Aunque todavía no estamos metidos en campaña política, y se supone, según las normas vigentes, que para ese proceso falta bastante tiempo, es evidente que hay partidos que dan señales claras de que están engrasando sus herramientas para ello. Incluso se ha hablado de un tema que no deja de estar presente en dichos procesos: austeridad.
Para algunos, austeridad significa recortes en el gasto. Lo que se traduce de alguna manera en menos dinero disponible. Lo que se denomina popularmente circulante. Porque cuando el circulante aumenta, más posibilidades tiene la gente de comprar cosas de diferente tipo. Que indudablemente dinamiza el comercio, las ventas y consecuentemente la producción, que es a su vez lo que en el fondo anhelan muchos sectores.
En tal virtud, sectores importantes, políticos e incluso del área económica y empresarial cíclicamente claman austeridad. Pero esa solicitud, de forma directa o solapada, se le hace especialmente al Gobierno, de quien se esperan acciones dentro de la más estricta sobriedad en el gasto y mayores recortes en las cosas que consideran no prioritarias.
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Pero ocurre, según mi humilde opinión, que el tema austeridad es bien complejo. Pues algunos de esos reclamos lucen poco sinceros o confusos. Hablan de una cosa, pero en realidad quieren otra. Reclaman austeridad, pero muchos sin definirla ni dar muestras de su disposición a sacrificarse. No las quieren para ellos mismos, porque les afectaría. La solicitan para otros, pero sin que les afecten sus negocios o actividades.
Algunos de los que solicitan austeridad y eliminación de obras, no especifican nada. Lo hacen por formalidad, como simple juego de palabras o cliché que se pone de moda para aparentar una cosa, pero que en el fondo es otra. La austeridad tiene muchas caras y aristas que hay que ver desde diferentes ángulos para poder entenderlas cada una en su justa dimensión.
Los que producen o comercializan, quieren que aumenten las ventas, y para aumentarlas de cualquier forma tiene que haber más dinero en circulación. Los que no tienen empleo quieren que se abran más oportunidades. Los que ganan poco quieren aumentar sus ingresos. Los que tienen tiendas, colmados, hacen dulces, empanadas, o venden comida, bebidas, refrescos, víveres, manzanas, etc. quieren más dinero en las calles.
Los ingenieros, contratistas, albañiles, plomeros, areneras, ferreterías, comedores, carpinteros, transportistas, quieren más obras y más gente generando actividades que de alguna forma les beneficie. Por eso, muchas veces al hablar de austeridad se crea una especie de dicotomía en la que se demanda una cosa, pero con la esperanza de que los efectos sean contrarios.
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Lo que en realidad desea la gente consciente y sensata, aunque no lo dicen abiertamente, es que el Gobierno le ponga pilas nuevas a algunas cosas y se las quite a otras.
Que sea austero en cosas irrelevantes y no fundamentales, pero que elimine privilegios y distorsiones. Que apliquen medidas de austeridad para los que tienen mucho, pero que sea generoso y abundante para los que tienen poco o padecen necesidades.
Lo demás son puros eslóganes y tácticas propias de campaña. Atar de manos al Gobierno, mientras ellos buscan colarse.