Por Julio Ravelo Astacio
“Es incapaz de reconocer lo que hayan hecho por él, sin importar la dimensión de lo recibido” “Él/Ella no conocen la palabra agradecimiento” “Es un mal agradecido” “Es la persona más mal agradecida del mundo”.
De seguro amigo lector habrá escuchado algunas de estas expresiones. Por lo general, es un lamento sentido y doloroso, el que expresan las personas que sienten como algunos de sus esfuerzos de ayuda, solidaridad, apoyo, no alcanzan la resonancia adecuada en los destinatarios.
Ser agradecidos implica el precio y la valoración que hacemos de alguna acción de parte de otra persona, es esa sensación de “estar en deuda” con esa persona y corresponder.
Puede leer: La doña y sus gatos
Conviene destacar que, practicar la gratitud puede ayudar a las personas a superar adversidades, desafíos, al centrar su atención en lo que tienen en lugar de lo que les falta.
Ser agradecidos implica reconocer y valorar las cosas buenas que en la vida tenemos, ya sean grandes o pequeñas. Mejora nuestra salud mental y física. Se vincula la gratitud con la reducción del estrés, ansiedad y depresión. Mejora la calidad del sueño y fortalece el sistema inmunológico. Se genera un entorno positivo que contribuye a la reducción de conflictos.
Grandes hombres, destacadas mujeres, hacen diariamente significativos aportes a la humanidad. Se procuran y generan soluciones a las más diversas situaciones que afectan o limitan el desarrollo exitoso de la vida. La creatividad humana parece no tener límites.
Se preguntará Ud. amigo lector ¿A qué viene todo lo antes dicho? A partir de estas líneas trataré de explicarles como existen deudas impagables o de difícil liquidación: dos grandes médicos e investigadores realizaron aportes a la humanidad que no podremos olvidar; Dr. Jonas Salk y Dr. Albert Bruce Sabin.
La poliomielitis diezmaba una parte de la población mundial. Corresponde a un grupo de enfermedades producidas por la lesión de las astas anteriores o motoras de la médula, provocando atrofia y parálisis de los músculos correspondientes. Ellos aportaron las vacunas que hoy nos permiten vivir sin la enfermedad (perdura aún en Afganistán y Pakistán).
Los dominicanos reconocemos, valoramos todo lo que esa vacuna significó para la salud mundial. Hemos expresado nuestra gratitud con el doctor Jonas Salk: una calle de la zona universitaria lleva su nombre. Pero, ¿Qué ha ocurrido con el doctor Sabin? Aparte de crear la vacuna oral contra el polio, este destacado hombre de ciencia pisó tierra dominicana al participar junto a las autoridades de Salud Pública encabezadas por el doctor Amiro Pérez Mera, autoridades académicas de la UASD y del Centro de Rehabilitación, en la campaña nacional contra el polio realizada en los inicios del 1983.
En un acto memorable las máximas autoridades de la Facultad de Ciencias de la Salud y el rector de la institución, entregaron al doctor Sabín el título de “Profesor Honorario”. En ese momento expresamos “El pueblo dominicano, la humanidad toda, tiene una gran deuda con el Dr. Sabin. Él con su dedicación a la investigación logró la vacuna para impedir que miles de niños y por ende familias enteras, sufrieran las consecuencias de dicha enfermedad, pero además, la vacuna oral del doctor Sabin requiere de la participación de los pueblos, de la sociedad organizada”. Concluimos ese hermoso acto solicitando al honorable ayuntamiento del Distrito Nacional para que una calle de Santo Domingo sea designada con el nombre de ese ilustre sabio.
Al firmar el libro de visitantes distinguidos en la UASD, el Dr. Sabin escribió: “En este día me siento altamente honrado, al convertirme en Profesor de la más vieja universidad del Nuevo Mundo. Mi deseo y esperanza son que los conocimientos que los estudiantes adquieran aquí sean usados no solamente para enriquecer sus propias vidas, sino que a través de la propia organización y cooperación enriquezcan la vida de todo el pueblo de la República Dominicana”.
Han trascurrido más de 41 años y esta petición aún no recibe la atención merecida.
Reiteramos a nuestra distinguida alcaldesa Carolina Mejía, para que, en un acto de justicia, de eterna gratitud, someta al honorable A.D.N la designación de una calle de nuestra capital con el nombre de tan destacado hombre de ciencia.
Ser agradecidos debe ser parte intrínseca de nuestro existir.