Tronó la Iglesia: no votar por corruptos

Tronó la Iglesia: no votar por corruptos

José Miguel Gómez

La partidocracia en América Latina ha perdido credibilidad debido a los recurrentes actos de corrupción practicado desde el poder. Pero también, a la falta de consecuencia, a lo frágil y vulnerable del sistema judicial y, por supuesto, a la memoria corta de los ciudadanos que siempre olvidan los rostros y vuelven a votar por los mismos corruptos, que la Iglesia católica ha cuestionado.

La corrupción en la política es sistémica. Se ha convertido en la primera causa de movilidad y de ascenso social de forma rápida y “legitima” de alcanzar un éxito que, aunque socialmente se sabe que son prácticas incorrectas, pero socialmente aceptable y conveniente para mantener el clientelismo, el populismo y el presentismo social y electoral.

A la Iglesia le preocupa que el narcotráfico, los políticos deshonestos y los partidos permisivos y permeables por la corrupción puedan alcanzar los poderes del Estado.

Sin embargo, el gasto y la inversión en las campañas políticas, ganar primarias y campañas publicitarias, representa un gasto tan desigual que, los ciudadanos militantes de la ética o la moral pública, no pueden competir para candidaturas municipales y congresionales.

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Los jóvenes y las mujeres, aunque son los grupos que más van a incidir en las elecciones debido a que son mayoría, no representan un voto duro, de conciencia y de discriminación para presionar, seleccionar o excluir a corruptos que refiere la iglesia.

El voto reflexivo, consciente y que no se deja manipular por la publicidad, el algoritmo o el neuro márketing, pertenecen a los sectores medio y alto de la sociedad que tienen autonomía o independencia económica y social.

Tronó la iglesia, pero le huyen partidos y políticos, nadie quiere hablar del tema, comprometerse en la transparencia, la justicia, hacer lo correcto, pagar las consecuencias o excluir de boletas y puestos a personas con perfil contaminado, oscuro o dudoso moralmente.

La Junta Central Electoral, los empresarios, las universidades, los intelectuales y los líderes de opinión deben apoyar sobre una campaña de elegir lo mejor, los valores, el compromiso con el país, el bienestar social, la equidad, la seguridad social, por la solución de problemas acumulados por décadas, pero sobre todo contra la corrupción, el tráfico de influencia y el asalto al dinero público en prejuicio de los más pobres.

Es una pena, el inmediatismo que vivimos, la distracción y la cultura del espectáculo en que nos encontramos, nos evita prestar atención a los temas reales y puntuales de la sociedad.

Los países que van mejor, siguen fortaleciendo sus instituciones, castigando la corrupción, persiguiendo al crimen organizado y a la justicia complaciente y generosa, frente a la violación de las leyes.

Es importante que la Iglesia continúe defendiendo, siendo voz y eco de la población que no encuentra o no tiene espacio para defenderse y cuidar el patrimonio de todos y todas.

La sociedad debe impulsar y votar por políticos coherentes, honestos y de compromiso con el desarrollo social.

Necesitamos que los hacedores de políticas públicas, los líderes de opinión y la publicidad, difundan y promuevan los valores y la ética en la vida publica y privada, en los políticos y los votantes, para el logro de una democracia más fuerte y más inclusiva.