Testimonios póstumos de abril

Testimonios póstumos de abril

El presidente Juan Bosch con altas autoridades militares

Lajara Burgos ascendió a Caamaño, fue jefe de Seguridad del gobierno de Molina Ureña y se murió convencido de que si hubiese sido el jefe de la revolución las cosas hubieran salido diferentes.

Por: José Bujosa Mieses
Al término de su siesta, el contralmirante (r) Luís Hornero Lajara Burgos me recibió en su residencia del ensanche Honduras para conocer su participación en la Revolución del 24 de abril de 1965.

El entonces director nacional de Seguridad al servicio del presidente Rafael Molina Ureña, al iniciar la entrevista reflejaba en cada uno de sus gestos el espíritu militar propio de todos los que escogen esa carrera.

En las paredes interiores de su residencia colgaban cuadros con fotos, títulos e insignias militares que daban la impresión al visitante de un museo donde las piezas exhibidas eran vinculantes a su carrera militar.

Entre ellas me despertó mucha atención una foto del contralmirante vestido con todos sus insignias y armas donde el sable resaltaba en su blanca indumentaria.

Sin más preámbulos comenzamos la entrevista en la que revelo que conoció a Caamaño Deñó en los primeros años de la década del 1950, cuando era jefe de Estado Mayor de la Marina de Guerra y por sus cualidades excepcionales lo envió a estudiar a una Academia Militar de los Estados Unidos.

Es apenas un muchacho

Recordó que tras Caamaño graduarse y regresar al país lo recomendó para ser ascendido a capitán. Pero su padre, el general Fausto Caamaño, al ver a su hijo, en la lista de ascenso, se dirigió a el para decirle que no ascendiera a Caamaño, porque era apenas un muchacho. Ripostándole que eso era posible porque «Ranfis Trujillo era general de
aire, tierra y mar, Radhamés Trujillo, era mayor y Nene Trujillo, coronel» y que Fausto le dijo: -¡Muchacho, sólo tú te atreves a decir eso!.

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Preso en solitaria

En los días posteriores al golpe de Estado contra el profesor Juan Bosch, Lajara Burgos cuenta que fue apresado por órdenes del general vitalicio de la Policía Nacional Belisario Peguero Hermida. porque al caer preso el

  • ¿Cuál fue la razón de su prisión? – ‘’Se produjo porque al caer prisionero el entonces presidente del Senado Casasnova Garrido le encontraron un papel donde había una lista de personas que formarían el Gobierno, en el caso de que se restableciera la constitucionalidad, y yo estaba entre ellos.’’

Al recordar esos días en los que permaneció preso por órdenes de Belisario Peguero en una celda del Cuartel general de la Policía -recuerda-, que fue trasladado a la cárcel de La Victoria por iniciativa del presidente del Triunvirato Emilio de los Santos En esa época no lucía el traje de contralmirante porque a la hora de la detención estaba cancelado de la institución.

El expediente acusatorio lo vinculaba a un movimiento conspirativo con raíces en grupos de militares que perseguían derrocar al Gobierno.

De la Cárcel La Victoria fue trasladado a los tribunales y el juez que conoció el expediente evacuó un fallo de descargo por insuficiencia de pruebas.

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Analizando la situación política que existía en los días que anticiparon el golpe de Estado del 25 de septiembre recordó que había una gran división y confusión entre las Fuerzas Armadas en la que existían varios grupos o fracciones de militares que conspiraban contra el Triunvirato, citando entre ellos el Clan de San Cristóbal con Nivar Seijas a la cabeza, el de San Isidro, con Wessin y Wessin, el de la Policía con Belisario Peguero y el de los constitucionalistas con Rafael Fernández Domínguez, primero, y después con Hernando Ramírez.

Su entrada a la revolución

Estando en su residencia recibió una llamada telefónica, el 25 de abril, de parte del Rafael Molina Ureña, donde lo citaba al Palacio nacional. Ya en el Palacio el mandatario lo designo director Nacional de Seguridad. Desde esa fecha se integró a la revolución.

Tan pronto se hizo cargo de sus funciones se percató que al Palacio Nacional entraba la gente como ´´chivos sin ley’’ y como director de seguridad se dio cuenta que entre esas personas había varios comunistas, autorizando de inmediato recoger ´´los pases y armas´´ ya que tenía que tener el control de todas las personas que entraban y salían del palacio.

A la pregunta de porque Molina Ureña lo nombro en esa cargo, contestó que en esos tiempos él era miembro del PRD y Molina conocía de su buena prepación militar y sus años de servicios en las Fuerzas Armadas institución en la que había ocupado varios cargos, citando entre ellos, la jefatura de Estado Mayor de la Marina de Guerra y de la
Policía Nacional.

