En las austeras casas, color ocre y rosado viejo, predomina la memoria del desierto en los jardines, donde estallan florecidos cactus de toda variedad, arecas y trinitarias. Jardines donde las palmas fueron traídas por los colonos “indianos” que tuvieron éxito en nuestras islas, y que vamos identificando como vestigios de las colonias en el sur de España, o la costas de Barcelona, y en Palermo donde nos esperan la arquitectura del Vedado y Miramar, en La Habana.
Hermoso este sobrio urbanismo, austeros palacetes con amplios balcones, persianas de madera, vitrales de cola de pavo real y balcones que parecen de encaje, tan distinto al despliegue de detalles de que alardea la arquitectura francesa, tan rococó y bellamente recargada.
Mañana iremos al Teatro Mássimo, tercera Sala de Opera del mundo, después de la Viena y Francia, donde en la escalinata asesinaron a la hija del Padrino y un grito que supera al de Munch nos demuestra como el dolor se instala en el imaginario mundial, vía el cine.
Julia y yo nos desplomamos en las escaleras, heridas de muerte por la nostalgia de nuestra temprana juventud. “El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos, y el amor…”
En el Palco Presidencial, me siento al lado del Padrino, quien contempla embelesado la actuación de su hijo, le comento lo bien que canta, pero no parece oírme; y trato de interceder por la hija que pronto morirá en las mismas escalinatas donde me he desplomado antes, como si recibiendo el disparo pudiera salvarla de lo que vendrá, pero sigue sin escucharme.
Apelo a Diane Keaton, (Kate), quien luce espléndida. La vengo amando desde Annie Hall y Manhattan, pero tampoco me escucha. Le halo la manga: ¡Hey, trata e evitar que tu hija se acerque al padre al bajar las escalinatas!, a no aval.
Rosa sonríe sarcástica: Tienes complejo de ángel, pero eso solo sucede en las películas…
¿Desde cuándo las películas son películas?
Desde que sales de la sala de proyección querida…
¿Y esto que es?
Sicilia…
¿Cuál de ellas?
A la que has regresado…
Es que nunca me he ido…
Te fuiste cuando salimos del Teatro Massimo y le dieron el tiro, ¿recuerdas?
Tengo puesto el mismo vestido…
Y aun chorreas esa sangre…
Todas las sangres son iguales…
No todas. La mía y la tuya se vertieron en la cárcel…
No volvamos a machacar sobre Balaguer y los doce años…
Ni sobre Isabelita y su brujo…
Culpa de nuestra relación, de la Tricontinental, y de tu discurso. Si no hubieras aceptado hablar por las mujeres de la región, no nos hubieran identificado, el Cóndor no nos atrapa…
Y culpa tuya Julia, tú creías que La Habana era la libertad, que allí tenías licencia para hacer y deshacer, para ser todo lo que no habías sido. Tú tenías que bailar cada vez que escuchabas música.
Meterte en los grupos de Son callejeros, tocar las maracas, mientras los músicos te veían como una loca a la que hay que complacer porque a los locos no se les lleva la contraria. No puedes negar que siempre hiciste lo que te vino en ganas…
¡Rosa! Ahora la que te pide que no te equivoques soy yo, tuve que sufrir demasiado en manos de los compañeros por mis “orígenes pequeño burgueses” para que ahora tú también te sumes al rosario…
No es eso, es que a ti nadie nunca te dijo qué hacer o no hacer, donde podías estudiar, si podías o no podías abrir tu clínica… mientras que yo no tuve esa posibilidad, fui la primera que ingresó a la universidad de mi familia…
Todo depende del lado del cristal del que se mire. Yo tenía encima las expectativas de toda mi familia, las de una sociedad horrible y clasista.
Hacer lo que hago aquí, bailar en la calle, tomarte de las manos, era sencillamente impensable. Significaba que podían literalmente quemarte en la hoguera, a pesar de tus padres, de tus apellidos…
¿Y tú crees que el enemigo no estaba allí mirándonos con lupa? ¿Qué pasó con Amaury cuando regresó?
Culpa de la vida, no teníamos otra alternativa que morir por la alegría…
Esa frase de Fusik no nos sirvió de nada en los interrogatorios. A mí me tocó un Torquemada que para colmo de ironías se llamaba Inocencio.
Solo le faltaba recitar el “Fortalicium Fidei”, mientras me pinchaba la vagina y los senos, con aquella aguja enorme, imagino que buscando “la marca sexual de los comunistas”.
Cuando me perforaba por todas partes repetía: ¡Demonio de Mujer!
Parece que se tomaba su profesión muy en serio pues dominaba la técnica del Potro y hasta tenía una replica de los aplasta pulgares, que no pude soportar. Cuando comenzó a romperme los dedos de los pies confesé hasta la falsedad de la rotación del sol y de la luna ni hablar. Prefiero los métodos de la mafia: un tiro, o una ráfaga, y ya.
A mí me tocaron dos sicarios, como los dos Dominicos del “Malleus Maleicarum”. Evitaban por todos los medios mirarme, para no contaminarse, o conmoverse, mientras me torturaban, por aquello de que somos “los dobles no deseados para la mirada masculina”.
Esos también eran fanáticos religiosos y se especializaban en meternos peras por la vagina que una vez adentro se iban abriendo.
No hay parto que iguale ese dolor. No sé qué enredo tenían en la cabeza, porque insistían en que todos los comunistas somos homosexuales, que las mujeres somos putas y lesbianas, además de herejes, y a los compas les metían la misma pera por el ano, mientras repetían que ni el diablo se fiaba de nosotros.
Lo único que lamento es que involucraran a mi hermanito en todo esto y hayan utilizado sus declaraciones sobre mis ires y venires, y las reuniones en casa, para arrestarme.
Lo bueno de morir en la cárcel es que nunca mueres… Mientras te torturan te escapas por el techo y allí están ellas esperándonos…
A mí quien me daba vueltas era Evita, debe ser porque mi madre era de uno de sus clubes y la adoraba. En mi casa ella era una santa, después que ayudó a Ernestito con la tuberculosis. No había manifestación que ella convocara donde mis padres no estuvieran. Ahora, cuando la veo en el cine, creo que se va a desintegrar. Se acercaba y me ponía sus manos de Magdalena en la cabeza y te juro que me aliviaba, era como si yo fuera su niña…
La vida es el cine, querida…
Más bien es un cine…
¿Lo dices por la repetición?
Es como un rollo de cinta sin editar… Hay que devolver la cinta, revisarla, volverla a colocar…
Tú siempre tan pesimista…
¿Tengo razones para no serlo? Detrás de tanta fanfarria está la mujer reducida a bestia de placer, a máquina reproductora, a mensajera, a correo clandestino…
¡Basta de Rosa Luxemburgo! ¡La vida es bella!…
La nostalgia de la vida puede matarte. ¡Cuidado!