Juan Manuel Sánchez, Berlín, (EFE).- Sven-Göran Eriksson falleció este lunes a los 76 años, pero su impronta para la historia del fútbol queda escrita con la tinta indeleble de un visionario de los banquillos.
Cuando aún era un joven de 30 años se hizo con las riendas del club que lo lanzaría al estrellato internacional- el Göteborg, un histórico del fútbol sueco al que rescató para sumar dos copas para su palmarés y el primer título europeo del fútbol de su país, con la Copa de la UEFA de 1982, conquistada ante el Hamburgo, uno de los conjuntos punteros de la época.
Víctima de la maldición de Guttman
Para tratar de repetir gesta, el Benfica se fijó en él y a punto estuvo de igualarla, pero el conjunto lisboeta, víctima eterna de la maldición de Béla Guttmann para asaltar el trono continental, cayó en la final de la entonces tercera competición europea ante el Anderlecht.
En Portugal no tuvo rival y conquistó la competición liguera en los dos años que allí dirigió en su primera etapa en ‘As Águias’, en la que, además, cosechó una copa y promocionó la carrera de jóvenes como Fernando Chalana, António Veloso o su compatriota Glenn Strömberg, reclutado por él mismo desde el Göteborg, donde lo había hecho debutar.
Primer periplo italiano
Tras conquistar Portugal, Eriksson paso a la que por entonces era la mejor liga del mundo- la Serie A. Probó fortuna con el Roma, que venía de sufrir la mayor tragedia deportiva de su historia, al caer en la final de al Copa de Europa disputada en el Olímpico ante el Liverpool.
Eriksson consiguió reflotar al equipo ‘Giallorossi’, con el que consiguió la Copa en su segunda temporada y a punto estuvo de arrebatarle la Serie A al Juventus de Michel Platini. En la capital italiana dirigió a un joven Carlo Ancelotti, sobre el que tendría una gran influencia para su posterior etapa en los banquillos, como reconoció en su momento el actual técnico madridista.
Tras tres temporadas pasó al Fiorentina, con el que no pudo completar los objetivos, más allá de clasificarlo para la Copa de la UEFA en el segundo año. Dejó como legado la explosión de uno de los futbolistas más icónicos de la historia del fútbol transalpino- la de Roberto Baggio.
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De regreso a Portugal
Tras cinco años en Italia, el sueco retornó al Benfica. El cuadro rojo llegó de su mano a la final de la Copa de Europa en Viena ante el Milan, pero de nuevo la maleficio de Guttmann se interpuso en su camino.
Su segunda etapa’, coincidente con la pujanza del Oporto, fue menos fructífera en cuanto a éxitos, pero sí en cuanto a patrimonio. De su sensibilidad por los jóvenes prometedoressaltaron al ruedo Rui Costa, Paulo Sousa o Paulo Madeira.
Segunda etapa transalpina
El sueco regresó a Italia para hacerse cargo en 1992 del Sampdoria, que venía de jugar la final de la Copa de Europa ante el Barcelona. Aunque no pudo igualar los registros de su predecesor, Vujadin Boskov, Eriksson conseguiría una Copa de Italia con los genoveses.
Después alcanzó las semifinales de la Recopa del año siguiente y consiguió realizar el relevo generacional de los Vialli, Mancini, Pagliuca o Vierchowod con jugadores como Jugovic. Tras cinco años en Genova, Eriksson pasó al gran rival del primer equipo que dirigió en tierras itálicas, el Lazio, para armarle el mejor equipo de su historia.
Gracias a jóvenes como Nesta, Stankovic, Nedved y a veteranos reclutados como Mancini, Verón, Mihajlovic o el propio ‘Cholo’ Simeone, el preparador de Sunne armó un equipo inexpugnable en defensa y letal en ataque.
Después de caer en la final de la UEFA del 98 ante el Inter de Milán de Ronaldo, Eriksson apuntaló a su equipo de manera definitiva y conquistó la Recopa -última edición de la historia de la competición-, ante el Mallorca de Héctor Cúper.
En su tercer curso, sublimó su obra. Gracias a una inesperada derrota en la última jornada del Juventus en Perugia, el Lazio rompió una espera de 26 años y se adjudicó la segunda Serie A de su historia. Cuatro días, después, ante el Inter en San Siro, se llevó la Copa de Italia, rematando la mejor temporada de la historia romana.
No pudo extender el sueco su obra en la máxima competición continental a la temporada siguiente, dado que, cuando se encontraba en la segunda etapa de grupos de la competición, recibió una llamada que cambiaría su destino.
Revitalizador de Inglaterra
Inglaterra, en un momento dramático tras la eliminación en la primera fase de la Eurocopa y en un momento muy complicado en el primer tramo de clasificación para el Mundial de 2002, se puso en manos de Eriksson y gracias a una goleada por 1-5 ante Alemania en Múnich y a un agónico y magistral tanto de Beckahm, a quien otorgó la capitanía, de falta directa ante Grecia, metió a los ‘Pross’ en el Mundial 2002.
La Inglaterra de Beckahm, Owen, Ferdinand, Neville o Scholes empezó con victoria sobre la tantas veces verdugo Argentina en la primera fase pero Brasil, con un tanto de falta de Ronaldinho, lo eliminó en cuartos, su frontera maldita con los británicos en todos sus torneos.
Así cayó también ante Portugal en la Eurocopa de 2004 y en el Mundial de 2006. En ambas ocasiones, desde el punto de penalti. Alemania 2006 fue el último torneo de Eriksson con Inglaterra.
Última etapa y despedida
Sus últimas aventuras, que incluyeron una presencia en el último Manchester City pre-Emiratos Árabes, Costa de Marfil en el Mundial de 2010, algunos equipos chinos y la selección de Filipinas, su última experiencia como técnico en 2019, le alejaron del primer plano internacional. A él regresó cuando en enero de este año anunció que padecía cáncer terminal de páncreas. En sus últimos ha protagonizado varias entrevistas comentando sus sensaciones sabiendo que le esperaba su último adiós. EFE