He mantenido en mis artículos una columna abierta sobre el tema del espacio dictatorial. En la República Dominicana los análisis de coyuntura son escasos, contrario a otros países como México o Argentina, en los cuales se da seguimiento a la evolución de un acontecimiento actuante en ese momento o previsible en el tiempo. Lo que he sostenido se reduce al hecho concreto de que el resultado de las elecciones pasadas ha abierto en el país un espacio dictatorial. Y vuelvo a aclarar que la categoría de dictatorial no alude al viejo estilo de las dictaduras clásicas que proliferaron en el mundo americano desde principio del siglo XX; pero aún en el marco formal de una interactuación “democrática”, la hegemonía del poder peledeísta configura lo esencial de todo proceso de dominación absoluta. Este rasgo esencial es “La concepción patrimonial del Estado”.
¿Cómo se ha logrado imponer al país un espacio dictatorial tan plenamente definido?
En la historia dominicana es común la coexistencia entre “democracia formal” y dictadura real. Incluso Trujillo reconfiguró su régimen de dureza en el marco de una “democracia formal” (tenía parlamento, poder judicial, simulaba operar en el marco del cumplimiento de la constitución, y hasta hacía “elecciones”). En el balaguerismo la libertad se eclipsó del conglomerado humano que formaba el país, y todo el poder dependía de su querer. Los primeros doce años de Balaguer, en particular, eran la alquimia del subjetivismo, porque vivíamos en “democracia” (había partidos políticos, prensa “libre”, sindicatos, movimientos sociales, etc), solo que la topografía del autoritarismo pendía desde una discreta penumbra sobre todo el que pudiera amenazar el espacio dictatorial en que se movía el poder. Balaguer comenzó a destrozar, de esta manera, todo aquello en que creíamos; y fue el derrumbe, se desplomaron los antiguos valores, poco más de un siglo de pensamiento dominicano sucumbió ante la asfixia moral, y el largo rosario del martirologio se sumó al dolor de las grandes pérdidas. Al final, Balaguer nos transmitió su casta.
Para no repetirme, cito ahora la manera como actuó Danilo Medina para instaurar este espacio dictatorial, tomándolo directamente de un párrafo de mi artículo anterior: “Cercenó la democracia interna de su propio partido, cercando, atemorizando y pulverizando en el terror a Leonel Fernández. Compró el voto partidario en las instancias legislativas usando recursos públicos, y manipuló la voluntad de los partidarios del leonelismo trocando reelección por reelección. La retícula de poder que instaló tiene no solo la reelección del demiurgo, sino la del 90% de los senadores, las tres cuarta partes de los diputados, y un poco más de la mitad de los alcaldes. Una vulneración flagrante del derecho constitucional de elegir y ser elegido, y una raquítica expresión de la democracia partidaria. Además, su megalomanía dejó en cueros el ego de Trujillo. Lo prostituyó todo para permanecer en el poder, comenzando por su propia palabra. Trampeó el sentimiento del votante instrumentalizando la miseria con los recursos del Estado, e inundó la televisión, las calles, las avenidas, las carreteras, los sitios electrónicos, los periódicos, la radio, y hasta la intimidad de los hogares; con su cara sonriente y un estribillo que nos hacía creer que él era el paraíso en persona. Mercadeó la “oposición”, y la infamia y la vergüenza de la compra del voto se legitimó públicamente. Aplastó sin piedad toda noción de ética en la práctica política”.
Todo lo dicho más arriba tiene como objetivo ilustrar el estado actual de ese espacio dictatorial que se ha abierto en la República Dominicana. En ocasión de la elección de los miembros de la Junta Central Electoral, el Tribunal electoral y la cámara de cuentas, veremos cómo la vocación de eternidad de Danilo Medina y su grupo económico afianzan ése espacio dictatorial; y si la oposición sigue haciendo misas y comunicados de prensa el déspota, el dueño de la verdad, el que se oye únicamente a sí mismo, el que dispone del presupuesto a su antojo porque la “concepción patrimonial del Estado” le hace creer que la riqueza pública es suya; se reelegirá una y otra vez. Lo que el espacio dictatorial en movimiento indica es que si el hombre se comió un tiburón podrido, en el dos mil veinte se comerá un cocodrilo al revés. Seguiremos con el tema en el próximo artículo.