Por Karina Pereyra
Hace dieciséis años conocí las Constelaciones Familiares y quedé impactada por la profundidad, efectividad y sencillez del método. Este fue el inicio del camino de autoconocimiento para mí. El día que en un trabajo me preguntaron ¿Qué quieres que pase contigo…? Entre en pánico. ¡No sabía qué quería para mi!
Hoy día, cuando indago qué desean mis clientes y la gente que asiste a mis talleres y cursos, la mayoría no tiene una respuesta clara. La mayoría de las personas no tienen la menor idea de qué desean para si mismas. Romanos 8:26 dice que no sabemos vivir como es debido.
Aun más, algunos creen conocer la respuesta, pero no tienen la confianza de seguir al propio corazón y no actúan para dar en la diana. En ocasiones, se traicionan a ellos mismos aceptando opciones más razonables o seguras, que los desvían del camino.
La energía es un ingrediente clave para materializar nuestros sueños. ¿Cómo podríamos lograr un propósito que no reconocemos, que no sentimos, o en el que no confiamos? En su teoría de la relatividad, Einstein demostró que no hay separación entre la materia y la energía. La materia es energía altamente condensada.
Hace mucho tiempo, leí en la revista Selecciones del readers digest que la manera más fácil de alcanzar lo que decimos que deseamos, es actuar como si ya lo hubiésemos logrado. Si logramos sentir la emoción del sueño ya manifestado, colaboramos de forma diligente con el proceso de atracción.
El mitólogo y escritor estadounidense Joseph Campbell dijo que «tu espacio sagrado es donde puedes encontrarte a ti mismo una y otra vez». ¿Has hecho un Bucket list? Se trata de un registro de objetivos, propósitos, metas, sueños y deseos que te llevan a ser consciente de las experiencias que quieres realizar antes de morir, activando tu imaginación y motivación para que puedas realizarlo.
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El sueño de muchas personas incluye viajes a lugares sagrados. Tal vez, ven en esos destinos la oportunidad de re-encontrarse con quien en realidad son. La primera vez que tuve contacto con el trabajo de Sven Haussner, un psicólogo analítico alemán estudioso de las culturas ancestrales, fue en un taller de sueños. De sus labios escuché un dicho indígena que me impactó: “Hay más tiempo que vida”.
La mente percibe el movimiento como un cambio de lugar en el espacio, por lo que si no tenemos espacio no nos movemos. El movimiento suele mirarse como ir de un sitio a otro. Si estamos en A y vamos a B, nos hemos movido. En las Constelaciones Familiares, aprendí a ver los movimientos de un modo más amplio. El movimiento interno no se da en el espacio, sino en el tiempo.
El tiempo es un espacio interior subjetivo. Si no tenemos tiempo no podemos desplazarnos interiormente. Los miembros de los pueblos originarios hacen cada tarea cuando se requiere hacerla, sin quejas ni postergación. Cada acción es urgente, por la simple razón de que no hay certeza de que habrá tiempo para hacerla después.
No sé en donde leí una frase que decía más o menos esto: “Para que el peregrino alcance su destino, es esencial que se mueva en seguida”. Queda muy claro que si queremos conocernos y amarnos a nosotros mismos, debemos vivir plenamente cada segundo, pues el ángel de la muerte camina a nuestro lado.
Tal vez, esta visión te puede resultar chocante. Lo cierto es que, quien no respeta a la muerte tampoco puede apreciar la vida, pues las dos energías son dos caras de una misma moneda. La sabiduría ancestral nos recomienda estar “presentes” para lo que se presenta, vivir cada minuto hasta agotarlo completamente.
Cuando miro mi vida de forma retrospectiva, encuentro algunos eventos que marcaron giros significativos en mi manera de pensar, sentir y actuar. Uno de ellos fue el día que conocí a Jhon Maxwell y me dijo: “si veo un día de tu agenda, puedo decirte dónde estás, cuáles son tus prioridades y si estás siguiendo tu sueño o traicionándolo”.
El uso que le damos al tiempo hace la diferencia entre una vida insatisfactoria y una vida dichosa. La manera en que usamos el tiempo muestra lo que necesitamos, lo que deseamos, lo que amamos y pensamos. La falta de tiempo, para hacer lo que de verdad deseamos, es la principal manera en que el ego nos controla. Nos enfocamos en la forma, olvidando que “lo que es, se forma de lo que no se ve”.
Desde hace mucho tiempo, en el otoño suelo reunirme con un grupo de amigos, colaboradores, consultantes, estudiantes y clientes, para cerrar bien el año ¡y abrir mejor el que está por venir!. El encuentro has sido llamado “Wortel”, que significa “raíz”. El nombre expresa lo que hacemos: nutrir las raíces (desde una mezcla de modelos de sabiduría) para favorecer que nuestros frutos sean dulces y buenos.
El otoño es nos invita a soltar, a dejar ir, brindándonos la oportunidad de prepararnos para lo nuevo que surgirá en nosotros. Es un buen tiempo para sanar, conectar, agradecer y perdonarnos por los regalos que no tomamos.
Es una época de paz y tranquilidad, que propicia hacer rituales acompañados de nuestros ancestros. Para mí, el tiempo que separo en esta época, para diseñar energéticamente el nuevo año, es el mejor regalo de Navidad que me hago. ¿Tú lo haces?
El filósofo de origen indio Bhagwan Shree Rajneesh, mejor conocido en Occidente por el nombre de Osho, escribió: “Muévete inmediatamente porque es urgente, pero sin apuro, porque cuando te apuras, no estás completo, apurado estás siempre atrasado y olvidas lo esencial. Sólo por ir apurado requieres de tiempo y no hay tiempo”.
El líder espiritual continua diciendo: “¡Este momento es todo! y ya la situación es urgente. El asunto es claro; la situación es urgente porque no tienes garantía para el instante siguiente. Tienes que empezar ahora mismo pues no puedes posponerlo más -el futuro no es seguro- y no puedes vivir apurado porque el apuro toma tiempo. Silencioso, pacíficamente, sin premura, sin tensión, sin angustia, corre hacia ti mismo al instante”.