Rodil Antonio: dos actos de recordación a tu memoria. Hoy, mi pequeño y ambicioso caficultor, hubieres cumplido 27 años de edad, si no hubiese ocurrido aquel fatal y mortal accidente en la motocicleta de tu hermano, que el 31 de diciembre del pasado año 2020, te arrebató del seno de nuestra familia, llenando de luto a todos aquellos que te conocieron y quisieron.
Te habías propuesto sembrar unas 90 mil plántulas de cafeto de variedades tolerantes a la roya. Hoy, tu hermano Osmany lleva casi 150 mil y para el año que viene, se completarán las 300 mil, que originalmente te habías proyectado sembrar, si ese golpe artero no sesga tu vida.
En la finca, ya están instalados los bustos de mis progenitores, tus abuelos; por eso, y para tenerte presente en mi memoria cada vez que suba a la Cordillera, tu busto, que en un rato tu hermana Astrid develará, significará la permanencia de tu presencia, en la plantación que iniciaste. También será motivo, para que tu padre, recuerde los felices momentos que disfrutó, cuando llenabas un cantero de cafetos y me decías: “Pa, están listos para la siembra”.
El enorme vacío que dejaste en la familia, será ahora suplantado por el busto en bronce de tu juvenil y bisoña figura, que pronto develaremos, el cual será un faro de luz para tu familia y todos aquellos que disfrutamos de tu cariño, tu alegría y espontánea bondad. La parca te arrancó de este Mundo, cuando apenas iniciabas el balbuceo en trabajos de gran envergadura en la tan decaída caficultura nacional.
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A veces, de noche te presiento en mi habitación rondando como solías hacer, cuando furtivamente penetrabas para hurtar las frutas secas que me dejaban en la bandeja sobre la neverita de noche. Te recriminaba cariñosamente. Ahora, como añoro esos venturosos momentos pletóricos de felicidad, que desgraciadamente nunca volverán, los cuales disfrutaba plenamente.
Quedaron truncos los otros proyectos que tenías en mente ejecutar una vez terminaras con la siembra de los cafetos. Te habías propuesto formar una asociación de jóvenes caficultores para restablecer los sembradíos que la roya diezmó en la Cordillera Septentrional y que ya habías iniciado los trámites en el INDOCAFÉ, para reponer el enorme vacío dejado por el pernicioso hongo, que devastó en todo el país nuestros cafetales.
He tenido que cargar con la pesada cruz de tu inesperada partida y no poder seguir disfrutando de tu presencia y de aquellas preguntas que siempre tenías a flor de labio, para tratar de no equivocarte en tus decisiones.
Nunca pasó por mi mente que el menor de mis hijos, apenas iniciándose en la vida adulta, fuese arrebatado por la parca que no tuvo en cuenta su bondad y sus ansias de vivir, ya que pensaba, una vez que él cogiera el piso relevarme, ya que la edad empieza a traicionarme. En verdad, el que ha perdido parte de la vida soy yo, que no llego a asimilar las imprevisibles predicciones del destino.
Al menos, dentro de todas las desgracias que conllevó tu partida, me consoló que la fosa tuya quedara sobre la de tus abuelos, quienes te protegerán en tu tránsito por lo que conocemos como el más allá. Un joven como tu, mi querido Rodil Antonio, de seguro te granjearas las mismas consideraciones que disfrutaste en la vida real y que ahora echamos de menos por tu imprevista partida.
Mi querido Chupi, espero que cuando me llegue el momento de la cesación de la vida, que seas tú, junto a mi querida madre, quienes me acojan y me conduzcan en los misterios de lo ignoto.