Estamos en temporada ciclónica y recientemente la tormenta Franklin nos dio un susto. Hubo mucha agua, familias que tuvieron que salir de sus hogares y perdieron sus pertenencias, pérdidas agrícolas y lamentablemente de vidas humanas. Los ciclones son fenómenos meteorológicos que pueden tener un impacto devastador en comunidades enteras. Además de los daños físicos que pueden causar a infraestructuras y propiedades, también representan una amenaza para la seguridad alimentaria de las poblaciones afectadas.
Algunos de los problemas que se pueden presentar son la interrupción de la cadena de suministro, destrucción de cultivos y la contaminación de fuentes de agua. Para poder abordar estos desafíos y garantizar la seguridad alimentaria se requieren estrategias integrales y cooperación a nivel local e incluso internacional.
Estos fenómenos pueden dañar carreteras, puentes y puertos causando que se dificulte el transporte de alimentos desde las zonas de producción hasta las áreas afectadas. Esto puede llevar a una escasez de alimentos frescos y perecederos y por ende causar un problema con la calidad de la dieta de las personas. Como medida de prevención es necesario contar con almacenes que estén estratégicamente ubicados y sistemas de distribución de emergencia que puedan activarse rápidamente después de un ciclón.
Por otro lado, las inundaciones, vientos fuertes y lluvias intensas pueden arrasar con siembras dejando a las comunidades con escasez de fuentes de alimentos. Por esto es necesario, sobre todo en zonas vulnerables, implementar prácticas agrícolas resistentes al clima, diversificación de cultivos y la adopción de técnicas de conservación del suelo. Fomentar la agricultura urbana igualmente puede proporcionar una fuente adicional de alimentos frescos que sean menos susceptibles a los fenómenos climáticos.
Otro de los riesgos ante las inundaciones que se pueden producir es la contaminación del agua que también pone en peligro la seguridad alimentaria y sanitaria de la población. Esto predispone a enfermedades transmitidas por el agua que además de perjudicar la salud de la población puede afectar la producción de los alimentos que dependen de sistemas de riego y suministro de agua. La implementación de sistemas de purificación de agua adecuados y la promoción de prácticas de higiene son medidas esenciales para prevenir la propagación de enfermedades y garantizar la calidad del agua utilizada en la agricultura.
Para enfrentar estos desafíos, la colaboración entre los gobiernos, organizaciones internacionales y las comunidades locales es fundamental. La planificación anticipada y la preparación para desastres pueden ayudar a minimizar los impactos en la seguridad alimentaria. Esto incluye la creación de sistemas de alerta temprana, la elaboración de planes de contingencia y la capacitación de las comunidades en prácticas de resiliencia. Además, la inversión en infraestructuras robustas y en tecnologías agrícolas innovadoras puede fortalecer la capacidad de las comunidades para resistir y recuperarse de los impactos de estos fenómenos. A través de la cooperación y la inversión en medidas de mitigación y resiliencia, es posible proteger la seguridad alimentaria de las comunidades vulnerables y asegurar un futuro más seguro frente a los eventos climáticos extremos. Esta columna es la sección educativa de la Sociedad Dominicana de Nutrición Clínica y Metabolismo. Escribe tus preguntas a sodonuclim@gmail.com y nos puedes encontrar en @sodonuclim.