POR DOMINGO ABREU COLLADO
Así como los animales pueden reflejar la felicidad mediante la risa y la sonrisa -que como dijimos, no son atributos sólo de los seres humanos-, también pueden reflejar el miedo, el recelo y el terror. Y no solamente frente a los seres humanos, sus principales enemigos, sino frente a los otros animales para los que son el eslabón más próximo de la cadena alimenticia… demasiado próximos como para no sentirse nerviosos y en peligro.
El miedo es una de las sensaciones más comunes entre los animales. Incluye el miedo a la oscuridad, al agua, a la soledad y a lo desconocido. Entre los animales con pelaje es notorio el erizamiento de pelos frente a situaciones de terror, así como el desorbitamiento de los ojos, la micción y la defecación involuntarias.
En algunos grupos de animales el terror empuja hacia la agresión, o por lo menos la amenaza de agresión. Pero siempre será el rostro la parte del cuerpo en la que se manifiesta con mayor énfasis la situación de terror por la que se atraviesa.
Para el neurólogo Isaac Marks el miedo se expresa igual en el hombre que en otros animales: Quizá no sea cierto que todas las formas de conducta emocional tengan un largo pasado evolutivo. Por ejemplo, puede que la culpa y la vergüenza sean emociones características del hombre. Sin embargo, como veremos, la conducta de defensa del hombre parece tener un claro pasado evolutivo. Como consecuencia, podemos estudiar las respuestas del miedo en los animales con el propósito de aclarar cuales son, los mecanismos del miedo en el hombre, incluyendo el miedo patológico.
El estudio del miedo en los animales nos lleva necesariamente al ambiente en que se desenvuelven para sobrevivir. En ese sentido, Marks indica que todos los animales tienen que protegerse de situaciones de peligro para sobrevivir, y sólo existe una cantidad limitada de estrategias a las que los animales pueden recurrir para defenderse del peligro.
Las reacciones animales ante el miedo, según Isaac Marks, pueden resumirse de la siguiente manera: retirada,(evitar el peligro o huir de el), inmovilidad (quedarse paralizado), agresión defensiva (aparentar ser peligroso o responder atacando) o sumisión (apaciguamiento). Resulta asombroso el grado en que estas estrategias se observan en todos los vertebrados.
El miedo en humanos y animales
Joseph LeDoux, neurofisiólogo, considera que el miedo está en la base de muchos comportamientos humanos y afecta de una manera u otra al equilibrio y desarrollo del ser humano. Algo similar debe ocurrir con los animales, puesto que también están expuestos a situaciones de terror, tanto frente a los humanos como a depredadores.
La aparición del miedo en los animales es consecuencia de la entrada en funcionamiento de un mecanismo cuyo propósito no es el miedo en sí, es un mecanismo que detecta el peligro y produce respuestas que aumentan la probabilidad de supervivencia en una situación peligrosa de la forma más ventajosa posible. En otras palabras, es un mecanismo de la conducta de defensa. Estas conductas representan el funcionamiento de los mecanismos cerebrales programados por la evolución para enfrentarse al peligro de forma rutinaria, dice LeDoux.
Abundando sobre las sensaciones aterrorizantes, LeDoux dice que los sentimientos de miedo son un producto derivado de la evolución de dos sistemas neurológicos. Uno que sirve de base para la conducta de defensa y otro que crea la consciencia. Ninguno de los dos por separado basta para producir el miedo subjetivo. Sentir miedo puede ser muy útil, pero no es una función que la evolución haya programado en el mecanismo neuronal de defensa.
El miedo: igual en el hombre que en los animales
Los estudios de Joseph LeDoux conducen a homologar las sensaciones de miedo entre las personas y los animales, al decir que éste se expresa igual en unos como en los otros.
Agrega que es posible encontrar pruebas sobre el miedo escarbando en el entorno de muchos tipos de emociones que a primera vista podríamos juzgar como la antítesis del miedo.
Ahora, un sentimiento paralelo puede atraer una salida al miedo: el coraje, definido por LeDoux como la capacidad para superar el miedo.
Una descripción elaborada por Caroline y Robert Blanchard nos aporta importante información sobre el miedo entre los animales partiendo del miedo en los seres humanos: Si pasa algo inesperado, como un fuerte estruendo o un movimiento repentino, las personas tienden a reaccionar inmediatamente(..) dejan de hacer lo que estaban haciendo(..) se giran en dirección al estímulo e intentan identificar el potencial del peligro real.
Como puede verse, se trata de reacciones que también podemos ver entre los animales. Y tanto en las personas como en los animales esto ocurre muy rápidamente, en una secuencia de tipo reflejo en la que la acción precede a cualquier conducta voluntaria o intencionada conscientemente. Una fuente de amenaza no localizable o no identificable, como un sonido en la noche, podría provocar una inmovilidad activa tan profunda que la persona atemorizada apenas puede hablar o respirar , es decir, se queda paralizada.
Sin embargo, si la fuente de peligro ha sido localizada y hay posibilidades de escapar u ocultarse, la persona intentará una de las dos vías(..). Es probable que el contacto real con la fuente de peligro- en especial si es un contacto violento- haga que la persona aterrorizada golpee, muerda, arañe o realice otros actos potencialmente dañinos. Como se ve, las mismas reacciones de los animales.
Grandes animales aterrorizados
Los últimos pastos de la temporada se han agorado en el Serengeti, o llanura infinita de los Masai. Las enormes manadas de animales herbívoros se han puesto en marcha, acompañadas de sus nuevos becerros. En el vado del río Grumeti que separa a Tanzania de Kenya, hay una gran conmoción. Los grandes grupos de animales, que han detenido temporalmente su odisea, van confusos de un lado a otro. Inmensas columnas de polvo se levantan en el aire con el calor reverberante. Los animales de vanguardia, empujados por los que van llegando, acaban por deslizarse hasta el fondo del talud y saltan al agua. Muchos de ellos tropiezan y son pisoteados, pero el impulso es inexorable. Las fangosas aguas se transforman en un agitado torbellino de bestias que tratan de esquivar con desesperación las dentelladas de los cocodrilos. Aterrados, los terneros berrean llamando a sus madres y los animales heridos desfallecen con la fatiga. Ya hay miles de animales en el agua y todos nadan denodadamente, los ojos desorbitados por el espanto. Tras ellos, a la sombra de las acacias de copa plana, dormitan depredadores ahítos con la abundancia de presas, mientras los buitres se ciernen en círculos por los aires. En la lontananza del horizonte, nubes de tormenta se congregan y el estampido del trueno empieza a escucharse a distancia. Esta es la migración del Serengeti -posiblemente el mayor espectáculo de la fauna silvestre en la Tierra-, que no ha perdido en absoluto su fascinación desde que Bernard Grzimek la describiera magistralmente, hace más de 40 años, en su obra clásica Serengeti Shall Not Die (El Serengeti no morirá). Tomado de Grandes Espectáculos del Mundo Natural, publicado por Cemex.