“Favor divulgar para que los ciudadanos tengamos precaución y las autoridades aumenten la seguridad. Esto sucedió hoy (5/1/2020) a las 10:20 pm saliendo del túnel de la 27 de Febrero con avenida Tiradentes en dirección oeste- este; una piedra del tamaño de un melón cayó sobre mi vehículo”. Lo que acaban de leer, acompañado de la fotografía de un carro con una gran abolladura en el bonete, fue publicado por El Nuevo Diario el lunes seis de enero recogiendo la denuncia de un ciudadano que no se identificó. Pero ya antes, en el 2019, Noticias SIN denunció que varias personas reportaron ser víctimas de la delincuencia al circular por el túnel de la 27 de Febrero en horario nocturno, ya que desconocidos les lanzaron piedras a sus vehículos. José Urtecho, informador del tránsito en tiempo real, advirtió que el hecho no debía tratarse como un simple robo sino como un acto de terrorismo, por lo que pidió actuar antes de que se produzca una tragedia.

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Lo dejó hasta ahí porque es suficiente para que nos podamos dar cuenta porqué pasó lo que pasó, pero son decenas las denuncias en periódicos, programas radiales y redes sociales a las que no se les puso la debida atención en el momento oportuno. Hasta que la madrugada del pasado domingo un joven de 28 años murió al caerle una roca de gran tamaño al vehículo que conducía, cuando transitaba por la 27 de Febrero próximo al Estadio Olímpico.

Ayer el vocero de la Policía, el coronel Diego Pesqueira, informó que más de diez personas son investigadas por la muerte del joven. “Nosotros estamos trabajando para resolver este caso y el o los responsables apresarlos y someterlos a la justicia, para que se les impongan las sanciones correspondientes”. Ojalá que así sea. Sin embargo, queda la amarga y dolorosa sensación de que fue una tragedia anunciada que se pudo evitar, pero también la certeza de que quien arrojó esa piedra no es el único responsable de que Joel Raphael Cabrera Espino ya no esté con nosotros.