Unos graciosos congresistas, invocando como carnada el nombre de Mella, uno de los tres Padres de la Patria, ahora sugieren dividir la capital en otra demarcación adicional.
En 1492 la isla entera estaba dividida en apenas cinco grandes cacicazgos. Después de la independencia, nuestra parte de la isla, ya compartida, estuvo constituida por solo siete provincias: Santo Domingo, Puerto Plata, Santiago, La Vega, El Seibo, Samaná y Azua. En 1900 la semi-isla se había reducido a seis provincias, pero ya para 1907 había aumentado a doce.
Trujillo, por razones de control militar, para contar con una fortaleza en cada pueblo grande y también para dominicanizar la frontera, mandando a vivir allí a mucha gente, creó seis nuevas provincias, un aumento de un 50%, para llegar a dieciocho.
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Con el advenimiento de la democracia todos los partidos en el poder han seguido fraccionando el país y la última vez que nosotros contamos teníamos treinta y una provincias, más dos distritos, lo que, dividido por el territorio nacional, arroja un promedio de apenas 1,563 kilómetros cuadrados por cada división territorial. Actualmente, desde Pedernales a Higüey se llega en apenas siete horas y lo mismo de Monte Cristi a Macao. Mientras más cortas las distancias, menos necesidad de fraccionar, más en esta época del Internet. Sin embargo, nuestros políticos insisten en seguir atomizando el país para crear más diputados, más gobernadores, etc. En Estados Unidos hay un Estado por cada 183,000 Kms. cuadrados de territorio, en Argentina el promedio es de 116,000 kilómetros, en Nicaragua 92,600 kilómetros, en Panamá tan sólo hay nueve provincias, una por cada 8,592 kilómetros cuadrados de territorio. En Costa Rica existen apenas siete provincias para un promedio de 7,286 kilómetros cuadrados por división. En el vecino Haití, hay sólo 10 departamentos promediando 2,775 kilómetros cuadrados cada uno. La fragmentación dominicana de 1,563 kilómetros posiblemente es la más seria del mundo.
Parte de la razón del gran exceso en la nómina pública es la atomización de nuestro territorio. Las principales empresas privadas que concentran sus ventas en el mercado interno dividen el territorio nacional en apenas cinco o seis zonas de distribución, por representar una forma muy eficiente de dar servicio a todos sus clientes. Nuestros militares y policías no tienen al país dividido en 31 distritos. Tampoco Obras Públicas. No contamos con 31 equipos de pelota, apenas cinco o seis. Las encuestadoras dividen al país tan solo en cinco regiones. Pero el sector público necesita de las 31 divisiones y cada día presiona para que se creen nuevas.
Al ritmo que vamos cada lado del callejón de Regina pertenecerá a una división territorial diferente. Los caciques taínos tenían la razón. Su división refleja límites geográficos bien definidos: altas montañas o grandes ríos. Ahora la división lo que refleja es el afán de aumentar la nómina pública, malgastando recursos que bien podrían dedicarse a la educación y la salud. ¿Qué preferirá nuestro pueblo, más alcaldes y regidores, o mejor educación y salud?