Frente a los extraordinarios avances de la Inteligencia artificial es imperioso que las universidades se auto cuestionen, revaloren sus objetivos, creen nuevos mapas de ruta, revisen, reformulen y automaticen sus procesos y su modo de operar… De cara a la 4ta Revolución Industrial (RI 4.0) todo ello y más se hace imperioso. Nos referimos a una mirada inquisitiva, cuidadosa y abarcadora.
No conviene quedarse en lo interno, sino que lo ideal es estudiar en detalle el macro entorno en todos sus ámbitos: tecnológico, político, económico, socioeconómico, legal y ecológico para saber dónde se encuentran y hacia donde deben dirigirse. Se necesita realizar una reflexión profunda sobre los efectos de la Inteligencia Artificial (IA) en todas las esferas de la vida nacional y global, por tanto de las universidades.
Hoy, estamos enfrentando una nueva forma de vida y de retos: hay situaciones y problemas cuyos efectos negativos podrán ser previstos y otros que aparecerán sorpresivamente.
Debido los efectos de la IA muchos trabajos desaparecerán porque la mano de obra será sustituida por máquinas, otros nuevos trabajos irán surgiendo como ha sucedido en las previas revoluciones industriales, pero ahora hay una diferencia fundamental: los cambios de la RI 4.0 suceden de manera exponencial, en un tiempo no cronológico y a una velocidad asombrosa. Visto todo lo anterior, ¿acaso se están preparando las universidades para enfrentar estas variables, este cambio no solo constante sino abrupto e impredecible? Un cambio que produce curvas ascendentes, entre la relación crecimiento y tiempo, de tal magnitud que terminan creando grandes disrupciones.
En el mundo laboral los trabajos están desapareciendo no solo en cantidad sino en tipo. Según las estadísticas publicadas por el Foro Económico Mundial (2018) para el 2022 el 62% de los trabajadores estarán en ocupaciones con alto riesgo de automatización; para el 2025 en República Dominicana el 52 % de los trabajos estarán automatizados.
Informan, además, que hay destrezas que están en alza y otras en declive. En alza, y por tanto solicitados por el mercado laboral, estarán: la capacidad diagnóstica y discriminativa de los candidatos a los puestos de trabajo, el accionar ético, la orientación al bien común, el pensamiento analítico e innovador, el diseño de programación en tecnología, la capacidad de resolver problemas complejos, el liderazgo e influencia social, la capacidad de análisis y evaluación sistémicos.
Por otro lado, pero en el mismo orden de ideas, en baja o declive entrarán: las destrezas manuales, sobre todo las que requieren de resistencia y precisión, habilidad auditiva, espacial y de memoria, el manejo de recursos materiales y financieros, el manejo del personal, el control de seguridad y calidad. Las máquinas se encargarán de todo esto, a través de la Inteligencia Artificial.
Para el 2022 ya estarán surgiendo las labores emergentes (los nuevos tipos de trabajo) como son: científicos y analistas de data, especialistas en Inteligencia Artificial, gerentes generales y de operaciones de estas áreas, analistas y desarrolladores de “software” y aplicaciones, especialistas en “Big data”, especialistas en transformación digital, en nuevas tecnologías, en desarrollo organizacional y en servicios de información tecnológica, entre otros.
El 48% de los trabajos permanecerán estables, otros desaparecerán; el 21% se convertirán en redundantes; 27% de los roles serán nuevos como los ingenieros en robótica, los diseñadores de soluciones digitales, especialistas en tecnología, especialistas en automatización, diseñadores en intersección, entre muchos otros.
Todo esto hace necesario un reentrenamiento constante de un 54% de los empleados que estén laborando. La tecnología afectará al 56% de la empleomanía privada. No hablaré, sobre qué harán estos empleados, ya he planteado esta situación en previos trabajos; me mantendré concentrada en qué harán las universidades.
Las universidades egresan profesionales con un perfil que incluye dominio de su área (dimensión cognitiva), capacidad de análisis crítico, innovación y creatividad, competencias sociales, liderazgo ético, capacidad de adaptación frente a un ambiente totalmente cambiante para ejercer con éxito la profesión que han estudiado y a través de ello servirle a su familia, a la sociedad en que viven y de ser posible al mundo.
Pero si lo que antes hemos dicho es cierto, ¿podrán las universidades cumplir con lo que hasta ahora ha sido su razón de ser, tal como se encuentran internamente, frente a un ambiente externo totalmente tecnológico, cambiante y competitivo?
Es importante que su accionar faculte su sobrevivencia en esta difícil época de transición y tecnología. ¿Qué carreras, realmente, desaparecerán?; ¿cuáles deberán ser reforzadas?; ¿acaso las universidades están listas para incluir en sus aulas las nuevas carreras técnicas con todo el esfuerzo económico que eso implica?; ¿acaso revisarán sus pensum para disminuir los largos años de enseñanza?
