Los profesionales de la Psicología definen el daño moral como los sufrimientos psíquicos y físicos que padece una persona cuando se expone a determinadas experiencias y hechos de variada naturaleza y magnitud. Por lo general, el daño moral es una acción negativa protagonizada de manera consciente e inconsciente por alguien, lo cual provoca en la conducta de quienes la reciben efectos nocivos.
Las consecuencias funestas del daño moral dañan la autoestima, el buen nombre, el honor, la honorabilidad, el prestigio, la productividad, la imagen pública, etc. Cuando el daño moral se usa deliberadamente, produce heridas en el alma que nunca cicatrizan. En todas sus manifestaciones, el daño moral mata la dignidad humana y castra la capacidad emprendedora y creativa. El impacto psíquico de los daños morales es tan grave que, a diferencia de los patrimoniales, no pueden repararse con dinero. Se ha comprobado que la mayor cantidad de personas víctimas de daño moral provienen de empresas e instituciones controladas por personas tóxicas. Los directivos, ejecutivos y gerentes con características tóxica suelen transformar los climas laborales en campos santos, en los que sus colaboradores tienen el mismo o menos valor que una bolita de chivo. Daño moral es sembrar dudas sobre las cualidades y competencias de los que siempre cuestionan lo mal hecho, buscando con ello descalificarlos y dañar la autoestima. La acción consciente de criticar en público y elogiar en privado, es un daño moral irreparable. En definitiva, el daño moral es mucho más frecuente en lugares donde imperan el maltrato humano, la falta de institucionalidad, centralización en la toma de decisiones, la desconfianza y el control irracional. Incurren en daño moral los directivos, ejecutivos y gerentes que desarrollan capacidades y habilidades que les permiten diagnosticar los miedos y fantasmas de sus colaboradores.