Se opuso abandonar el Palacio

Recordó en la mañana del día 25, un grupo de militares le planteo a Molina Ureña que debía abandonar el Palacio Nacional. Solicitud que surgió tras los primeros bombardeos que recibió la sede del Gobierno y que creo pánico entre los civiles y militares que estaban en el lugar.

Como jefe de Seguridad, Lajara Burgo se opuso a abandonar el palacio y así se lo dio a conocer a Molina Ureña afirmándole que el Palacio era el símbolo del poder y que por tanto nunca debía abandonarse.

Convencido de su decisión se dirigió a los militares que promovían abandonar el Palacio y al propio presidente que: -«Trujillo había construido ese Palacio para su propia protección y que esa estructura estaba preparada para resistir bombas de fuerte poder explosivo».

En este contexto, reveló que entre los militares que defendían el criterio de que Molina Ureña debía abandonar el Palacio estaba el coronel Caamaño Deñó, quien sostenía que un Gobierno se instalaba en cualquier lugar… hasta en al exilio.

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El día más triste

En su vivencia personal de esos días dijo que el 27 de abril fue el «más triste» porque tras los bombardeos que sufrió el Palacio por aire, tierra y mar, se armó una gran confusión y nerviosismo entre sus ocupantes .» La confusión fue tal que tuve que hacer uso de mi fusil FAL para amenazar con el cañón a quienes querían precipitadamente abandonar el Palacio».

Fue en este momento de nerviosismo que aconsejó a Molina Ureña que bajaran al sótano del edificio para estar más protegidos de las bombas y ráfagas que disparaban los aviones.

‘’Cuando bajábamos las escaleras, en dirección al sótano, cantábamos el Himno Nacional, momento que aproveché para decirle a Molina Ureña: El Palacio Nacional es el asiento del Gobierno, si lo abandonamos lo perdemos. ¡Aquí tenemos que luchar y si caemos en la pelea se debe colocar un Epifanio con los nombres de todos los caídos”-
Hace una pausa y pasándose la mano derecha por la cabeza recordó que en esos momentos el jefe militar de la revolución era Hernando Ramírez a quien se le había diagnosticado hepatitis. ‘’No sé si realmente estaba enfermo o si tenía miedo porque una cosa es hablar y otra es el momento de acción; que es donde se prueban los hombres. Por ello no me cansaba de decir que nadie podía abandonar el Palacio sin antes enfrentarse con él.

Pero los reclamos de Lajara Burgos no encontraron oídos receptivos, pues según afirmó la casi totalidad de la gente que estaba en el Palacio lo abandonó, incluyendo los militares que estaban comprometidos con el movimiento.

Recordó que cuando vivió esa triste realidad apeló a un señor que estaba vestido de verde olivo. Del que no tenía seguridad si era civil o militar y de quien afirmó, en esos difíciles momentos, ‘se portó como un general colocando la poca gente en puestos claves».

La tarde de ese histórico 27 de abril -reveló- que se presentó al Palacio un diplomático norteamericano de nombre Benjamín Ruyle, encargado de negocios de la embajada, quien estaba representando al embajador Tapley Bennet que se encontraba en su país.

-¡Que espera, van a dejarle que los maten!

Ruyle al entrar al despacho del presidente Molina Ureña le dijo: -¡Que espera!.-, -¡Va a dejar que los maten a todos!-. Caamaño y todos los coroneles que eran parte dé la revuelta están en la embajada, donde fueron a rendirse para terminar la guerra.

Aquí, el responsable de la Seguridad del presidente, le secreteo al oído que antes de ir a la embajada confirmara por teléfono lo que decía el diplomático. Comunicación que no se produjo porque los aviones de San Isidro habían dañado con sus bombardeos las instalaciones telefónicas del Palacio. Fue aquí que decidió dirigirse a la sede acompañada del diplomático, Lajara Burgos y otros de sus asistentes militares.

Recordó Lajara Burgos que cuando llegaron a la embajada un miembro de la seguridad de los Estados Unidos le solicitó a Molina Ureña y a Lajara Burgos que depositaran sus armas. Procediendo Molina Ureña a entregar un pequeño revólver que portaba mientras que Lajara Burgos se negó rotundamente argumentando que era jefe de Seguridad del presidente y que si tenía que entregar su arma mejor se quedaba fuera de la embajada.

Dijo que al entrar con su arma a la embajada encontró a Caamaño Deñó, Hernando Ramírez, Lachapelle Díaz y otros militares constitucionalistas.

Tapley Bennet informo mal a su presidente

Fue en este instante que se apersonó «el embajador de los Estados Unidos, Tapley Bennet quien acababa de regresar de los Estados Unidos. Presencia que aprovechó Caamaño para decirle de manera enérgica: -Embajador, hay que parar la pelea porque en el puente se está produciendo una masacre. Nuestra presencia es en busca de un
acuerdo o arreglo.

