Zaha Hadid (1950 – 2016) nació en Bagdad (Irak), en una familia adinerada, se mudó a Londres a los veinte años para estudiar arquitectura. Hadid representó una de las mayores personalidades artísticas del panorama arquitectónico mundial. Estudió en Beirut y Londres. En 1971 realizó una maestría en matemáticas puras en la Universidad Americana de Beirut, y del 1972 al 1977 en la Architectural Association de Londres. Miembro de OMA (Oficina Metropolitana de Arquitectura), junto con Rem Koolhaas y Elia Zenghelis, impartieron lecciones en la Architectural Association de 1980 a 1987. Al conseguir su ciudadanía británica, vivió y trabajó en Londres. Ocupó la catedra que perteneció a Kenzo Tange en la Graduate School of Design de la Universidad de Harvard. Inicialmente fascinada por las obras de Mies van der Rohe, pero también por los conceptos y formas del constructivismo ruso de donde extrae elementos de inspiración, desde sus inicios se percibía su capacidad para combinar imaginación, libertad expresiva y rigor formal. En este sentido, se habla de un “caos controlado” de una aparente falta de orden que en realidad revela muchos órdenes diferentes que se entrelazan entre sí, sin una jerarquía de formas o estructuras de partes que interactúan entre sí. En los años setenta era reconocida como una arquitecta no convencional, Hadid, ampliando sus ideas en el paisaje y el territorio urbano, logró definir un lenguaje propio que se enmarcó en el ámbito del Deconstructivismo.
Su enfoque original de la arquitectura le permitió ganar el concurso del club “The Peak” en Hong Kong en 1983, a partir de allí comenzará una carrera extraordinaria a nivel internacional. En 1986 ganó el concurso para la Kurfurstendamm de Berlín y, tres años más tarde el Centro de Arte y Comunicación en Dusseldorf.
En 1990 diseñó el Pabellón de Groningen, el bar y restaurante Moonsoon en Sapporo, Japón, también la exposición “La Gran Utopía” en el Museo Guggenheim de Nueva York en 1992.
En 1993 realizó el edificio de bomberos para el Museo Vitra, en Weil am Rheim, Alemania, que se incluye entre las obras más representativas del deconstructivismo.
En 1994 el proyecto para la Opera de Cardiff. En 1997 recibió la Catedra Sullivan en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chicago.
En 1998, con el Centro de Arte Contemporáneo Lois & Richard Rosenthal, en Cincinnati, Ohio se impuso a arquitectos como Daniel Libeskind y Bernard Tschumi. En el 2000 el pabellón “Mind Zone” en el Millenium Dome de Londres, la “Maritime Terminal de Salerno en Italia. La fábrica de BMW en Leipzig, Alemania, el proyecto se caracteriza por una estructura central, aparentemente ligera y transparente, que conecta las diferentes áreas de producción. En 2001, la Fundación Guggenheim de Tokio, la Plaza de las Artes de Barcelona y la Ampliación del Museo Ordrupgaard de Copenhague. El trampolín para salto de esquí “Ski-jump” en Innsbruck. Hadid ganó el Concurso Internacional del Museo de Arte Contemporáneo “MAXXI” en Roma, en 1999 (concurso que incluyó entre los finalistas a Jean Nouvel, Rem Koolhaas, Steven Holl, Vittorio Gregotti, Kazuyo Sejima, entre otros grandísimos arquitectos). En Milán, la torre sede de la sociedad “Generali” de 44 niveles y 175 metros de altura en la zona de City Life, del 2017, se suma a las diseñadas por Arata Isozaki y Daniel Libeskind.
