Es de buena cosecha, su denominación de origen inspira confianza al jefe de estado. Durante la campaña fue coordinador de Jóvenes Unidos por el Cambio, el triunfo le asignó funciones en el Instituto Técnico Superior Comunitario. El decreto le permitía continuar su trabajo proselitista y estar en la nómina hasta que cumpliera 25 años y pudiera tener mejor cargo.
Los desaciertos en el Ministerio de la Juventud, los “errores subsanables” cometidos en dos gestiones efímeras, después compensados en nombre de la presunción de inocencia y de la necesidad de votos, requerían alguien especial para contrarrestar las deficiencias. Entonces llegó “Ninito” y aquello fue fiesta, las nostalgias uasdianas celebraban la designación. Confundían padre, madre e hijo para tener la gracia del espíritu santo. El “hijo de” era ministro, pero el joven sociólogo, políglota, deportista, tiene méritos propios y lo ha demostrado. Siempre bien vestido, locuaz, los espectáculos que organiza, para otorgar el Premio Nacional de la Juventud, reflejan que ama el boato.
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Conoce el objetivo de la ley General de la Juventud 49-2000 y hasta la divulgación de su propuesta para “teteo seguro” su labor era apreciable. El Ministerio que preside tiene como objetivo “garantizar el compromiso del Estado con las políticas a favor de la población joven en los frentes sectoriales de: educación, salud, cultura, deporte, recreación, participación social y política, trabajo, capacitación para el empleo.” Las dudas sobre la pertinencia de este ministerio son muchas, razones políticas coyunturales validan su permanencia para satisfacer cuotas y deudas electorales. La valoración de desempeño desde su creación deja más lastre que logros, pero ahí está.
El ministro ha escalado sin tropiezos gracias al apoyo del presidente y a su currículum, ese haber académico que pretende negar a otros, a la gleba insurrecta. Para la masa ágrafa basta el desenfreno, no las becas ni las oportunidades sino el desmadre y él quiere organizarlo a contrapelo de las leyes.
Presa de algún arrebato de campaña, de alguna necesidad recóndita de buscar aprobación, lanza al ruedo una oprobiosa iniciativa que no alcanza el nivel de populista sino de abyección y desconocimiento de la institucionalidad, de la vigencia de las leyes que aspira derogar con una aplicación grotesca. “Teteo seguro” es una afrenta, dolor de cabeza para los creadores de la exitosa narrativa del Cambio, capaces de convertir “el sucio en oro”. La institucionalidad “pret a porter” comenzó temprano con aquel desliz cometido en el momento fundacional de la patria nueva, cuando la designación del director de INAPA contravenía lo dispuesto en la ley 5994-62. Memorable el “Programa de recompras de armas ilegales”. Las sanciones establecidas en la ley fueron sustituidas por un cupón de comida para quien entregara el arma. Entre los desatinos cabe la proclamación de “El Alfa” como referente de la juventud y la reivindicación del alofoquismo. Son travesuras recurrentes, incluyendo la promulgación de la ley 1-24. Y ahora, el incumbente quiere usurpar funciones, ignorar leyes, ratificar la impunidad. Las ráfagas electorales arrasan y exculpan, mientras tanto vale decirle al ministro poliglota: voce abusou del respaldo que acompañaba su gestión.