Según Lajara Burgos, Caamaño le pidió al embajador Bennet que hablara con Wessin y Wessin para llegar a un acuerdo, pero el diplomático le contestó que ¡No!, que ellos lo que querían era que se rindieran los constitucionalistas porque ya «el reloj no podía dar marcha atrás”.

«Entonces el coronel Caamaño le dijo: – ¿Qué es lo que usted propone? – En eso Molina Ureña se paró y le dijo al embajador: – ¡Yo no estoy aquí para hacer arreglos! – -¡Yo estoy aquí presionado por las circunstancias pues me dijeron que aquí estaban todos los coroneles».

Dijo que previo a esta respuesta el embajador yanqui se habla quejado frente a Molina Ureña porque en La Romana supuestamente se estaba atacando una empresa propiedad norteamericana.

Frente a esa queja, Molina Ureña pidió permiso para usar el teléfono de la embajada para llamar a La Romana al comandante del Ejército para pedirle un informe de los hechos y ordenarle que evitara que se cometieran hechos de esa naturaleza, si era cierta la denuncia.

Dada esas circunstancias de prepotencia y arrogancia, Lajara Burgos, afirmó que Molina Ureña le dijo al embajador, que él se retiraba porque no estaba ahí para negociar ningún acuerdo. Y tras marcharse todos los militares que estaban presente lo siguieron con destino a la casa del arquitecto Espaillat Nanita., en la Avenida Bolívar Esquina Leopoldo navarro.

En el trayecto, Molina Ureña le confesó que el responsable de la invasión de 42 mil marines fue el propio embajador Bennet, pues informó mal a su gobierno sobre lo que estaba pasando en el país. Ya -que ha su juicio- teniendo la posibilidad de lograr un acuerdo entre las partes enfrentadas no lo hizo. Mas cuando existía la voluntad de los
militares constitucionalistas de arribar a un acuerdo con Wessin y Wessin.


Fue aquí, en la casa de Espaillat nanita que Molina Urela decidió renunciar a la presidencia de la República supuestamente porque había quedado muy indignado frente a la actitud asumida por los militares constitucionalistas. Procediendo a penetrar en la oficina de Espaillat Nanita donde redacto su renuncia como presidente de la República,
.
Dijo que, al darse cuenta de la decisión del presidente, le arrebató el papel de la mano y hizo triza la renuncia al tiempo de decirle que él no podía hacer eso.

Mientras esto sucedía, Caamaño y su séquito se encontraban fuera de la residencia. Fue entonces cuando Molina Ureña decide abordarlo y es cuando se da cuenta que lo han abandonado, pues se habían ido sin su consulta a un lugar desconocido.

Es aquí que Lajara Burgos le dice a Molina Ureña que se comunique con los demás miembros del PRD para informarles lo que estaba ocurriendo. Todas las llamadas telefónicas fueron fallidas porque los principales líderes del PRD se habían asilados en las embajadas, incluyendo Peña Gómez y con el todo el militar, con excepción de Montes Arache, quien Lajara Burgos subrayó que fue el «único que se atrevió decirle al embajador Tapley Bennet -durante la reunión en la embajada – que él le iba a demostrar que Wessin y Wessin no iba a cruzar el puente Duarte con sus tanques».


Así las cosas, Lajara Burgos recordó que Molina Ureña se sintió muy mal al verse solo y fue ese el momento que aprovechó para decirle que: “-Yo voy a donde usted diga; yo soy su jefe de seguridad y mi deber es estar a su lado, en la muerte, en el triunfo o en lo que sea».

Fue en este momento que Molina Ureña decidió llamar por teléfono a la embajada de Colombia para pedirle al embajador asilo político. El diplomático colombiano le contestó afirmativamente marchando ambos a esa sede diplomática.

Fue en este momento de la entrevista que Lajara Burgo me confesó que Molina Ureña fue víctima de un golpe de Estado que le dio Caamaño y los demás jefes constitucionalistas.

El 28 de abril

Al otro día, 28 de abril por la mañana, tras la invasión de las tropas yanquis, Lajara Burgos decidió entregarle sus armas a Molina Ureña, al tiempo de decirle: -¡presidente, hasta aquí llego yo!

Enseguida salió de la embajada rumbo al portaaviones norteamericano que estaba anclado en el Puerto de Haine y que tenía la misión de evacuar a todas las personas que deseaban abandonar el país a consecuencia de la revolución.

El portaavión zarpó a Puerto Rico con nuestro personaje, quien, al tocar tierra borinqueña se comunicó de inmediato con el profesor Juan Bosch para entregarle un informe que le enviaba el presidente Molina Ureña donde le ofrecía con lujo de detalles el desarrollo de los acontecimientos y las razones que lo condujeron a abandonar el
poder y asilarse.

