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Los retos que la Universidad Autónoma de Santo Domingo tiene que enfrentar hoy son mucho más complejos y variados que en épocas pasadas. Fundada mediante la Bula In Apostolatus Culmine, expedida en Roma por el Papa Paulo III el 28 de octubre de 1538, la UASD se apresta a ingresar en un nuevo siglo bajo el signo de una crisis económica y en el contexto de un mundo sujeto de grandes transformaciones. Por ello, sus autoridades, profesores y estudiantes se esfuerzan en reinventarla, asumiéndola como un signo de vida y de ineludible necesidad de cambios. En las aulas y laboratorios de la Universidad Primada se vive en ambiente de sana preocupación por enseñar y por llevar a cabo investigaciones, tanto al máximo nivel aplicación no inmediata como de aplicación más próxima. La Universidad estatal se muestra dispuesta a colaborar con la formación continuada de sus servidores a través de talleres, cursos de especialización y de programas de postgrado, siempre atenta a la demanda creciente y al empleo de nuevas tecnologías en labores de enseñanza y comunicación. De tareas como ésas surge la creciente atención que se viene prestando a la calidad de las instituciones de educación superior. Como ha señalado el ensayista estadounidense F. Van Vught: “la expansión de los sistemas de enseñanza superior y el aumento en los costos de estos sistemas tienen que ser cada vez más legitimados por beneficios claramente identificados para la sociedad, Las universidades tienen que hacer frente cada vez más a la necesidad de mostrar a la sociedad su pertinencia, calidad y responsabilidad” . La Universidad del siglo 21 debe asumir el cambio y el futuro como consubstanciales de su ser y quehacer. El mundo globalizado en que vivimos hoy exige de las universidades una predisposición a la reforma permanente de sus estructuras, programas, métodos de enseñanza y de investigación, lo cual implica asumir la flexibilidad y la innovación como normas de trabajo.
La UASD se apresta a ingresar al siglo 21 bajo el signo de la crisis económica con ribetes políticos que nos afecta y en el contexto de un mundo y de una ciencia sujeta a profundas modificaciones. Sin embargo, esos desafíos debemos asumirlos como signo de vida y de ineludible necesidad de cambios.
La creciente internalización de la educación superior destaca la importancia que tiene la creación de un sistema de evaluación de la calidad que pueda ofrecer la información necesaria en un comparativo contexto internacional. Un grupo de catedráticos de la UASD, incluyendo a quien esto escribe, del Ministerio de Educación Superior, y de universidades privadas, hemos cursado estudios especializados a nivel de doctorado en esa materia. Además de que la necesidad de trabajar por y para la calidad institucional nos conduce a participar en numerosos eventos y foros internacionales donde el concepto de calidad de lo que se hace y de lo que se enseña es objeto de debate. Nos preguntamos: ¿Cuáles son las características del siglo 21 y los escenarios posibles para las próximas décadas que plantearán nuevos retos para la UASD y para otras instituciones de educación superior y que demandarán de ellas respuestas aún inéditas? La falta de espacio no nos permite ahondar más en la materia.