Por Sully Saneaux
Naturalmente, el hecho mismo de que exista el arte no significa que su fuerza magnética sea tan fuerte como para involucrarnos a todos ni a todas.
Se requiere de un tipo especial de sensibilidad, que no tiene nada que ver con temperamentos ni profesiones. Es un don, envidiable quizás, pero en esta “viña del Señor” donde tiene que haber de todo, no todas las personas pueden tenerlo.
Como Alberto Lara ha pasado tanto tiempo vinculado al arte, eso le ha permitido tener, de primera mano, toda la información que tiene que ver con las diferentes manifestaciones del arte y el proceso desde la creación, al disfrute.
Su vida de trabajo al lado de un monumento nacional, como Silvano Lora, para mencionar a uno de los más notables, ha contribuido sin duda a enriquecer ese conocimiento sobre artistas, creación de obras, organización de exposiciones y, finalmente, la participación de los marchant d’art y el paso, desde el estudio del artista a la pared de comprador/coleccionista.
Lo que observa el lector
Lo primero que el lector avezado observará es que esta obra, cuyo título sugiere una conexión mayor con el mundo de los negocios, es un volumen didáctico de gran utilidad para quienes aspiran a hacerse de una colección de arte, sin ser víctimas de las incertidumbres de ese mercado.
Mercado que, por lo demás, da muestras de insólitas manifestaciones de excentricidad, si medimos por casos como la venta reciente de una obra, compuesta de un guineo pegado a una tela y que despertó el interés de alguien que pagó ¡la friolera de US$120,000!
Lara Abreu lo expresa con sus palabras, cuando dice: “cierta producción artística adquiere valor en el plano sociocultural, menos por su calidad intrínseca, que por el hecho de ser objeto de operaciones especuladoras” (página 27).
En la obra se hace un análisis de lo que significa el ‘marketing’ del arte, que resulta bien instructiva en el sentido de que, efectivamente, al menos en nuestros tiempos (y quizás para sorpresa de cierta parte del público), mercadear una obra artística responde a esquemas de comercialización que no serían del agrado de creadores(as) de arte, pero que son imprescindibles en la medida en que las personas creadoras de obras artísticas tienen que vivir…para poder seguir creando.
El autor lo analiza en el capítulo sobre la “Psicoactivación de compra” (página 39).
Pese a esas inevitables características mercantiles, el autor deja clara su visión sobre el arte, sus expresiones y el hecho de que poseerlas mediante compra o inversión “enriquece el modo de vida” de las personas (página 52). Esa es una excelente descripción de lo que se supone debe ser el estado de ánimo de quien adquiere una obra artística.
Valor de las obras artísticas
Al mismo tiempo, pese a las sumas enormes que se generan a través del arte, Lara, Abreu con propiedad se refiere a lo que llama “condiciones laborales” de los artistas, es decir, de quienes crean belleza estética para el disfrute espiritual y, pese a esa calidad, se ven en la obligación de “buscarse otros empleos para sustentarse y sobrevivir” (página 95).
Pese a que ese aserto está relacionado con el mundo en desarrollo (el libro se refiere a la realidad del mercado del arte en nuestro país), al mismo tiempo, el autor de la obra recuerda que “hay que tomar en consideración que probablemente en ningún país del mundo, por desarrollado que sea, los artistas viven de su producción” (página 175).
Desafortunadamente, la otra cara de la moneda es que en la medida en que interviene el dinero, se limita la posibilidad para quienes no lo tienen de adquirir obras de arte.
Pero, siempre queda a esas personas la posibilidad de visitar una de las principales fuentes de exposición artística: los museos. Magro consuelo para quienes crean, pero ese resulta ser el mayor de los aportes del artista, crear para el disfrute.
De todas maneras, la categoría de coleccionista, tal como explica el autor (página 113) implica una relación directa con la parte mercantil. Desde esa óptica, el coleccionista es también inversionista y por eso, tal como explica Lara Abreu, “debe conocer al artista, su currículo, sus motivaciones” (página 114).
Y, se podría, agregar, disponer de los recursos materiales.
Mercadeo del arte en RD
En lo que respecta al arte y su mercadeo en la República Dominicana, el autor concluye proponiendo un pliego de recomendaciones, entre las cuales, la necesidad de regular el mercado del arte, lo que es realizable.
Quizás no tan fácil pueda ser eliminar la parte especulativa, pero sí es factible que el Estado, reconociendo la importancia que tiene el trabajo artístico para el acervo cultural nacional, establezca mecanismos funcionales de ayuda “para los artistas plásticos”. Ojalá esas y otras recomendaciones sean tomadas en cuenta por quienes tienen la posibilidad de hacerlo.
Para concluir, vale constatar que, a través de las páginas de su libro, es su vivencia y la experiencia adquirida, las que Lara transmite, generosamente poniéndolas en manos de futuros coleccionistas.
Contándome entre uno de ellos, desde ya, agradezco al amigo Alberto Lara Abreu la oportunidad de tener acceso a parte de lo aprendido por él, en ese largo, interminable y realmente grato periplo por el mundo del arte.