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Al igual que como está ocurriendo en casi todos los países de la América española y el Caribe, en la República Dominicana la educación superior se ha venido transformando de manera significativa. Veamos: el número y la proporción de estudiantes son mayores que antes; el país ya cuenta con una diversidad de instituciones universitarias con fines y funciones variadas; se han multiplicado los tipos de estudiantes, de programas y de personal académico; y han crecido las exigencias y competencias a las que se enfrentan esas instituciones.
La Universidad Autónoma de Santo Domingo, en particular, ha venido experimentando cambios en su estructura y composición, en su papel e imagen ante la sociedad, en los objetivos que se traza, y en la organización que toma para alcanzarlos. Pero, sólo algunos de esos cambios son claramente perceptibles; otros son ignorados principalmente por aquellos que no ven con buenos ojos el que todos los ciudadanos tengan derecho a acceder a una institución universitaria de renombre. ¿Qué se han creído quienes asumen esa actitud? ¿Qué pregonando los males que en ocasiones afectan a la UASD podrán afectar el futuro de esa Alta Casa de Estudios? Señores (no consideramos oportuno nombrarlos con nombre y apellido) fijaos en la gran apertura que hoy muestra la Universidad estatal cuando se le compara con la situación que prevalecía en ella en tiempos de Trujillo. La expansión y cobertura de la UASD de hoy día son producto de la incorporación creciente de jóvenes que antes no hubieran accedido a ella, de mujeres, que participan en todas las áreas del saber y son mayoría en muchas de ellas; de minoría socio-económica marginada y sin apoyo; de profesionales que buscan actualizar sus conocimientos mediantes diplomados, o postgrados; y de adultos que aspiran a obtener un título profesional que no pudieron alcanzar cuando eran jóvenes. La sociedad dominicana espera por igual que la UASD y las demás instituciones de educación superior del país le generen los profesionales calificados que requiere su mercado de trabajo; la provea de los estudiosos y practicantes de las letras y las artes; que le forme los emprendedores que estimulen las transformaciones sociales; y que le dote de los científicos y tecnólogos que la coloque o mantenga en situación competitiva. Al respecto, el doctor Julio Fermoso, ex rector de la Universidad de Salamanca, expresa en su obra Más Allá de la Autonomía que hoy las sociedades modernas esperan que las universidades “les proporcionen los individuos que analicen y den respuestas a los múltiples y sofisticados problemas que les aquejan y que formen los académicos y maestros que pueblen sus diversas instituciones educativas” dando a entender que varios de esos mismos objetivos son divergentes y hasta contradictorios. El académico español apunta que las demandas de la investigación no son las mismas que las de la docencia y que la preparación de un especialista difiere de aquella de un generalista. Afirma que lejos están los tiempos en que la misión de la universidad era clara y unívocamente percibida y aceptada por todos. Aquí, la variedad de poblaciones estudiantiles, de objetivos sociales y de misiones educativas ha traído como consecuencia una diversificación sin precedentes en nuestras instituciones de educación superior. Para encarar con éxito todos esos problemas, la UASD requiere de más recursos económicos que los que recibe.