Zaha Hadid, primera mujer ganadora del Premio Pritzket, en 2004, y la Medalla de Oro del Real Instituto de Arquitectos Británicos. Hadid supo traducir la imaginación en imagen y la imagen en arquitectura. Convencida de la idea de que la arquitectura debe ser capaz de “infundir Placer”. La obra de Hadid manifiesta una continua búsqueda de una nueva forma de abordar el proyecto, sea este un edificio, un espacio público, una ciudad. Su investigación personal e innovadora gira en torno a las posibles formas que permiten representar en la arquitectura la complejidad y el dinamismo de la época actual, Hadid utiliza enfoques de diseño diferentes a los tradicionales, considera el dibujo y la pintura como herramientas eficaces que le permiten investigar los distintos aspectos del proyecto de forma más completa, a partir de sus dibujos, de sus pinturas, la obra se convierte primero en un elemento escultórico, luego en arquitectura. De este proceso generativo surge una obra que no se remonta a ninguna tipología arquitectónica tradicional específica. Hadid sostiene que la forma y la función no necesariamente tienen que estar relacionadas entre sí. El espacio interno puede concebirse completamente desconectado del espacio externo, el hecho que las partes del edificio puedan colocarse una al lado de la otra sin tener que encontrar necesariamente una manera de comunicarse, esto constituye un fuerte elemento de originalidad en el lenguaje de Hadid. Sin embargo, sus diseños parecen encontrar una manera, que va más allá de las formas tradicionales, de relacionarse con el contexto de una manera absolutamente única.
Otro concepto, innovador es el de la “fluidez”. Espacios que se relacionan entre sí, y con las dinámicas a las que hoy están cada vez más sujetos. Los espacios adquieren una nueva sensación de inestabilidad, que puede simultáneamente “poner en movimiento” de forma fluida los elementos que los componen y los elementos de los que extraen significado. Para Hadid, el espacio debe tener en cuenta las nuevas complejidades de la sociedad contemporánea. Los materiales para crear las estructuras capaces de generar dichos espacios son el hormigón, el acero, el vidrio y todo lo que pueda ser útil para la definición de formas, que puedan contribuir a dar consistencia a la imaginación. Los materiales deben poseer cualidades de resistencia, autosostenimiento, ecocompatibilidad, deben ser flexibles y adaptarse a cualquier solicitud de transformación, deben dotados de todos los niveles posibles de transparencia, opacidad y color para dar espacio y libertad a la creación.
El lenguaje de Hadid deriva de la fantasía, pero no excluye el rigor. Sus proyectos estudian minuciosamente la organización de las planimetrías de sus edificios, todos caracterizados por formas dinámicas y espacios dilatados, que paradójicamente parecen casi “monumentales” a pesar de estar en total antítesis respecto al concepto de “monumento”. La estructura arquitectónica debe ser “fluida” y su fragmentación no debe descuidar la aplicación de aquellos criterios que se derivan de un cálculo inteligente, al mismo tiempo, su arquitectura persigue formas deliberadamente “expresivas”. El propósito de la arquitectura según Hadid debe ser “infundir placer”. Esto no debe interpretarse como querer buscar necesariamente cualidades de equilibrio o armonía.
Con sus grandes ojos oscuros y su encanto de Medio Oriente, Zaha Hadid era el rostro perfecto para convertirse en el símbolo de los llamados “starchitets”, ese híbrido contemporáneo que combina genio arquitectónico, obras espectaculares y la capacidad de estar siempre en el centro de la escena, el escenario mediático, Hadid brilló con luz propia, la única mujer que apareció en una lista de unos pocos elegidos que estaban todos orientados a los hombres. En 2016, en un hospital de Miami, donde estaba internada por complicaciones de una bronquitis, el mundo perdió repentinamente a la más grande arquitecta contemporánea, que falleció a la edad de 65 años debido a un paro cardiaco. Icono de estilo mundial, fue elegida por el “Guardian” entre las “50 personas más elegantes del planeta” e incluida por la revista “Forbes” entre las “100 mujeres más poderosas del mundo”. En definitiva, un símbolo para muchas mujeres. Sus obras se encuentran entre las más importantes del diseño arquitectónico contemporáneo.
“Lujo a gran escala y para todos: ese es el propósito de la arquitectura”. Para Zaha Hadid, el lujo debe entenderse como belleza, como armonía y el placer de entrar en un espacio que transmite emoción y cuya calidad debe ser imprescindible. “La arquitectura debe ofrecer placer. Al ingresar a un espacio arquitectónico, las personas deben experimentar una sensación de armonía, como si estuvieran en un verdadero paisaje natural”. El concepto de lujo para Hadid no tiene nada que ver con el precio, sino con las emociones que la arquitectura es capaz de transmitir. Conceptos que se reflejan en estructuras y proyectos que dejan sin aliento por su belleza, su particularidad y su capacidad de sorprender.