Tendrán que preguntarse y hacer largas reflexiones sobre ¿cuál es la razón de ser de la educación universitaria en esta tercera década del siglo XXI?; ¿cuál es su misión y adónde se ven a corto y mediano plazo? El largo plazo queda exonerado, pues ni remotamente sabemos cómo estarán las cosas dentro de unos 10 años. Otro asunto importante es preguntarse: ¿Cómo se ve en el futuro la educación universitaria?
Si no hacen nada, si se quedan estáticas en un mundo que cambia a velocidad exponencial… ¿Qué sucederá?: ¿acaso es necesario e imperioso que las universidades cambien?; ¿para qué?, ¿cuándo?, ¿cómo?; ¿cómo compensar los desequilibrios?; ¿hacia dónde deben dirigirse?
Al presente, estamos inmersos en la RI 4.0 con velocidad de internet en crecimiento exponencial, hiperconectividad, mutaciones globales, complejidades de todo tipo, extremismos ideológicos, riesgos insospechados, pero, además, y para alegría de todos: grandes oportunidades. La Revolución 4.0 trae consigo sistemas ciberfísicos, la industria de productos inteligentes, el Internet de las cosas, la hiperconectividad y el big data (gran volumen de data).
Los cambios exponenciales que están sucediendo y a la velocidad que están ocurriendo nos previenen de lo que se acerca. Previamente, los cambios eran lineales, cronológicos, lentos. Ahora, suceden rupturas en cuanto al tiempo tradicional, todo sucede abruptamente, son disrupciones que producen caos y asombro. Ya las cosas no suceden poco a poco, sino que hay saltos importantes (exponenciales), antes, jamás esperados, pero hoy son la norma. Mayores y drásticos cambios tecnológicos se avecinan, de hecho, están al doblar de la esquina.
Steven Hawking (2017) físico teórico, astrofísico y cosmólogo británico dejó claro antes de fallecer que: «Cada aspecto de nuestras vidas será transformado por la Inteligencia Artificial, y podría ser el evento más grande en la historia de nuestra civilización.” Dado todo lo antes dicho, las universidades deben actuar lo antes posible, pero asertivamente, con objetivos claros y certeros, con indicadores de éxito precisos, con controles estrictos, pero de ninguna manera mantenerse pasivas.
Por otro lado, la globalización es un hecho al que la mayoría se ha adaptado, pero ya se habla de que en un futuro cercano quedaremos expuestos a un nuevo sistema: la hiperglobalización.
¿Qué tipo de educación será la que aplique en este sistema que se perfila como probable?; ¿cómo será la educación en un mundo donde entre los países no existan fronteras?; ¿cuáles son los verdaderos fines y que intereses hay envueltos?; ¿cómo serán las regulaciones, los procesos, las nuevas leyes?
Aquí aplican las palabras de Katerina Tomasevki: “Dulces palabras, amargos hechos: el panorama de la educación.” Tomasevki compartió el escenario, de la X edición del “Workshop in International Economics” celebrado en Boston, con el Prof. Dani Rodrik, de la “Ford Foundation of International Political Economy de la Harvard’s John F, Kennedy School of Government” quien definió la hiperglobalización en su conferencia titulada: ¿Es factible la hiperglobalización?:
“Podríamos definir la hiperglobalización como una integración económica global plena, situación que tendría una serie de consecuencias para los actuales estados nación: No podrían imponer ningún tipo de restricción en las fronteras.
Tendrían que armonizar sus sistemas monetarios, legales y regulatorios para minimizar los costes de transacción que se derivan de la existencia de diferentes jurisdicciones. Tendría que comprometerse de manera creíble a no desviarse de dichos sistemas de armonización.” (Rodrik, 2018)
De capital importancia es que las universidades, que aún no lo hayan hecho, vayan planteándose estos asuntos que hoy se estudian en las más destacadas universidades del primer mundo por su gran trascendencia para las instituciones de Educación Superior y para las sociedades en su conjunto.
Justo es el momento para preguntarse: ¿Qué impacto tendría la hiperglobalización en todos los aspectos de nuestras vidas?; ¿qué medidas preventivas deben ser asumidas?; ¿será el momento de empezar a mutar hacia nuevas formas de enseñanza aprendizaje?; ¿acaso surgirán alianzas estratégicas impensadas?
Insisto con la pregunta principal: ¿Qué deben hacer las universidades no solo para sobrevivir sino para no quedarse estancadas y poder crecer y seguir jugando un papel de vital importancia en beneficio de la sociedad? Plantearnos todo esto es importante porque de lo que podemos estar seguros es que la transformación radical de las universidades es inevitable frente a la IA y los cambios sociales que se avecinan.