Tu enseñanza es para siempre, ¡muchas gracias, Pepe!

Tu enseñanza es para siempre, ¡muchas gracias, Pepe!

Juan Temístocles Montás

Pepe Mujica es un dirigente político emblemático y respetado de Uruguay, que fue electo presidente en 2009. Muy querido y admirado en los países de América Latina y el Caribe, ha jugado un papel fundamental en la construcción y consolidación de la democracia uruguaya. Se le reconoce por su compromiso en la lucha por la justicia social, el respeto a los derechos humanos, y por proponer y por practicar un modelo de vida basado en la humildad, la solidaridad y el respeto al medio ambiente.

Mujica fue militante del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, una organización guerrillera que operó en su país en las décadas de los 1960 y los 1970, que pretendía una transformación radical de la sociedad mediante la lucha armada y una revolución popular para instaurar el modelo socialista. Uno de sus objetivos centrales era la lucha contra el imperialismo estadounidense y su influencia en América Latina; veían el sistema político, fundamentalmente los partidos políticos tradicionales, como una farsa democrática.

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En los 1970 el Movimiento Tupamaro fue derrotado militarmente por la dictadura militar que gobernó Uruguay entre 1973 y 1985. Mujica fue arrestado y estuvo preso por más de una década, años en los que fue sometido a tortura y aislamiento. Su vida en la cárcel lo transformaron política y de manera personal, abrazando una visión más reflexiva y menos ideologizada de la política.

Durante el ejercicio de su gobierno (2010-2015), Pepe Mujica demostró ser un líder ético, auténtico, comprometido con los valores de la justicia social, y dejó una enseñanza importante: que el ejercicio de la política puede y debe estar al servicio de la gente, y que el poder no se mide por el dinero ni la ostentación, sino por el impacto positivo en la vida de los ciudadanos.

Pepe Mujica me recuerda a Juan Bosch. A pesar de las diferencias en sus contextos políticos y temporales, ambos compartían una visión ética sobe la política, entendida como un servicio al pueblo y no como un medio para enriquecerse o adquirir poder personal. También por su compromiso con la justicia social y una visión transformadora de sus respectivos países. Como Mujica, Bosch fue un hombre de principios y no un político interesado en las ventajas del poder. Mujica también adoptó una postura similar cuando fue presidente, rechazando los lujos del poder y viviendo una vida austera.

Ahora, con 89 años y aquejado de cáncer, en una entrevista publicada por el periódico El País el domingo antepasado, Mujica expresa lo siguiente: “Me aburrí de decir que el mejor dirigente es aquel que cuando desaparece deja una barra que lo supera con ventaja. Porque la vida continúa, no termina con nosotros. El dirigente debe sembrar y dar oportunidades para que lo sustituyan. Sé que sigo siendo una figura de mucho peso, pero abrí la cancha…. “

Con esto nos indica que la renovación del liderazgo político pasa por ceder el paso a las nuevas generaciones. Tiene claro que el tiempo en el poder es pasajero y que los líderes políticos han de ser conscientes de que así es, ya sea por las circunstancias o por el ciclo natural de la vida.

José –Pepe- Mujica ha insistido en que la política no debe ser monopolio de una misma generación o de los mismos dirigentes, ya que esto puede llevar al estancamiento y a una desconexión con las nuevas realidades sociales. Para él, la perpetuación en el poder es dañina para la democracia porque no da espacios para la renovación. En la democracia nadie es imprescindible e insustituible.

Mujica es un maestro de la política y de la lucha socia que nos deja un legado y una impronta indeleble. Con la lección de que los políticos auténticos son aquellos tallados con la humildad y generosidad necesarias para reconocer que su tiempo pasa, y que el relevo de los líderes debe ser un acto de madurez política. Que el liderazgo debe estar siempre al servicio de la gente, y nunca debe verse como un fin en sí mismo. Que la política no es, no debe ser un proyecto personal, sino colectivo. Y que, por consiguiente, haber una capacidad de autoevaluación y de renovación dentro de los movimientos políticos.

Su enseñanza es imperecedera. ¡Muchas gracias Pepe Mujica!

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