A pesar de ser nacida y criada en esta capital, centrista por demás, porque pasé buena parte de mi infancia y adolescencia por los perímetros del kilómetro cero del Distrito Nacional, tuve la gran dicha de que mi familia paterna es y aún vive gran parte de ella, en La Vega y Bonao, por lo cual, crecí conociendo el campo y su importancia, sobre todo, las incontables veces que mi tío me decía: “sin nosotros, ustedes no comen”.
Y la verdad que es muy triste que luego de la recuperación del campo y de obtener seguridad alimentaria con producción nacional, hoy estemos volviendo a favorecer las importaciones de productos de la canasta básica para que dos o tres personas se enriquezcan en detrimento de la necesidad de la población, y sobre todo, de las zonas rurales.
Si estuviéramos en una película de ciencia ficción, pudiésemos decir que la vacuna contra el Covid-19, más bien tenía un efecto especial para la pérdida de memoria de un grupo, el cansancio en otro y la desfachatez de unos cuantos, que siguen mintiendo, no porque se meten en un problema y no saben cómo salir de él, si no, porque mentir es su motor principal justificando lo injustificable.
Del COVID-19 parece que aprendimos sólo las facilidades del Zoom y el uso del alcohol en las manos, porque algunos han olvidado que, a diferencia de otros países e islas del Caribe, a nosotros no nos faltó comida durante la pandemia. Y si eso no es algo realmente especial e importante, de lo que deberíamos estar orgullosos como nación, entonces no entendemos el verdadero sentido de la independencia y el bienestar.
La agricultura no es algo que se fortalece de la noche a la mañana, la industria agropecuaria necesita de dedicación, esfuerzo y tiempo para generar productos, distribuirlos y venderlos. Sin embargo, muy fácilmente se destruye, ni un desastre natural inevitable ha sido tan devastador como la política importadora de este gobierno que nos priva de libertades y autonomía.
Décadas atrás, el arte comprometido exponía los problemas del abandono del campo, generando una descontrolada migración a la ciudad en busca de trabajo y cómo esto derivó en la formación de barrios marginales al rededor de la ciudad capital. Antes de eso, la lucha por tierras y por garantías, tanto de la clase productora, como obrera del campo, ha marcado la historia de la humanidad por siglos.
Hoy, desde el 2020 más de 39 mil personas se han visto sin empleo por el abandono del sector agropecuario y la canasta familiar ha aumentado en un 52%.
Fortalecer la producción agropecuaria y dignificar la vida rural es una manera de mostrarle amor a un país y no debería de ser puesto en peligro por la falta de creatividad para lograr mayores fuentes de enriquecimiento de los favorecidos de este gobierno.