En el PRM no se desea la participación de los votos en el exterior para la próxima contienda interna. Aunque una carta enviada a la Junta Central Electoral (JCE) lo consigna, el deseo real es abortar la participación. Es un ejercicio de simulación construido alrededor de las dificultades que se presentan en el terreno de los hechos.
La diáspora vota con mayor sentido crítico. Y las expectativas de amplios núcleos establecidos en el exterior con el Gobierno, se transformaron en molestia. Por eso, el temor a un voto desfavorable.
Después de años de oposición y el convencimiento de su retribución en el aparato oficial, la respuesta consistió en designar un personal que, llegado desde el país, no conoce las interioridades de la comunidad y se afana por la clásica acumulación derivada de un decreto presidencial.
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Ni en New York, Boston, San Juan, Miami, New Jersey, Orlando y Madrid, los consulados recayeron en los hombros de la dirigencia de allá. De ahí que el escenario para el desquite, acumulado por los dirigentes del exterior, hacía de la convención interna, el caldo de cultivo para pasar facturas. Y allá, las modalidades clientelares no surten los efectos como aquí.
La JCE, al impedir el voto en el exterior dentro de las primarias de las organizaciones partidarias, facilita la tradicional burla de modelos políticos cuyo incumplimiento, debe ser castigado.
Además, traza un incentivo hacia el desdén de los que tanto aportan a la economía. Incluso, el simple ejercicio de aniquilar la opinión de tantos ciudadanos en capacidad legal de votar, llena de impugnación la legitimidad democrática surgida de los eventos partidarios.
Lo lamentable es que el órgano electoral, alegando aspectos difíciles de demostrar, se preste a instaurar fórmulas estructuradas en el sentido de cercenar derechos y/o competir con reglas favorables.
Por eso, la observación de instancias locales e internacionales en el sentido del riesgo y retroceso democrático. Y el país camina en la dirección de encontrar mecanismos llamados a contrapesar el poder que se pliega ante las aspiraciones de los gobernantes.
El silencio cómplice de las autoridades partidarias representa la prueba perfecta del desinterés por permitir una participación de la diáspora.
Ahora bien, los que así se comportan y mueven las teclas, deben recordar que sus astucias malsanas serán cobradas en el 2024.