¿Y si pensamos diferente? (1 de 2)

¿Y si pensamos diferente? (1 de 2)

Elisa Elena González

La Unesco ha proyectado que al menos unos 24 millones de estudiantes se encuentran en un potencial riesgo de no regresar a la escuela postpandemia. Más de 11 millones de ellas serán niñas y mujeres jóvenes. Un gran revés para la lucha que por décadas se ha mantenido por cerrar la brecha de género, por alejar a nuestras niñas del matrimonio infantil, del embarazo adolescente, de la desigualdad económica.

Aspirar a que nuestras chicas no sean parte de estas estadísticas es una quimera. Pero no hay que responsabilizar exclusivamente a la situación actual. Nuestro pasado reciente lleno de desigualdad y olvido solo viene a agudizarse.

El COVID ha mantenido a nuestras niñas lejos de las escuelas, pero también la violencia física y sexual, las responsabilidades y tareas del hogar que les son impuestas, la distancia o inexistencia de espacios escolares a los cuales acceder, el embarazo que las obliga a desertar y el fracaso escolar son solo algunos de los hechos que junto al COVID mantiene nuestras escuelas física e ideológicamente cerradas para ellas.

Y el costo moral de mantener las escuelas cerradas es incalculable.

Si las buenas prácticas internacionales nos dan pistas sobre la posibilidad de crear modelos híbridos donde se garantice un acceso a espacios presenciales controlados en esta nueva “covid-realidad” ¿Qué necesitamos hacer para que esto sea posible? ¿Qué podemos hacer para que las escuelas puedan reabrir sus puertas y retomar con alegría la labor de la enseñanza y la promoción de la salud?

¡Una planificación consciente! Para que nuestras escuelas reabran se hace imprescindible -como citamos en nuestro artículo anterior-, que los Gabinetes de Salud y Educación se sienten a la mesa y dialoguen con franqueza y con un objetivo único: trazar políticas claras para el abordaje comunitario del virus. Pero no pueden o deben hacerlo solos y desde el nivel central.

Deben entender que las Regionales de Salud y de Educación y sus órganos provinciales y distritales son vitales para desarrollar micro estrategias para el abordaje en sus demarcaciones. No olvidemos que la clave del éxito está en mirar las particularidades de cada zona y trabajar en función de ella. Respetar la idiosincrasia de cada comunidad los hará sentirse valorados y eso es garantía de integración.

Sin duda los centros educativos pueden desarrollar una metodología de abordaje hibrida, permitiendo que los estudiantes tengan días de trabajo en casa y otros en las aulas todo esto bajo el estricto apego los lineamientos nacionales y en estrecha articulación con las Unidades de Atención Primaria, los Centro Educativos y las Organizaciones de Base Comunitaria y basadas en la fe, existentes en cada localidad.

Buscar alternativas para reabrir y mantener a nuestras escuelas abiertas -en el amplio sentido de la palabra- es un camino viable. Los impactos negativos de no hacerlo son reales, sustanciales, de amplio alcance y con un costo económico alto.

Garantizarles un futuro digno y que potencie sus capacidades solo se puede alcanzar con una educación de calidad, y es por esto que las políticas estatales deben encaminarse hacia ello.

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