Aquí, se detiene, y confiesa que «realmente abandonó la zona constitucionalista, ‘’porque ya los comunistas tenían el control del movimiento y yo no iba a pelear a favor de ellos”.

Golpe de Estado a Molina Ureña

En esa vecina isla pudo darse cuenta de que el profesor Juan Bosch «estaba tratando de hacer un arreglo con los norteamericanos».

Según sus apreciaciones, Bosch negociaba con los Estados Unidos su regreso al país, pero los norteamericanos no estaban de acuerdo con esa posición de Bosch. Querían que Molina Ureña ocupara la Presidencia y que Bosch regresara en calidad de asesor de Molina Ureña.

Dijo que la intransigencia de Bosch «de querer ser él el presidente» fue lo que provocó que los Estados Unidos organizaran aquí el Gobierno de Reconstrucción Nacional encabezado por el general Imbert Barrera. Según Lajara, este momento fue aprovechado también por los constitucionalistas para crear el Gobierno de Caamaño Deñó. Que para Lajara Burgos entraba en contradicción con la propia Constitución de 1963 que establecía en unos de sus artículos señalaba que ningún militar activo podía ser elegido presidente de la República.

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Para Lajara Burgos la subida de Caamaño al poder «fue la culminación de un golpe de Estado que se le fue tejiendo a Molina Ureña para al fin y al cabo pasarle a Caamaño Deñó las riendas del Gobierno».

Entiende que «esto fue una trampa porque sí los constitucionalistas hubieran querido encontrar a Molina Ureña lo hubieran encontrado ya que él nunca se negó a cumplir con sus responsabilidades. «Se ha querido echar mucho lodo contra Molina Ureña y yo quiero aquí afirmar que fue un hombre, justo y valiente».

Recuerdo que cuando él y Molina Ureña estaban en la embajada de Colombia encontraron al síndico del Triunvirato Tancredo Aybar Castellanos, al coronel Jhovanny Gutiérrez y un joven apellido Nadal.

Reveló que durante su estadía en Puerto Rico fue invitado por el FBI para ofrecer informaciones sobre los acontecimientos del país atendiendo a la decisión del Gobierno de Johnson que ordenó a ese departamento hacer una investigación sobre los acontecimientos producidos en la República Dominicana.

En los interrogatorios a que fue sometido, Lajara Burgos fue cuestionado sobre cuál candidato podría vencer a Bosch en unas próximas elecciones.

A esta pregunta dijo que Bosch era invencible porqué era el candidato más popular, ya
que por él se había producido una revolución.

Entonces se le preguntó sobre Balaguer, que estaba en el exilio en ese país, y Lajara
Burgos le dijo que era el único que podía competir con Bosch.

En ese sentido afirmó que desde ese momento los Estados Unidos fueron advirtiendo
que Balaguer podía ser el candidato para derrocar a Bosch y se inventaron la
enfermedad de la madre de Balaguer para facilitar Su entrada. — ¡Yo fui de los que
apoyé que Balaguer regresara al país! ,-afirmó.

No a los invasores

Empero, el entrevistado quiso dejar clara su posición con respecto a la invasión de los
Estados Unidos y es cuando afirma que: –¡Yo no estoy con ninguna invasión, sea esta
yanqui o soviética! Ahora bien, aclaro que hay diferencia en las formas que invaden los
Estados Unidos y los rusos». Según Lajara Burgos los norteamericanos invaden, crean
gobiernos y se retiran (ejemplo, República Dominicana y Granada), pero los soviéticos,
«cuando invaden se quedan».

Aunque parece que se olvidó de Puerto Rico, donde los Estados Unidos tienen cerca de
un siglo.

Wessin y Wessin fue un cobarde

Al término la entrevista, el hombre del «sable y la bragueta» afirmó que Wessin y Wessin fue un cobarde «porque teniendo las mejores tropas en sus manos no se atrevió a ocupar la ciudad. Era que había que ser un hombre de bragueta y Wessin no lo era». A Caamaño Deñó y los demás militares que lo acompañaron los calificó de inmaduros
porque teniendo el poder en sus manos no supieron qué hacer con él.

Finalmente reveló que en una oportunidad le planteó a Molina Ureña que lo designara comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Constitucionalistas, pero Molina Ureña le dijo que no podía porque él no era del movimiento que produjo la revolución y que eso podía crear problemas.

«¡Si yo hubiera sido el jefe de esa revolución usted puede estar seguro que las cosas hubieran resultado diferente porque lo que faltaba era hombres de experiencia y valor; ¡a Caamaño le sobraba e! ¡valor, pero le faltaba la experiencia”!

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