El periodista André Trigueiro tiene dos pasiones: la causa ambiental y la prevención del suicidio. En el fondo se mueve por un único gran amor: el amor apasionado por la vida, bien sea la de la naturaleza o la del ser humano en riesgo.
El amor a la naturaleza se materializa través de su programa, tal vez el mejor del género en la televisión nacional sobre el ambiente, transmitido por Globonews con el título Ciudades y Soluciones.
El amor por el ser humano en riesgo de suicidio se muestra a través de su actuación en el Centro de Valoración de la Vida (CVV) de Río de Janeiro y por este espléndido libro cuyo título lo dice todo: Vivir es la mejor Opción: la prevención del suicidio en Brasil y en el mundo (Editorial Espírita, São Bernardo do Campo 2015).
No conozco en la literatura accesible un texto más minucioso, analítico, inspirador y sustentador del amor y de la esperanza por la vida que este de André Trigueiro.
Para empezar, se comporta como un periodista concienzudo: recoge, en las fuentes más seguras, los principales datos referentes al suicidio en Brasil y en el mundo. Seguidamente analiza los factores y las causas que llevan a las personas a buscar su propia muerte. Y finalmente, sugiere y propone caminos de acompañamiento y de superación. Como una especie de apéndice, pero sin ningún propósito proselitista, expone didácticamente la visión espírita del suicidio, cómo ella le ayudó personalmente a ser más humano y espiritual, y cómo el suicida es tratado por la doctrina.
Primeramente rompe el tabú y el silencio que rodean el fenómeno mundial del suicidio. La prevención se hace con información. Hablar del suicidio como hablamos del sida ayuda a eventuales suicidas a evitar este camino. Pero no basta hablar. Se trata de hablar, como lo demuestra en su texto, con sumo respeto, lleno de comprensión y de compasión, evitando cualquier dramatización y espectacularización excesivas.
Los datos nos obligan a hablar del suicidio pues por su gran frecuencia se ha convertido en un problema de salud pública, raramente incluido en los planes sanitarios de los gobiernos. Los últimos datos accesibles de la Organización Mundial de la Salud (OMS) son de 2012. Ahí se dice que hay cerca de 804 mil casos por año, lo que viene a dar un suicidio cada 40 segundos, y además un intento de suicidio cada dos segundos.
En Brasil son 11.821 casos al año, lo que equivale a 32 por día especialmente en la Amazonia, en Paraíba, en Bahía y en Río Grande del Sur.
En una perspectiva global, después de los accidentes de tráfico, el suicidio es la causa principal de mortalidad, abarcando todas las edades, pero afectando principalmente a los jóvenes entre 15-29 años, que representan el 8,5% de las muertes en el mundo.
Este hecho desafía a la inteligencia humana: ¿cómo es posible que un ser llamado a la vida, el don más precioso que existe en el universo, pueda buscar la eliminación de su propia vida? Aquí se hace necesaria una comprensión realista de la condición humana, hecha de luz y de sombras, de éxitos y de fracasos, de esperanza y de desesperación. Este dato no es un defecto de nuestra naturaleza, sino la forma como está constituido nuestro mismo ser, mortal, finito, imperfecto y siempre en camino de perfección. Son innumerables las causas que llevan a las personas a buscar el suicidio: la inundación de la dimensión de sombra, trastornos psicológicos, enfermedades incapacitantes, profundas decepciones y prolongadas depresiones. Pero más que todo, la pérdida del sentido de la vida que suscita en las personas vulnerables el impulso de desaparecer. A veces quitarse la vida es una forma de buscar un sentido que les ha sido negado en esta vida. De ahí, nuestro respeto ante quien toma tal decisión, no por cobardía, sino por amor a una vida supuestamente mejor que esta.
Pero André Trigueiro sustenta con determinación y profunda esperanza esta tesis: en la mayoría absoluta de los casos, los suicidios son prevenibles.
En este contexto detalla varios caminos desarrollados especialmente por los Samaritanos de Londres y por el Centro de Valoración de la Vida (CVV), ambos de origen espírita, pero sin intención de conquistar para ese camino espiritual. Estas dos instituciones principales, compuestas por voluntarios (solo los 70 puestos en Brasil atienden de media unas 800 mil llamadas de teléfono o por Internet al año), son las que se dedican directamente a la prevención del suicidio. Los valores que las inspiran son profundamente humanísticos y ético-espirituales: la comprensión, la acogida, la escucha, la fraternidad, la cooperación, el crecimiento interior y el ejercicio de la vida plena.
Solo lo que refuerza la vida puede salvar la vida en peligro. Es válida la tesis de Triguero: «vivir es la mejor opción».
Es mérito de André Trigueiro no solo transmitirnos ese mensaje de esperanza y de escucha sino también vivirlo concretamente en su propia vida.