmación en “Historia contemporánea de la República Dominicana”. México: Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 184).
El otro, Bernardo Vega, afirma lo siguiente: «Los funcionarios, quienes sabían sobre la decisión de su presidente de colocar en el poder a Balaguer, habían puesto temporalmente en esa posición a un enemigo suyo y era necesario explicarle al expresidente las causas de esa movida, e impedir que atacase al gobierno que servía como contrapeso a los ‘comunistas’ de Caamaño. En esos días se hablaba en Washington de que el gobierno de Imbert era un gobierno ‘kleenex’, pues ‘era útil, pero desechable’. En efecto, el plan era salir de Imbert una vez se formase un gobierno que fuera lo suficientemente aceptable y que pudiese organizar las elecciones.» (“Cómo los americanos ayudaron a colocar a Balaguer en el poder en 1966”. Santo Domingo: Fundación Cultural Dominicana, 2004, p. 143).
Los historiadores del futuro, si adoptan el método de las vidas paralelas de Plutarco, realizarán como tarea un estudio comparativo entre las vidas de Imbert y Trujillo, ni siquiera entre Caamaño e Imbert, aunque coetáneos, porque el líder de la guerra patria es radicalmente lo opuesto a Imbert. No lo digo yo, sino Draper (pp. 139-142) y Martin (p. 197-99). El autor de la biografía de Imbert no cita a ninguno de los nueve periodistas e historiadores extranjeros que analizaron la posición de Imbert con respecto a la revolución de abril y cómo se formó el Gobierno de Reconstrucción Nacional de 1965 y, mucho menos a Moya Pons y Vega.
El autor de la biografía de Imbert y sus familiares no abrigaron nunca el propósito de escribir una obra de un personaje con luces y sombras, sino una hagiografía.